La pesadilla de Vania: una portuguesa con familia en España clama para ser repatriada urgentemente desde Siria

Vania Tamara Meireles Lopes malvive en el campo de detenidos de Al Roj, al norte de Siria, bajo una tienda de tela, enganchada a un gotero, lleva meses recibiendo antibiótico en vena por culpa de una infección de orina crónica que arrastra desde hace cuatro años. Su estado de salud es muy débil "no es nada fácil lo que estoy viviendo aquí. Hace ya cinco años que solo repito una cosa, quiero irme con mi madre a España, para empezar una vida nueva, para que mis hijas vayan al colegio y dejar todo esto atrás", relata entre lágrimas, a través de una nota de voz en WhatsApp.

Lleva atrapada en ese campamento desde hace un lustro, acabó allí junto a sus dos hijas, Eya Cherif de 7 años y Aicha Cherif de 5 años. Pero llegó a Siria mucho antes. Vania, que ahora lleva el nombre de su marido Cherif, viajó a territorio sirio desde Turquía "lo hizo engañada", cuenta a la SER su madre Delfina, "se marchó a Siria en 2015, por entonces trabajaba en el aeropuerto de Ginebra de azafata, allí conoció a su marido. Jamás he visto nada. No vi nada sospechoso. Un día me dijo que se iba de vacaciones a Turquía. Y hasta hoy, desde entonces no he vuelto a ver a mi hija", añade.

Vania está ahora más sola que nunca. Hasta hace unos días, convivía con Yolanda Martínez y Luna Fernández, las dos españolas que han sido repatriadas por el Gobierno español. Desde que dejaron el campo de Al Roj, esta joven portuguesa de 28 años clama ayuda para abandonar Siria porque su situación empeora por momentos, "prefiero sacrificarme, morirme aquí por culpa de mi enfermedad y que mis hijas regresen con mi familia, a salir con ellas y que las pongan en manos de una familia desconocida".

"Mi hija no es yihadista"

En su caso, a diferencia de Luna y Yolanda, Vania no tiene ningún requerimiento judicial, ninguna orden de detención, "mi hija no es yihadista, mi hija no es terrorista", repite insistentemente Delfina, una versión que la Cadena SER ha verificado con la Policía Nacional y con la Audiencia Nacional. Su principal problema radica en su nacionalidad. Su familia vive en España, "yo me crié en Bilbao desde los cuatro años", explica su madre, pero Vania no tiene nacionalidad española, es portuguesa y, ahora mismo, Portugal no repatría a ningún ciudadano desde Siria. Vania tiene otra esperanza, la mayor de sus hijas, Eya, tiene nacionalidad francesa porque nació allí. Esa es ahora mismo su principal baza para abandonar Siria, ha contactado ya con las autoridades francesas para intentar que el Gobierno de Macron la incluya en alguno de los próximos vuelos de repatriación. "No importa lo que hagan conmigo. Solo me importa mis niñas, que no me separen de ellas. Solo pensar que me las van a quitar me paraliza del miedo. No puedo imaginarme ni un momento sin ellas". Sobre todo, le preocupa la salud de su hija mayor, "está enferma del corazón y necesita una operación urgente".

"Mi hija me llamó llorando, 'Ama sácanos de aquí, he intentado escaparme pero los kurdos nos han cogido'", recuerda su madre. Vania mantiene ese tipo de conversaciones fugaces con su familia a escondidas, a través de un teléfono móvil que consigue alquilar para cruzarse mensajes y alguna llamada. La desesperación de esta familia es absoluta, "no quiero perder a mi hija, ya perdí a otras dos en un incendio. No quiere perder más. Estoy desesperada y no sé qué más hacer", lamenta con sufrimiento Delfina.

El campo de detenidos de Al Roj, igual que en el de Al Hawl, está gestionado por las Unidades de Protección Popular (YPG), pertenecientes a las milicias kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), principal aliado sobre el terreno de la Coalición Internacional contra el Estado Islámico, liderada por EEUU.