"No teníamos nada y estaba todo negro": percebeiros, voluntarios y vecinos de Muxía recuerdan cómo vivieron el Prestige cuando se cumplen 20 años de la catástrofe
El equipo de Hora 14 se ha desplazado a los diferentes puntos de Muxía para hablar con algunos de los protagonistas que vivieron el desastre medioambiental
Programa especial Hora 14 desde Muxía por el 20 aniversario del Prestige
18:15
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Galicia
Se cumplen dos décadas del mayor desastre medioambiental de España: el Prestige. Hace 20 años, un día como hoy, el petrolero se hundía frente a las costas gallegas, dejando huellas imborrables para la historia ecológica de España. El equipo de Hora 14 ha querido conmemorar la fecha tan señalada y homenajear a todos los protagonistas que vivieron los días más agónicos de sus días. Pescadores que se quedaron sin trabajo, familias que no tenían que comer y un estallido social sin precedentes. En este programa especial vamos a recordar las lecciones aprendidas y contaremos en directo cómo ha evolucionado la zona durante estas dos décadas.
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Aquel miércoles del año 2002 había temporal en la costa de Galicia. Las olas llegaban a los ocho metros y esas condiciones fueron las que condenaron a muerte al Prestige. Con el casco del barco partido en dos, 63.000 toneladas de petróleo se vertieron al mar, llevándose por delante toda la vida marina que encontraron a su paso, y toda la que consiguieron alcanzar en la costa. La catástrofe provocó una agitación de conciencias muy fuerte y hasta 300.00 voluntarios de toda España se reunieron en Muxía para arrimar el hombro en el peor momento e intentar salvar las playas y el mar.
"Lo recuerdo con un agobio terrible, el mar estaba lleno de mierda"
Algunos de esos voluntarios, pescadores, vendedores en lonjas y marineros han querido acompañarnos en este programa especial para contarnos cómo vivieron la tragedia y qué han aprendido de esos días infernales. El patrón mayor de la Cofradía de pescadores de Muxía desde hace 12 años, Daniel Castro, fue uno de los primeros en llegar al mar después del accidente. "Lo recuerdo con un agobio terrible, el mar estaba lleno de mierda. Tú ibas navegando y te encontrabas toda la mierda, los barcos manchados, los aparejos, las ruedas, todo", recuerda Castro. Sin embargo, a pesar de los momentos "tan horribles", ha aprendido una lección importante: "Nos enseñó que el mar es recuperable y que a toro, toreado".
El petróleo se comió las playas gallegas y después llegó a las asturianas, a las cántabras y a las vascas. El chapapote extendió sus tentáculos por la costa, pero también por las profundidades del océano. Las toneladas de fuel expulsadas por el Prestige tuvieron graves consecuencias en 1.137 playas y 2.980 kilómetros de costa. Esto provocó que miles de voluntarios retirasen cerca de 91.000 toneladas de arena para su limpieza y solo durante los seis primeros meses se concentrarían más de 23.000 aves cubiertas de fuel, aunque se vieron afectadas entre 115.000 y 130.000 aves en total.
Se estima que en los fondos marinos se depositaron cerca de 500 toneladas de petróleo que afectaron sobre todo a percebes, mejillones y lapas. Ahora, 20 años después, Galicia se ha recuperado de esta catástrofe, pero los expertos avisan. "Los primeros tres años se volvieron a los niveles iniciales en cuanto a concentraciones en sedimentos", explica la investigadora del Instituto Oceanográfico de Vigo, Lucía Viñas. "Está claro que zonas concretas donde cayó más fuel o la mortandad fue masiva, la recuperación fue peor y no se descarta que años después de hundimiento el Prestige siga expulsando material", añade.
La rabia y el dolor movió a los voluntarios
La catástrofe medioambiental que supuso el hundimiento del Prestige removió conciencias: 300.000 voluntarios llegados de todos los puntos de Galicia, de España e incluso del mundo vinieron a ayudar a recuperar las playas y el mar. Una de esas voluntarias fue Sole que tenía 29 años y estaba en Extremadura. Le movió la "rabia" y el "dolor" para calzarse las botas y plantarse en las playas para limpiar el fuel. "Básicamente, la rabia por la desinformación, el dolor de que mis amigos me contaban como estaban aconteciendo todo aquí en la costa y la indignación máxima de que veía gente que salía a las calles a limpiar con sus guantes de fregar la loza y me fui para ahí", cuenta.
