¿Puede un gobierno del siglo XXI permitirse ser moderno y rancio al mismo tiempo?

Madrid

Yo quería hablarles hoy de la contradicción que observo en el frenesí legislativo del Gobierno. Al tiempo que el Ejecutivo pretende liberarnos de las fronteras del cuerpo a través de la Ley Trans, reforma también los delitos de sedición y malversación para favorecer a quienes buscan levantar otro tipo de fronteras. Resulta bastante paradójico que, en tiempos de género fluido y poliamor, se atiendan con tanto esmero las exigencias de quienes abogan por la nacionalidad estanca y el patriotismo binario.

Según el Informe de la Juventud en España de 2020, uno de cada cuatro jóvenes no se identifica al cien por cien como hombre o mujer. Ahora bien, si ese joven ha nacido en Hospitalet debe saber que hay quien cree que está obligado a definirse como catalán o español, algo que, entre otras cosas, está un poquito pasado de moda.

Hasta el miércoles, yo pensaba que las preguntas fundamentales sobre este asunto eran: ¿Puede un gobierno del siglo XXI permitirse ser moderno y rancio al mismo tiempo? ¿No es como si Pedro Sánchez añadiera a su impecable look slim fit una riñonera? ¿Tanto le costaría al presidente añadir a Los Javis a su equipo de asesores en política territorial? Pero después de la maniobra del Partido Popular recurriendo al Constitucional, añadiría otra cuestión aún más urgente: si el PP jugara un mundial y lo perdiera, ¿alguien duda de que intentaría prohibir el fútbol?