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'La mala familia', cine que nace en el barrio y vuelve al barrio

Nacho A. Villar y Luis Rojo, creadores del colectivo BRBR que han firmado algunos de los videoclips de C. Tangana, debutan con un ejercicio transparente y contundente que retrata los vínculos de los jóvenes de extrarradio

Nacho A. Villar y Luis Rojo, junto a su amigo y protagonista Andrés en el Festival de Sevilla / LOLO VASCO / lolo vasco

Nacho A. Villar y Luis Rojo, junto a su amigo y protagonista Andrés en el Festival de Sevilla / LOLO VASCO

Sevilla

Frente a aproximaciones estéticas fascinadas por la vida de barrio de la clase obrera, también emerge un cine que reivindica la autenticidad y la veracidad del extrarradio, de muchos jóvenes olvidados y perseguidos que luchan y resisten. Ese es planteamiento de 'La mala familia', película presentada en la sección Nuevas Olas del Festival de Sevilla que firman Nacho A. Villar y Luis Rojo. Una propuesta que nace del barrio y en pantalla regresa al barrio, que es a la vez una historia de amistad pero también una declaración política. Ambos autores pertenecen al colectivo BRBR, responsable de numerosos proyectos, entre ellos algunos videoclips de C. Tangana. Con 'La mala familia', su debut en el largometraje, toman una historia cercana, la citación judicial a un amigo por un delito del pasado para unir a esa mala familia, una familia construida en los márgenes de barrios como Legazpi, Usera o Vallecas, en una reunión que expone con transparencia sus vínculos, su lucha y también su amor. Un encuentro que es celebración pero también una constatación de que no existe redención para un grupo, quizás para una generación, al que las instituciones, clasistas y racistas, le niegan un futuro.

¿Cómo surge este proyecto? ¿Desde cuándo lleváis trabajando en esta película?

Nacho A. Villar: La película empieza hace hace cinco años a raíz de que a uno de nuestros colegas le llegó una notificación de un juicio con varios años de cárcel por un delito que había ocurrido hace seis años. Y claro, nos pilló por sorpresa a todos. La verdad es que fue un momento tenso, de bastante frustración, y a partir de todo esto empezamos a pensar en hacer una película del proceso y luego fue mutando a lo largo de los años.

¿Son vuestros amigos los jóvenes de la película?

Luis Rojo: Sí, sí. Todos los que aparecen son nuestros colegas.

Nacho A. Villar: Esos chavales son de una generación por debajo de la nuestra. Nosotros antes, cuando éramos más chavales, parábamos con sus hermanos mayores o los primos mayores. Pero ya a día de hoy las diferencias de edad se han acortado, pero sí, los conocemos de hace 15 años o así, del barrio, desde que eran chavales todos. Paraban por la zona de Legazpi, también por Usera o Vallecas.

La película empieza con el juicio. Y solo grabáis a los protagonistas escuchando a la jueza, ¿fue difícil conseguir los permisos?

Nacho A. Villar: Eso fue nuestro productor, tuvo bastante pericia al hacerlo. A la mayoría de juicios, en principio, se puede asistir y en muchos se puede grabar si las personas que salen en cámara así lo permiten, al no grabar a la jueza ni a ninguna de las personas de la otra parte, no hubo problema en grabar imagen y sonido.

La actitud de la jueza es heavy

Nacho A. Villar: Me parece vergonzoso. La jueza sabrá de lo suyo pero de cine no debe saber mucho y entonces no se da cuenta de que el sonido de lo que ella decía sí que se estaba grabando. Y bueno, pues yo creo que ella misma deja ver cómo muchas veces la justicia actúa de una manera bastante arbitraria y contra unos chavales que están totalmente en una situación de indefensión. Hasta el punto de que le dice a Andresito que se ponga a picar piedra. No, Andresito es carpintero, trabaja en El Corte Inglés, no tiene necesidad de ponerse a picar piedra. Y además es un término que a nosotros nos recuerda a otras épocas de España, quizás como el franquismo. Y a día de hoy parece que en una sala de un juzgado puedes seguir escuchando eso de la boca de un juez.

