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La COP 27 en Egipto o el blanqueamiento de al-Sisi

La COP 27 se celebra en Egipto del 6 al 18 de noviembre y en opinión de Amnistía Internacional se trata de una operación de maquillaje de al-Sisi

Sharm El Sheikh (Egypt), 04/11/2022.- Egyptian police officer guards in front of the International Congress Center before the 2022 United Nations Climate Change Conference (COP27), in Sharm El-Sheikh, in Egypt, 04 November 2022. The 2022 United Nations Climate Change Conference (COP27), running from 06 till 18 November in Sharm El-Sheikh, is expected to host one of the largest number of participants in the annual global climate conference of over 40,000 estimated attendees including heads of states and governments, civil society, media and other relevant stakeholders. The events will include Climate Implementation Summit, thematic days, flagship initiatives, and Green Zone activities engaging with climate and other global challenges. (Egipto) EFE/EPA/SEDAT SUNA / SEDAT SUNA EFE

La vigesimoséptima edición de la Cumbre del Clima comienza este domingo 6 de noviembre y se extenderá hasta el viernes 18. Egipto es el país anfitrión de este año. En la ciudad de Sharm el-Sheikh, junto al Mar Rojo, se darán cita cerca de 200 países para acordar medidas que amortigüen la crisis climática.

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Pero la elección de Egipto como sede de la COP 27 no ha gustado a organizaciones como Amnistía Internacional, que celebró este viernes una protesta frente a la Embajada de Egipto en Madrid para poner sobre la mesa la falta de derechos humanos en el país.

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A la manifestación acudieron el defensor de derechos humanos Ramy Shaath y su esposa Céline Lebrun-Shaath, que ven en la cumbre una oportunidad de blanquear el régimen de Abdelfatá al-Sisi y desviar las críticas de su historial de violaciones de derechos humanos.

Shaath vive ahora en Francia, donde dice sentirse cómodo, pero se niega a elegir “entre ser egipcio y ser libre”. Y es que tuvo que renunciar a su nacionalidad para poder salir de prisión y llegar a su país de acogida.

“Fui detenido ilegalmente, sin que hubiese un caso contra mí, sin juicio, y estuve en prisión dos años y medio. Y luego se me obligó a tener que abandonar mi nacionalidad. Y esto es algo ilegal. Se me hizo además firmar documentos estando maniatado, incluso con los ojos vendados”, cuenta.

De su experiencia en las cárceles de Egipto Shaath recuerda su estancia en una celda de 23 metros cuadrados donde dormía en el suelo junto a entre otros 18 y 32 detenidos más. “Eso estaba lleno de insectos. Había ratas, cucarachas, en ocasiones incluso serpientes. El baño era de un metro por 75 centímetros y básicamente era un agujero en el suelo y una ducha encima. Y las condiciones eran muy malas. La gente no tenía acceso a medicamentos, no había ningún tipo de cuidados y nos sometían a torturas”.

Desde el golpe de Estado de 2013, Egipto carece de oposición y libertad de expresión, lamenta el activista. “Todo el mundo es supervisado. A la gente se la persigue por la calle, se la detiene simplemente para ver lo que tiene en el móvil. A los partidos políticos no se les permite trabajar”. Su país, dice, se ha convertido en un lugar “peligroso”.

Ramy Shaath fue una figura destacada en la revolución de 2011. Fue detenido de forma arbitraria, según relata:

“En primer lugar, atacaron mi casa tras medianoche. Es lo que se suele hacer en Egipto con los políticos, los activistas, los periodistas que llegan después de la medianoche para aterrorizar a las familias. De hecho, los llamamos los atentados de medianoche. Llegaron muchísimos soldados a mi casa sin ningún tipo de identificación y documentación oficial que les permitiese estar ahí. Y cuando les preguntaba que por qué lo hacían, decían que no tenían ni idea y que la orden venía de lo más alto. Confiscaron todo lo que había en mi casa. Se llevaron a mi mujer, la deportaron a Francia. A mí me hicieron una desaparición forzosa. Estuve maniatado con los ojos vendados durante unos cuantos días en un lugar desconocido. Luego me llevaron a prisión”.

En la cárcel coincidió con muchos disidentes, divididos entre los participantes del movimiento civil y secular y los islamistas. “En Egipto hay unos 60.000 prisioneros políticos”, asegura. “Y en muchos casos son gente que no está involucrada en la política en absoluto”.

Un lavado de cara

Esta represión sigue vigente hoy, según el activista, e incluso “ha empeorado en los últimos seis meses”. Los cambios que el Gobierno dice haber introducido son, para Shaath, solo “una campaña de marketing para mejorar su imagen”. “Dicen que han liberado a 831 prisioneros y les han dicho claramente que tras la COP van a volver a detenerlos”, asegura. Y también continúan las torturas y abusos.

Shaath está convencido de que el presidente al-Sisi va a utilizar la Cumbre del Clima para esa estrategia de lavado de cara y dar una imagen de apertura de Egipto. “En un país en el que no se protege los derechos humanos y no se puede hablar del futuro, ¿cómo pretenden celebrar una COP para hablar precisamente del futuro del mundo?”, se pregunta.

Dos activistas medioambientales que estaban en prisión con él fueron detenidos por su defensa del medio ambiente. Shaath critica que no vaya a haber espacio para los movimientos egipcios en favor del medio ambiente en la cumbre ni se vayan a permitir las protestas para ellos. Los Gobiernos de todo el mundo saben lo que ocurre, asegura, y miran a otro lado como lo hicieron durante su juicio.

Al contrario, países como Francia, Italia o Estados Unidos no han tenido reparos en firmar acuerdos armamentísticos con el régimen egipcio. A ellos les pide que “condicionen sus relaciones con Egipto en base a todo esto, para que ayuden a la democratización del país. Y para ello hay que liberar a los presos políticos, los medios de comunicación tienen que ser libres y los militares tienen que dejar de controlarlo todo”.

De la revolución de 2011 poco queda, lamenta Ramy Shaath. Pero cree que el espíritu sigue vivo y lo que no ha cambiado son las aspiraciones de la gente de un cambio.

 
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