'Niebla', la 'nivola' que revolucionó la literatura
Una obra brutal, extraordinaria y divertidísima en la que el personaje principal se rebela contra su autor
'Niebla', la 'nivola' que revolucionó la literatura
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Miguel de Unamuno nació en Bilbao en 1864 y murió en Salamanca en 1936. Escribió, además de una cantidad ingente de artículos y ensayos, ocho poemarios, estrenó una docena de dramas y es autor de cinco novelas largas, ocho breves y un buen puñado de cuentos. Entre los escritores de la generación del 98, probablemente sea el más polifacético. Miguel de Unamuno fue, sobre todo, un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.
Es el autor de 'Vida de don Quijote y Sancho', 'Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos', 'San Manuel Bueno, mártir', 'Abel Sánchez' y 'La tía Tula', estos dos últimos libros ya os los hemos contado en el programa y están disponibles en nuestro podcast.
Cuando el protagonista se rebela contra el autor de la obra
'Niebla' se publicó en 1914. En la novela, el personaje principal se rebela contra su autor y la escena constituyó en su momento un golpe de efecto espectacular. 'Niebla' es una novela brutal, extraordinaria, divertidísima y de una profundidad que de alguna forma te cambia.
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Unamuno se postuló a sí mismo como modelo de escritor "vivíparo", entendiendo por tal el que se limita a dar vueltas en la cabeza a la idea que lo acosa, gestándola mentalmente hasta que "siente verdaderos dolores de parto, la necesidad apremiante de echar fuera lo que durante tanto tiempo le ha venido obsesionando, se sienta, toma la pluma, y pare".
El proceder novelístico de Unamuno es, desde una idea, poner en marcha su escritura narrativa. Y son ideas lo que despliega la novela, sirviéndose de determinados personajes y situaciones para encarnarlas. La "desnudez", su pronunciado esquematismo, la generalizada unidimensionalidad de sus personajes, la abstracción que en ellas suele hacerse de las circunstancias de tiempo y de lugar, el papel tan hegemónico que cumplen en todos los abundantes diálogos, son marcas evidentes de que las suyas son "novelas de ideas".
Las 'nivolas' de Unamuno, "otra ingenua zorrería para intrigar a los críticos"
Unamuno, partícipe de una inconformidad con la tradición heredada, creó la etiqueta de 'nivolas' para hablar de lo que estaba escribiendo. Él mismo hubo de lamentar la fortuna que alcanzó lo que no dejaba de ser una especie de mal chiste, "otra ingenua zorrería para intrigar a los críticos", que enseguida se aficionaron al neologismo porque, según Unamuno, "ello favorecía su pereza mental". Lo cierto es que, con su nuevo proceder, Unamuno polemizaba abiertamente con el concepto más común de realismo ("cosa puramente externa, aparencial, cortical y anecdótica"), al que oponía el que se ocupaba de la realidad en su dimensión "íntima, creativa y de voluntad".
A los prólogos mismos de sus novelas y colecciones de novelas los terminaba considerando Unamuno novelas también, "la novela de mis novelas". La pasión metanovelística, es decir, la necesidad casi compulsiva de "pensar" la novela, acabó siendo una de las derivas casi inevitables de esa programática impugnación del canon realista en que, como Unamuno, incurrieron tantos de sus contemporáneos. Dicha pasión fue especialmente fuerte en Unamuno, que hasta el final de su vida no cejó en teorizar sobre el género y ensayó una atrevida modalidad de "novela en marcha", construida desde la convicción de que "cuando un pensamiento nuestro queda fijado por la escritura, expresado, cristalizado, queda ya muerto".
El despertar de la voluptuosidad en el hasta entonces casto Augusto Pérez
La palabra 'niebla', de hecho, se emplea más de 40 veces a lo largo del texto, pródigo en invocaciones a la niebla y en expresiones como 'niebla espiritual', 'niebla de la vida', 'niebla cotidiana', etc. Un impreciso concepto de 'niebla existencial', pues, parece constituir el sustrato narrativo, pero la novela tiene un íntimo parentesco con la literatura urbana del XIX. El concepto de 'niebla' apunta al ámbito urbano como "una inmensa niebla de pequeños incidentes" que se traduce, en los habitantes de la ciudad, en una niebla espiritual en cuya penumbra prospera ese "afroditismo" que a Unamuno se le antoja tan condenable. La novela narra el despertar de la voluptuosidad en el hasta entonces casto Augusto Pérez y los desórdenes de todo tipo que ello conlleva, consecuencia todos de su condición de urbanita.
Para escribir su novela más urbana, Unamuno echa mano de una panoplia de recursos característicos de esa "literatura urbana" de la que él abomina, como pueden serlo los amagos de monólogo interior, las digresiones, la fragmentación narrativa, la interpolación de historias y anécdotas, los cambios de punto de vista, un humorismo más bien ramplón o, muy en particular, cierta crudeza sexual que en la actualidad resulta poco menos que inocente. Unamuno le impone hacia el final un giro metaliterario que eleva el relato a alturas filosóficas en que se dirime calderonianamente la naturaleza ontológica tanto del personaje de ficción como de su creador, y la eventual intercambiabilidad de sus papeles. Con ello cierra un experimento narrativo que etiqueta con un neologismo —nivola— que arrastraría el resto de sus días como una maldición, obligándolo a reivindicar una y otra vez para sus 'nivolas' su condición de novelas.
En este artículo se citan fragmentos del prólogo de Ignacio Echevarría a la edición de Debolsillo titulada 'Novelas poco ejemplares'