La ley del sí es sí nació del intenso debate social que provocó la sentencia de La Manada, porque los magistrados no apreciaron ni violencia ni intimidación cuando cinco hombres acorralaron a una joven en un rincón y la sometieron a todo tipo de abusos y violaciones. La ley nació para definir qué es el consentimiento sexual y proteger a las mujeres de lecturas sesgadas por el machismo sobre su comportamiento. No era su intención inicial subir ni bajar las penas, sino definir mejor la violencia sexual. La ley es una realidad y, al mes de entrar en vigor, al revisar condenas al amparo de la nueva definición de los delitos, al menos en una quincena de casos, se han rebajado las penas a delincuentes sexuales y ya hay dos excarcelaciones; este no era el objetivo de la ley. Habrá que convenir que algo no se ha hecho bien. El caso de La Manada es el ejemplo de que hay jueces que no tienen perspectiva de género. Habrá que convenir que la ley debió de redactarse y blindarse para evitar distintas interpretaciones. No está siendo así. Algo se ha hecho mal y urge que sus responsables lo admitan y que corrijan lo que tengan que corregir para que las víctimas no se sientan indefensas, porque su protección sí es el objetivo de la ley.