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'Mala hierba' en los márgenes de la sociedad

Una obra que supone un puñetazo sobre nuestras conciencias

'Mala hierba' en los márgenes de la sociedad

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Pío Baroja nació en San Sebastián, en 1872, pero vivió casi toda su vida en Madrid. En 1935 ingresó en la Real Academia. Durante la Guerra Civil pasó a Francia, pero en 1940 se instaló de nuevo en Madrid. Murió en 1956.

Miembro de la generación del 98, es el autor de algunas de las novelas esenciales de nuestra literatura como 'El árbol de la ciencia', 'Zalacaín, el aventurero' (ambas ya os las contamos en programas anteriores), 'Camino de perfección', 'Las inquietudes de Shanti Andía', y la trilogía 'La lucha por la vida', compuesta por 'La busca' (que también podéis volver a escucharla en 'Un libro una hora'), 'Mala hierba' y 'Aurora roja', entre otras muchas.

Un gran fresco colectivo del Madrid suburbial

'Mala Hierba' sigue la estela de 'La busca'. Es una novela llena de personajes que a veces solo aparecen un instante y sin embargo dejan su huella. Con escenas brutales, que habla de una ciudad llena de miseria y de abandono. Una obra que supone un puñetazo sobre nuestras conciencias.

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'La lucha por la vida' es un gran fresco colectivo del Madrid suburbial en el tránsito del siglo XIX al XX. La diversidad de sucesos y personajes constituye el fondo en el que se inscriben los años de adolescencia y juventud de Manuel Alcázar, desde su llegada a Madrid, hacia 1888, hasta 1902.

Un relato de formación en el que lo esencial, la línea conductora que proporciona cohesión y unidad al conjunto, es el proceso evolutivo de Manuel, con los errores y las experiencias que van jalonando su progresiva instalación en la sociedad. Manuel se une a esa oleada inmigratoria que, abandonando la periferia o el medio rural comenzó a invadir las ciudades en busca de mejor fortuna durante los últimos años del siglo XIX. Las tres novelas marcan nítidamente los sucesivos estadios por los que transita el personaje.

El proceso evolutivo de Manuel tras su difícil adolescencia

Todo lo que Baroja introduce en la historia tiene una repercusión directa o indirecta en la formación de Manuel, en su difícil adolescencia, en la resolución de sus dudas y en el rumbo de sus acciones. Manuel se debate desde el principio entre influencias contrarias, entre personajes que lo incitan a construirse una vida honrada, laboriosa y digna, como Roberto y la Salvadora, y otros que, por el contrario, constituyen una fuerza negativa y procuran su hundimiento moral, como Vidal y el Bizco. El influjo bienhechor acaba por triunfar, pero Manuel conoce otros casos de personajes que finalmente escogen la senda equivocada, como la Justa, que pasa de ser una muchachita atractiva a convertirse en "una mujerona de burdel".

Comparada con el dibujo del mundo suburbial madrileño que Galdós trazó en su novela 'Misericordia' (que ya os hemos contado en 'Un libro una hora'), o con el Madrid de mendigos y maleantes en que Blasco Ibáñez situó poco después 'La horda', la trilogía barojiana ofrece una variedad mayor de tipos y ambientes. Su vigencia permanece intacta casi 100 años después, cuando la ciudad y la sociedad han cambiado mucho, precisamente porque el propósito de 'La lucha por la vida' no era componer una crónica histórica, sino relatar la formación de un ser humano en un medio hosco y adverso. Y la existencia de holgazanes, pícaros, estafadores, personas laboriosas, seres desvalidos y gentes de espíritu generoso no es algo exclusivo de una época.

Lo que impulsó a Baroja a escribir sobre la gente que está al margen de la sociedad

Parece claro que Baroja, aun sin contar con un plan muy preciso, cifraba su propósito en esbozar un amplio fresco de la sociedad madrileña, si bien luego redujo el ámbito de las acciones para centrarse especialmente en el inframundo de mendigos y delincuentes, en las gentes humildes y en el despertar de las reivindicaciones de la clase obrera.

Muchos años más tarde, al evocar sus primeros pasos como escritor, Baroja confesaba: "El convivir durante algunos años con obreros, panaderos, repartidores y gente pobre, el tener que acudir a veces a la taberna para llamar a un trabajador con frecuencia intoxicado, me impulsó a curiosear en los barrios bajos de Madrid, a pasear por las afueras y a escribir sobre la gente que está al margen de la sociedad".

Como señala Baroja en sus Memorias: "Los cuadros que forman 'La busca' y 'Mala hierba', que la sigue, son un conjunto de apuntes del natural, procedimiento que no es, sin duda, el mejor para producir una obra armónica y bien perfilada". Pero reconocía que "ha sido, de mis novelas, de las que más aceptación han tenido. No sé a punto fijo por qué".

Sin embargo, lo que al autor le parecía sin duda una composición defectuosa por el predominio de escenas sueltas sin demasiada trabazón, como simples bosquejos o "apuntes del natural" –algo muy diferente de lo que sucede en otras novelas más unitarias, como 'El árbol de la ciencia' por ejemplo–, es acaso lo que confiere a la obra la variedad y la vivacidad que mantiene un siglo más tarde.

Este artículo contiene fragmentos del prólogo de Ricardo Senabre a la edición de la editorial Alianza

 
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