"Me encontré mujeres que iban a la playa a limpiar con guantes, con botas, que llevaban cubos o todo lo que les valiera y cuando salían no sabían donde ponerlo, no teníamos protección, no teníamos nada. El olor era tremendo y estaba todo negro", recuerda, aunque si volviera a pasar algo similar, Sole no tiene tan claro que ahora volviera a haber tanto voluntariado. "Después hubo mucha decepción porque en las elecciones volvió a salir el partido que condenó a Galicia a una marea negra", asegura.
La angustia de los percebeiros
El daño en la vida marina de aquel 2002 se trasladó también a lonjas y a pescaderías: no había pescado para vender, y uno de los motores económicos del norte de España se paralizó por completo. La lonja de Muxía es un lugar en el que a día de hoy hay tanta actividad que parece mentira que hace 20 años el petróleo se lo llevase todo. Ahora se descarga mucho pescado de calidad que surte las cocinas de Galicia y de fuera de la comunidad. "Estamos intentando que se conozca nuestro percebe, registramos la marca para que sea conocido en toda España y estamos haciendo campañas de promoción y enseñando el percebe que al final es el oro atlántico. Ahora no hay chapapote negro, hay oro atlántico", cuenta el presidente de los percebeiros de Muxía, Santi Pérez.
"Al principio, la primera semana vimos todo muy mal, pero después cuando vimos que el percebe solía estar en las playas y en buenas piedras, no había chapapote, no sé si eran las algas o los temporales que hubo esos días porque fue un invierno muy duro. Pero vimos que el chapapote no se pegaba y nos tranquilizó sobre todo en marzo cuando seguimos limpiando y vimos que había percebe y que no moría. Eso nos tranquilizó mucho", relata.
Muchos profesionales que se dedicaban a la pesca y a los que la vida se les paró con el naufragio. La lonja de Muxía sufrió mucho, pero supo recomponerse y el marinero Lucas Tova explica que era presidente de la asociación de percebeiros cuando ocurrió el desastre. "En un principio no sabíamos que iba a a llegar así ese chapapote, estábamos pendientes del barco, lo teníamos cerca y al principio era un poco de suspense y no sabíamos lo que se venía encima", recuerda.
Tova acaba a de tener una hija y esperaba a otro en camino. Además, se acaba de comprar una casa con su familia y esta situación le desbordó. "Acababa de firmar una hipoteca y vivíamos exclusivamente del mar. Al principio estábamos agobiados hasta que llegaron las ayudas que llegaron rápido y fue lo fundamental para que no hubiera problemas en el pueblo", cuenta.
La inacción política
El rastro que dejó el fuel, el petróleo también fue político: la gestión y los errores cometidos desde el gobierno de José María Aznar en Madrid y desde la Xunta de Manuel Fraga durante y después del hundimiento del Prestige, provocaron una ola de indignación que llevó a miles de personas a la calle bajo el lema de Nunca Máis. Y también provocó cambios en la normativa marítima para los buques que transportan mercancías peligrosas.
A nivel judicial, solo el capitán, Apóstolos Mangouras, fue condenado por un delito ambiental, y ahora España mantiene todavía un pleito abierto con la aseguradora del buque por las compensaciones económicas. Y la pregunta es: ¿podría hoy producirse otro Prestige? El riesgo cero no existe y cada año pasan por las costas más de 8.000 barcos con mercancía peligrosas. Se ha ampliado la distancia de navegación y sobre todo, se prohíbe la navegación a buques monocascos, y la presión social fue determinante.
La manifestación del 1 de diciembre de 2002 en Santiago fue multitudinaria y fueron muchos días de medidas erráticas e improvisaron que agravaron el desastre. Rajoy aseguraba que no había peligro de que las mareas afectaran a la fauna marina y hubo más despropósitos como la loca propuesta de bombardear el barco o culpar a Portugal.
¿Y qué saben los más pequeños?
Los más pequeños también tienen cabida en esta historia, aunque no hubieran estado presentes. Tienen la labor de concienciarse sobre los desastres medioambientales y evitar que en un futuro vuelva a producirse algo semejante. Ellos no lo vivieron, pero les han contado lo que pasó y así lo recuerdan ellos: "Cuando el Prestige se partió, vino mucho petróleo para Muxía, para las playas y no se podían bañar. Vino mucha gente para ayudarnos a limpiar todo". "Además, nos ayudaron a recoger ese chapapote y se les llamaba marea blanca por ir todos vestidos de blanco y que Muxía fue zona cero porque fue el primer lugar en llegar el chapapote". Son Estela y Manuel, vecinos de Muxía, de 12 y 8 años.
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