Aunque sólo pudierais grabarlos a ellos, también hay una decisión ética y estética en el encuadre ¿Cómo ha sido la planificación visual de la película?

Nacho A. Villar:Hemos pasado por varios puntos y realmente hemos ido encontrando la película y los formatos han ido cambiando alrededor de los hitos que iban sucediendo. También había algunas partes de la película que sólo se podían grabar con el móvil. Toda la primera secuencia se grabó quizás con otro tipo de narrativa, pero luego lo que al final le dio una coherencia a todo es el pantano. Es un mix de formatos, de lenguajes que en el encuentro final toma sentido y se torna en algo más orgánico quizás.

¿Y cuánto hay de de documental? ¿Hay algo de guión en la peli o no?

Luis Rojo: Antes que entrar en la distinción de si es documental o ficción, a nosotros nos gusta decir que es una película. Y dentro de esto es una película donde todo lo que sucede es real, donde ellos están siendo ellos mismos. Y nosotros sí que planteamos no tanto un guión sino una estructura de lo que queríamos abordar, de qué manera, dónde les dábamos a ellos libertad. Por ejemplo, no se escribían líneas de diálogo o planteábamos los temas de los que queríamos hablar y ellos se hacían cargo de la situación y la desarrollaban en sus propias palabras y en sus propios términos también, a veces tomando incluso decisiones que excedían las nuestras y las modificaban y se las llevaban a su terreno.

Luego integráis también los mensajes y las videollamadas del móvil

Nacho A. Villar: Nosotros tenemos un grupo de WhatsApp entre los colegas y al final nos comunicamos mucho a través de vídeos. Es decir, en vez de mandarnos un audio, muchas veces nos mandamos un vídeo en el curro. Y lo hacemos de esa manera, con esa naturalidad, un poco viviendo lo espontáneo, es una forma en la que la comunicación es bastante verdadera. Aprovechamos un poco ese canal para algunos de los vídeos y contar el proceso de esos meses en los que Andrés falta o los que se han ido fuera y están trabajando para pagar la condena al juicio.

Y dada vuestra relación con ellos, ¿cómo ha sido el proceso para vosotros como creadores?

Nacho A. Villar: Ha sido un proceso muchísimo más duro que trabajando con actores, en el sentido de que las cosas que ocurren nos tocaban y nos dejaban jodidos. Estamos hablando de un colega preso, de la posibilidad de que otros cuatro entren en prisión. Pues bueno, al final digamos que las emociones estaban a flor de piel todo el rato y no es en ese sentido un rodaje al uso, sino que se tornaba entre lo personal y las ganas de hacer una película, como que iban de la mano

Está presente también el clasismo, desde el vestuario que se tienen que poner para ir a un juzgado hasta cómo para la policía siempre son sospechosos

Luis Rojo: Esto es una cosa que atraviesa realmente la película, no solo en el vestuario del juicio, que también, por supuesto, sino en cómo un grupo de amigos se arma, se refuerza y se apoya unos a otros para poder enfrentarse a algo que de otra manera sería hostil.

Nacho A. Villar: Al final vivimos en una sociedad clasista y todavía racista y ya no solamente son las pintas, sino es la piel con la que has nacido. Realmente a la mayoría de estos chavales los paran habitualmente por la calle, yendo con su novia, saliendo a comprar el pan, haciendo cualquier cosa, les paran como sospechosos de pandilla, les paran como sospechosos de cualquier cosa que a la policía se le pueda ocurrir. Entonces, claro, hay una preocupación, tú vas a un juicio y vas cagado de miedo y vas lo más arreglao posible pensando que es la única manera en la que la jueza quizás pueda escuchar tu relato y darlo como válido.

