"¿En qué te influye a ti que sea un chico o una chica?": la historia de Julia y Pete, dos familias ante la ley trans

Este miércoles 30 de noviembre la Ley Trans llegará al Congreso de los Diputados en medio de un ambiente enrarecido. El pasado lunes el PSOE se abrió a negociar con el PP enmiendas a la futura ley mientras que Unidas Podemos, ERC, PNV y Más País apoyan el proyecto original de Irene Montero. Este martes La Ventana no ha querido dejar pasar la ocasión para debatir sobre la ley y escuchar la historia de dos familias con hijos que decidieron comenzar su transición: Julia y Pete. María, la madre de Julia, nos cuenta que fue en el colegio donde su hija empezó a tener dudas. Una profesora les contó en clase que el sexo no es binario y que no está en el cuerpo sino en el cerebro. En concreto, a ella le dice que si le gustan las matemáticas y vestir ropa cómoda es porque tiene un cerebro masculino. A esto se unió que ella, en ese momento, tenía dudas sobre su orientación sexual y creía que podía ser lesbiana. Entonces llegó a la conclusión de que todos sus problemas de encaje social surgen porque su cuerpo es un error y ella es un chico«, así lo explica la madre. Julia, planteó este dilema a la familia »de repente y equivocadamente pensó que se lo iban a tomar mal. Nada más lejos de la realidad, hasta el punto de que a Julia le pilló desprevenida el apoyo de sus padres. «Mi marido y yo la abrazamos y le dijimos que siempre íbamos a estar con ella. Esto la desconcertó porque en redes sociales les cuentan que lo más probable es que sus padres no lo acepten. Mi hija empezó con una psicóloga que se centró en tratar sus problemas subyacentes, básicamente su falta de autoestima y su falta de encaje social». No habla del tema trans con ella. Y en unos meses Julia desiste. Ella tiene claro que aquello fue una confusión debida a una situación de tristeza, de depresión, de no encontrar su sitio«, dice María. »Un caso que ejemplifica bastante bien los casos que nos están llegando a agrupación Amanda, que pide una ley prudente con los menores. «Una niña con 13 años no tiene madurez para decidir sobre tratamientos que ella nos pidió en ese momento, hormonación, cirugía, mastectomía, y, claro, ella no es consciente de que esos tratamientos no tienen marcha atrás. No tiene madurez para valorar eso», recalca María. Con dos años ya no quería que le leyeran cuentos de princesas. Pete era más de Mowgly y de Simba y se sentía ridículo con falda. «En realidad se identificaba más con el género masculino que femenino», cuentan sus padres , que decidieron dar el paso sobre todo después de una noche en la que Pete se levantó llorando porque estaba harto de esa situación y quería contarlo ya en el colegio. Y dicho y hecho. A los seis años hizo el tránsito social. Se lo dijo a profesores, a compañeros, a su familia. Se cortó el pelo, se compró ropa de chico y pintó con su padre la habitación de azul. «En el cole me preguntaban de todo, qué como sabía que era chico, que si me bajaba la regla. Ya me hartaba de dar tantas explicaciones», nos cuenta Pete, que en este momento está con bloqueadores hormonales de la pubertad. Sobre el tratamiento hormonal tiene dudas. «Por lo del pecho sí pero que me salga barba y nuez no me gustaría», nos dice mientras su madre añade: «Tampoco es absolutamente necesaria la hormonación. Hay muchas personas trans que no se hormonan porque no es imprescindible. Sobre el tema de la operación, siempre que hemos hablado, él me dice que le gusta su cuerpo». El papel de las asociaciones es fundamental. Ellos están en Euforia, entidad estatal que lucha por la igualdad de las familias trans, y que no está de acuerdo con que los menores de 14 a 16 años necesiten el aval de un juez para cambiar de sexo en el registro civil. Ajeno al ruido mediático, Pete se ha informado de la ley que se debate en el congreso y reflexiona. «¿Por qué se tienen que debatir mis derechos? No lo entiendo». Y se pregunta, «¿En qué te influye que yo sea un chico o una chica? Lo único que te debe importar es que yo viva bien. Vivo guay y ya está». Así finaliza Pete su relato. Marcelino Gómez, experto en Identidad y Diferenciación Sexual con 20 años de experiencia, se ha pasado por el programa de Carles Francino para aportar otra visión a este asunto. Gómez opina que una cosa es la autodeterminación de género y otra los cambios registrales que puedan derivarse de este sentimiento. «Como médicos no somos quiénes para opinar sobre temas legislativos», apunta. Señala que los tiempos han cambiado y las personas trans también. «Ahora hay mucha menos disforia. Las personas buscan cambios administrativos, consejos y acompañamientos psicológicos», explica. Opina que el constructo identitario es fluido y que «la identidad de las personas nunca deja de formarse» y que «la transexualidad infantil existe», es una realidad innegable. Cuenta que cuando un menor les pide modificaciones corporales, muchas veces irreversibles, se realizan análisis pormenorizados del ecosistema en el que vive, si se confunde la orientación con la identidad o qué circunstancias condicionan su demanda. El objetivo de estos estudios es evitar las destransiciones «que son muy dolorosas», aunque en España no llegan al 2%. El experto está a favor de todo lo que sea ampliar los derechos sociales de las personas trans. Sin embargo, lamenta que, debido a que las competencias están transferidas, las personas trans no vayan a tener los mismos derechos en todas las comunidades autónomas y que la ley no precise más la edad a la que se pueden cometer intervenciones médicas para que los facultativos se encuentren más protegidos.

"¿En qué te influye a ti que sea un chico o una chica?": la historia de Julia y Pete, dos familias ante la ley trans

Pete tiene 10 años y desde los dos ya quería ser chico. Hizo el tránsito social con seis años y ahora está con bloqueadores hormonales. Caso distinto al de Julia, quien con 13 años le planteó a sus padres el cambio de sexo y a los meses desistió

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