El Barça besa la gloria de la Supercopa arrasando al Real Madrid

El Barcelona, en el desierto. 21 meses sin sentir grandeza, sin levantar un título y enterrado en la pena. Palancas, fichajes, pero ni juego ni títulos a los que aferrarse. Cuando la filosofía titubeaba hasta en Xavi, ha sido el equipo y el propio entrenador quienes han puesto las promesas en el altar que hasta ahora, parecía vacío. Barça y Real Madrid no se cruzaban en una final a partido único desde la final de Copa del 2014. Pero sólo uno le puso el sentimiento que merecía el partido en Riad. Los azulgranas pasaron por encima en un clásico en el que los blancos bailaron al son de su paso. El Barça se lleva la Supercopa con total autoridad, con los goles (y el fútbol) de Gavi, Pedri y Lewandowski (1-3).

Solo el Barça mostró sed de Supercopa

Xavi se jugaba el ser o no ser. La primera bala de plata de su proyecto. Ancelotti tenía en sus espaldas la presión que conlleva el peso de la vitrina del Santiago Bernabéu y la leyenda de las finales que eso conlleva, sean donde sena, en Riad, París o Lisboa. Los dos salieron con cuatro centrocampistas, con el Barça con De Jong y Busquets compartiendo altura en un doble pivote, con Gavi caído a la izquierda y Pedri cerca de Dembélé; y el Real Madrid con Camavinga de interior junto a la plana mayor (Kroos pivote y Modric interior). La cita le transmitía cierto vértigo a ambos. Pero pasados diez minutos, el tanteo se acabó.

Lewandowski no logró colocar entre palos un centro de Gavi. En su primer contacto en la caja de los goles se activó y preparó la pólvora. Con su primer cañonazo probó a Courtois hasta obligarle a firmar una parada de campeonato. El belga se ayudó del palo para evitar el 0-1 tras la jugada que Gavi y Pedri habían fabricado. El canario filtró hacia el andaluz, que caracoleó hasta el área, donde el 9 recogió y pegó fuerte abajo. El rechace de Courtois quedó en la nada después de que Balde la empalase fuera. Todo el alma que tiene para proyectarse le falta para definir. Rápidamente respondería Benzema el envite de los 9 con un cabezazo al que le sobró colocación.

El partido fue cogiendo ritmo, con Barça y Madrid respondiéndose, pero el pulso cayó del lado azulgrana. Los hombres de Xavi reeditaron su puesta en escena de los últimos días, pero subiendo la apuesta hasta firmar los mejores minutos de la temporada ante el coco de las finales y el escenario de los títulos. El Barcelona defendió hacia delante, movió el balón con velocidad y sentido al tiempo que masticaba los ataques hasta castigar la grieta que Gavi iba encontrando, y después explotando. Su dominio se convirtió en buen juego, minimizando al Madrid hasta dejarlo atrás, esperando y fallando fruto del desconcierto que ahora transmite su defensa. El primero en caer fue Rüdiger, espoleado por la presión de Busquets, que recuperó y filtró hacia el área, donde Lewandowski siempre espera y hoy sí, acierta, viendo el desmarque de Gavi, que apareció como un relámpago para cruzarla y poner el 0-1 con serenidad. De Lewandowski a Gavi y de Gavi a Lewandowski. El segundo gol se gestó con una combinación en la que De Jong hizo picar a Militao, quien saltó y desprotegió su espalda, la que inmediatamente Gavi pisaría para asistir el remate a placer de Lewandowski a los 44 minutos.

Gavi y Pedri aromatizan y coronan al Barça

Con la ventaja, al Barcelona le tocaba demostrar que el olor a metal no le pesaba. Y no lo hizo. Pedri y Gavi conectaron como nunca, con el de Los Palacios entregándose a todo lo que se aconteciese y sometiendo a Carvajal en su costado. Del mismo modo que Araujo cortó el grifo a Vinicius. El repaso del Barça era categórico, jugaba en campo rival y Busquets disfrutaba como Luis Enrique prometía y demostraba en la Selección. Después de mucho tiempo, Xavi despojó a Busquets (y él mismo) de las tinieblas que le rodeaban y le construyó el contexto. El técnico necesitaba una noche así.

La excitación que despertaba lo azulgrana era resignación en blanco. Ni la categoría de final despertó al Real Madrid, que sigue socavado desde el Mundial, en el que físicamente se quedaron Carvajal, Rüdiger o Valverde. Ni la entrada de Rodrygo al descanso por el aún tierno Camavinga (en su papel de titular) ni los cambios posteriores cambiaron las cosas. Los errores se conviertieron en goles, no había energía para contestar y los alaridos de valentía más que empujar, le hacían recular cuando el Barça lo cazaba con espacios. Dembélé y Balde explotaron las transiciones, llevando a Courtois a agigantarse en los mano a mano a los que era entregado por sus compañeros. El portero belga fue quien evitó que la goleada fuese aún más sonrojante.

El Barça le había tomado la mano al partido hasta el punto de dejar detalles que recordaban a exhibiciones de hace más de una década. Gavi y Pedri, lejos de conformarse, seguían bregando, liderando, dibujando y dándole color a la primera obra maestra de Xavi en el banquillo, y fue con el balón como centro neurálgico del mismo. Ellos crearon y ellos ejecutaron. Como en el 0-3, donde el andaluz volvió a recuperar y definir el desenlace de la jugada esperando a que su media naranja metiese el dedo en la llaga a falta de veinte minutos. Gavi acabó como MVP, postulándose como líder con un gol y dos asistencias. 18 años que rebosan fútbol y personalidad de forma fascinante. Y lo que le queda. Es partido y día para que Xavi ponga en bucle el partido. Aunque pocos días se encontrará a un Real Madrid tan superado futbolística y emocionalmente que solo mostró amor propio en el descuento con el gol de Benzema. La sequía queda atrás. El Barça vuelve a ser Supercampeón.