Luis Rojo: Y además, cuantos menos grados de libertad vas teniendo, más se exagera esto. Por ejemplo, en las instituciones penitenciarias, cuando tú entras siendo colombiano, independientemente del delito que hayas cometido, te meten con colombianos. O sea, hay una segregación total. Desde la justicia, desde la institución.

La película también se mueve en una paradoja. Es un grupo de amigos también unido por esa condena

Nacho A. Villar: Claro, les mantiene unidos con la amenaza de poder romperlos del todo. Porque al final lo que hace y lo que provoca la justicia en este sentido es un enfrentamiento entre algunos de ellos que realmente de otra manera quizás no lo hubieran tenido. Al final las familias se pelean, las familias se quieren y lo más importante en este caso es que la familia, como decía Luis, es una una estructura de defensa. Es una red de apoyo fundamental sin la cual, viniendo de una clase más desprotegida, pues ahí sí que estás completamente indefenso, por lo menos teniendo el apoyo de gente que te quiere y de gente que te va a echar un cable, el trago se hace más llevadero.

En ese entorno que muestra la película, la familia es una construcción

Por supuesto.

Como elemento de resistencia social

Nacho A. Villar: No es el caso de todos, pero muchos de los chavales evidentemente vienen de familias desestructuradas, familias que en algunos casos no viven en el mismo país. Y realmente son chavales que han sufrido desde que llegaron aquí con muy pocos años o desde que nacieron siendo de otro color. Nata, por ejemplo, que es negro, nació aquí en Madrid. Es madrileño de nacimiento y ha vivido el racismo en los colegios, en las calles, y eso hace que al final se hayan ido juntando para protegerse como un hermano protege a su otro hermano. Cuando le hacen bullying o le hacen cualquier cosa, estos chavales se juntaron en un grupo para que nadie les pudiera abusar de alguna manera.

¿Cómo fue grabar cuando veían las cámaras o estaban acostumbrados? Vivimos en una sociedad muy mediatizada

Luis Rojo: Fue un proceso que duró en el tiempo, porque fueron dos rodajes y hubo también una evolución, y fue un proceso catártico para todos en el que fuimos aprendiendo. No hubo nunca una sensación de violencia ante la cámara o de desconfianza. Siempre hubo esta entrega y esta situación muy cómoda, pero sí ha habido un trabajo de ir aprendiendo a entender la cámara y a saber también ellos que dar y cómo estar.

Nacho A. Villar: Sí, pero también hay que decir que con la mayoría de ellos ya habíamos trabajado. Es decir, los actores con los que solemos contar suelen ser colegas nuestros, la verdad es que curramos mucho con no actores y en concreto con estos chavales, para muchos de ellos no era la primera vez. Al mismo tiempo, también la cámara tiene ese poder transformador, no solo les pasa a ellos, sino que a cualquiera de nosotros. Igual que ahora mismo que me pones un micrófono delante, tengo que pensar lo que digo y cómo lo digo. Cuando tienes una cámara delante también piensas cómo te quieres expresar ante ella, lo cual quizás es la parte más de ficción de una película en la que todo es real.

Y trabajáis mucho el fuera de campo y el sonido, está muy cuidado

Nacho A. Villar: Al final el sonido es otro rodaje, genera siempre, resignifica las imágenes, les da una amplitud y les da una expansión que de otra manera no sería posible. A nosotros nos gusta cuidar bastante el sonido, nos gusta que el sonido te evoque sensaciones, estados de ánimo y te lleve a atmósferas que realmente la cámara no puede plantear, muchas veces no las recoge el cuadro.

En el acercamiento a estas historias de barrio, de extrarradio, también hay un cine de autor que lo hace desde una fascinación estética más que desde una transparencia con el relato, ¿qué pensáis de esto?

