Vuelvan los que se fueron

Madrid

Cuando llegó la crisis de 2008 hubo una idea que se fue extendiendo entre la opinión pública, la clase política y los medios: que ya que había estallado la burbuja inmobiliaria y las cifras de paro estaban disparadas, los últimos en llegar tenían que ser los primeros en irse. Y se asumió la lógica de que los inmigrantes se fueran a buscar el pan a otra parte. Esta forma de entender la inmigración como algo utilitarista y temporal estaba muy presente en la derecha, pero resultó ser el gobierno del PSOE de entonces el que difundió una infame campaña titulada plan de retorno voluntario para animar a los trabajadores extranjeros a volver a sus países de origen. Miles de familias se vieron obligadas a re-emigrar porque, por muy bonita que fuera aquella publicidad, para la mayoría no había ningún lugar al que regresar.

Conozco a algunas de estas personas, que entonces asentadas desde hacía tiempo en España, y el inmenso esfuerzo que supuso para ellas tener que coger de nuevo las maletas y trasladarse más al norte, en busca de nuevas oportunidades. En realidad aquí no sobraba nadie porque las personas somos algo más que mano de obra y al instalarnos en un país, poco o mucho, algo de afecto le cogemos al entorno. Más cuando se trata del lugar en el que te han nacido y crecido los hijos. Ahora parece ser que vuelve a faltar personal para algunos sectores que se quedan con puesto de trabajo sin cubrir y de nuevo se hará un llamamiento para llenar esos huecos.

La inmigración es una necesidad de esta sociedad, pero los discursos que se difunden sobre la misma siguen presentándola como una amenaza o, en el mejor de los casos, como un favor que se le hace al que viene. Dejemos de llamarla problema de una vez y pasemos a nombrarla por lo que es: riqueza y futuro.