Internacional

Los talibanes de Afganistán cortan las manos a cuatro acusados de robo y azotan a cinco por homosexualidad

La flagelación y amputación de los miembros a las nueves personas condenadas se ha llevado a cabo públicamente en un estadio de fútbol ante la mirada de cientos de espectadores

Un joven con las manos vendadas en un hospital de Afganistán / MOHSEN KARIMI

Madrid

Nueve personas han sido públicamente azotadas con un látigo este martes en un estadio de fútbol tras ser acusadas por las autoridades talibanes de Afganistán de robo y homosexualidad. Según indican funcionarios de la administración afgana en el exilio, a cuatro de ellas también se les han cortado ambas manos.

El estadio Ahmad Shah de la provincia de Kandahar ha sido escenario del castigo infligido por los talibanes sobre nueve hombres, que recibieron entre 35 y 39 latigazos, un escarmiento que vuelve a aplicarse en Afganistán tras la llegada de los fundamentalistas hace año y medio, a pesar de la condena de la comunidad internacional.

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La cadena afgana Amu TV ha publicado unas imágenes en las que se puede ver cómo cientos de personas, entre ellos muchos altos cargos locales del Gobierno interino de los talibanes, asistían a los castigos que han sido impuestos por el Tribunal Supremo que controlan de los talibanes. El uso del daño físico como condena procede de la sharía, que es la interpretación más estricta de la ley islámica y que ya fue sido utilizada para el ajusticiamiento en un pelotón de fusilamiento de una persona el pasado mes de diciembre.

Imágenes de los ciudadanos afganos flagelados tras ser acusados de robo y sodomía

La irrupción de los talibán en Afganistán ha sido vista con preocupación en la comunidad internacional, que por el momento no ha reconocido el nuevo gobierno liderado por los fundamentalistas. Los líderes islámicos que gobiernan el país han incumplido todas las promesas relativas al respeto de los derechos humanos de sus ciudadanos que hicieron cuando llegaron al poder.

Sin embargo, desde que recobraron el poder han ido decretando sucesivamente nuevas leyes para impedir el acceso a la educación de niñas y mujeres, así como normas que impiden disfrutar de la libertad de movimiento, o, incluso, trabajar para organizaciones humanitarias, de las que dependen para sobrevivir la práctica totalidad de la población afgana.

 
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