Nacho A. Villar: Al margen del trabajo horizontal, hay que ser cuidadosos y hay que saber desde dónde se habla. Muchas veces estos acercamientos desde la fascinación no sé si hacen un flaco favor a la gente que retrata. Ya hemos visto todas las películas en las que se ensalza la violencia del barrio o esa parte cruda, chunga, delincuencial, eso lo tenemos muy visto. Lo que tenemos menos visto es cómo estos chavales se cuidan y la dimensión humana que tienen, no son como un personaje estereotipado que sale a la calle a encararse, a buscar gresca con el que pille. El cine que nos gusta y en el que confiamos es un cine que se aleja de ese sadismo y que realmente utiliza este arte como una herramienta humanista cuando estamos hablando de determinados barrios.

Luis Rojo: Sí, yo creo que esa fascinación de la que hablas, que es la mitología del barrio, al final también es un poco una perversión ideológica. Y de hecho nosotros para poder hablar de esta realidad lo que hemos hecho ha sido no meter un solo bloque de edificios.

Y además ya no solo es una fascinación de un cierto cine de autor, también de una parte del público o la crítica que contempla estas historias como algo exótico

Nacho A. Villar: Hay que entender que tanto Luis como yo vivimos en barrios obreros. Entonces lo que nos rodea es aquello que ellos cuando vienen un día les fascina. Entonces hay una parte ahí en la que nosotros no hablamos de nada exótico, hablamos de algo cotidiano y hablamos desde un lugar donde queremos poner al espectador en un lugar en el que de otra manera quizás no estaría, no pertenecería, en el que no tendría lugar esa conversación. La única manera de que no haya una fascinación perversa, de que no haya una mala interpretación de los códigos y de las vivencias de los barrios, es el diálogo, el conocerlo realmente. Si tú haces un discurso sobre cierta clase social sin preguntar a esa clase social y sin formar parte de esa clase social, pues muchas veces al final evidentemente vas a acabar en clichés y vas a acabar en lugares de dudosa moralidad.

Luis Rojo: Yo creo que también es importante el concepto de devolución, como que la película no sea una cosa que tú sacas del barrio y que llevas a otro sitio, sino que sea un proceso en el que todos crecemos juntos, en el que se ayudan unos a otros. Y la película, en este caso en concreto del metraje, lo que empieza en el minuto uno y acaba en el minuto 88 es una parte de la mala familia, pero no es el principio y el final.

¿Y es aún más difícil levantar una película desde el barrio?

Nacho A. Villar: Bueno, hay que ser sinceros. También nosotros hemos estudiado. Es decir, Luis estudió Bellas Artes en la Complutense. Yo estudié cine y por lo tanto hemos tenido acceso a esas herramientas, es decir, las conocemos, eso lo hace un poquito más fácil. Yo cuando terminé la ECAM me fui a trabajar a un call center, estuve un año y medio de teleoperador y de portero en una discoteca y haciendo muchas más cosas hasta que pude producirme mis otros trabajos. Las películas cuesta levantarlas siempre. Evidentemente las primeras cuestan un poco más. Nosotros quisimos presentarnos a todo un circuito de ayudas, talleres, labs y pues ser muy persistentes y muy pesados con los inversores para que creyesen en nuestro proyecto y nos dejasen realizarlo. Yo creo que hoy en día cada vez más vamos a asistir, igual que estamos asistiendo a que grandes directoras empiecen a hacer cine, también vamos a asistir a que las clases que antes no pertenecían o no se les dejaba entrar en la cultura, empiezan a hacerlo desde el cine también. Hoy en día con un móvil ya puedes empezar a grabar, a encuadrar y puedes empezar a tener un gusto o una manera de expresarte desde el audiovisual. Las nuevas generaciones están creciendo con eso, con lo cual yo soy bastante positivo. Nosotros haremos lo que podamos desde donde estamos, lo que podamos también por echar un cable a que toda la peña que quiera hacer cine y le cueste un poquito más tenga acceso y sienta que es un lugar en el que también pueden transitar.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 

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