La influencia de la consciencia en la vida y en los sueños

Los escritores conocen el poder del inconsciente por la llamada Teoría del Iceberg acuñada por Ernest Hemingway:

“Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua.”

Aplicado a la mente, la parte que emerge a la conciencia es aún más pequeña, se ha calculado un 5%. Por tanto, se hablaría de un 95% para el inconsciente, y un 5% para el consciente.

El 95% de las cosas que hacemos son hábitos, automatismos, acciones y pensamientos que una vez aprendidos ya no hace falta volver a procesar. Por lo tanto, ese 95% de las actividades que se hacen a diario serían inconscientes, es decir, van en piloto automático. Así pues, para lograr cambios en la vida, hay que hacer emerger la parte hundida del iceberg. Para ello hay cosas que se pueden hacer a través de la observación, por lo que respecta a los hábitos, pero hay contenidos inconscientes que están mucho más ocultos bajo la conciencia.

En el caso de los sueños, para Freud son la realización de deseos inconscientes y los llamó el retorno de lo reprimido. Pero en general, lo que sucede es que esos deseos (pulsiones) aparecen "disfrazados" en el sueño: una persona parece ser alguien, pero no lo es; un sitio simboliza otro; etc. Los sueños están cargados de simbología y eso varía según cada persona, su propia historia y conflictos. Los sueños parecen no tener un sentido, pero lo tienen. Solo que éste se escapa de lo que conscientemente se puede comprender.

Los actos fallidos, como intentar decir 'yo cedí', en lugar de 'yo decidí', para Freud también son una forma en que el inconsciente manifiesta algo de sus deseos reprimidos.