"El final es un final feliz: yo vencí a Hitler": la voz de los que vivieron el horror del Holocausto nazi en primera persona
El 27 de enero se cumple el aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz y es también la fecha fijada por Naciones Unidas para conmemorar el Holocausto. Han pasado ya más de 80 años desde el comienzo de la barbarie nazi y, aunque la actualidad nos obliga a hablar a menudo del auge de las ideologías fascistas, cada vez resulta más complicado escuchar la voz de los que vivieron aquel horror en primera persona. Irene Shashar es una de esas voces.
"El final es un final feliz: yo vencí a Hitler": la voz de los que vivieron el horror del Holocausto nazi en primera persona
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Madrid
Tenía sólo dos años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Como miles de judíos quedó confinada en el Guetto de Varsovia, de donde consiguió escapar con su madre a través de las alcantarillas. De allí a Francia, a Perú, a Israel…. Un largo viaje hasta poder recomponer una vida que quedó marcada aquel 1 de septiembre de 1939, el día que ejército de Hitler invadió Polonia. Hablamos con ella en Madrid, donde llega invitada por la Casa Sefarad.
¿Cómo era la vida de su familia en Varsovia antes de la invasión nazi?
Soy hija única y tuve unos padres que me querían mucho, deseaban mucho mi llegada. Mi mamá había nacido en Varsovia y conocía muy bien la ciudad. Mi abuela vivía cerca y venía a menudo a ayudar. Esos primeros momentos de mi infancia han sido momentos normales, naturales, felices…
Con dos años yo era una niña que no quería comer, no sabía que un año más tarde iba a estar muriéndome de hambre, y mi abuela se inventó un jueguito: ella abría un paraguas de colores y yo, al levantar la cabeza para ver el paraguas, al mismo tiempo abría la boca; y ahí se me introducía la cuchara con comida. Aún ahora veo claramente ese paraguas de colores. Te cuento esto para explicar que nací en una familia feliz, feliz de tenerme y de verme crecer.
“No sabía que iba a estar muriéndome de hambre”. ¿Cómo se conseguía comida en el gueto?
Era una misión casi imposible. Una vez yo encontré una papa negra, sucia, con la piel. Se la di a mi mamá, la limpió contra su falda y después la partió en dos. Me dio una mitad y me la comí cruda, con su cáscara. Ella tenía tanta hambre como y pensé que se comería su mitad, pero espero hasta que yo terminé la mía y ¿qué crees que hizo con la suya? Me la dio a mí también. Eso es el amor de madre.
¿Guarda alguna imagen de su padre?
Lo que recuerdo de él es verle tendido en el piso blanco de la cocina con pantalones negros, camisa blanca, tirantes… y sangrando por el cuello. Mi madre y yo volvíamos de una de las salidas en busca de comida y lo habían matado. Ella dio un grito que creo que se oiría al otro lado del mundo. Nos echamos las dos encima de su cuerpo y mi codo se empapó en su sangre.
Es la última vez que he visto a mi padre. No sé dónde está enterrado. No tengo ninguna foto. No tengo a alguien que me pueda contar de él. Nada. Nada.
¿Cómo cambia su vida, y la de su madre, a partir de ese momento?
Mi madre decide que hay que huir, porque si mataron a mi padre en el gueto, van a venir por ella y por mí. Una niña de dos años sólo recuerda que se la arrastra, se la tira de la mano… y se corre, se corre… y yo me llevo mi muñequita que va a ser mi compañera en el escondite donde voy a vivir los próximos tres o cuatro años. Va a ser mi mejor amiga, mi compañera de conversación.
Recuerdo que mi madre sabe abrir una cosa grande, redonda; la levanta y me tira, yo caigo y me mojo entera. Pienso que ella me va a abandonar allí pero salta detrás. Estamos en las cloacas del gueto, yo con mi muñequita y con toda la pestilencia que te puedas imaginar. Ratones y ratas bailan alrededor de nosotros. Mi madre me empuja por atrás, yo voy contra la corriente, todo me salpica y mi muñeca se empapa de suciedad. No sé cómo ella encuentra la salida y aparecemos en la Varsovia cristiana prohibida para los judíos.
¿Y a partir de ese momento?
Todo el tiempo es correr, salir, correr… Yo no veía a un extraño, y si lo veía tenía miedo de mirarlo en los ojos para que no me matara. Tenía miedo de relacionarme con cualquier ser humano que no fuera mi madre
Pasan un tiempo escondidas en Polonia y finalmente llegan a Francia
Allí nos encontramos con familiares que habían sobrevivido. Mi madre me lleva a un orfanato de niños franceses y yo soy la única polaca. Está a 60 km. de París, donde ella se queda trabajando. Cada domingo viene con chocolates y con dulces para repartir con los otros niños, que la adoran y la llaman 'mamá' porque no tienen madre.
Un domingo no llega. La encargada me dice que tengo que ponerme una blusa blanca y nos vamos a París porque mamá no se siente bien. Mamá ya no estaba en vida, parece que tuvo un ataque al corazón. Quedó enterrada en París y yo en cada oportunidad que tengo voy a visitarla en su tumba. Ella es parte de mi ser.
Su viaje no termina en París
De París sigo con un abuelo, que no es un abuelo biológico, pero que tomó órdenes de mi mamá para llevarme a Perú. Allí me caso. Mis hijos nacen en Israel y ya rehago mi vida, que a partir de ahí es ya una sucesión de éxitos y éxitos hasta el día de hoy.
¿Cómo se convive toda una vida con ese sentimiento de ser una niña superviviente?
Hay momentos en que me pregunto si no será que yo he tomado el lugar de otro niño que podría haber sobrevivido y yo no. Me hago miles de preguntas de ese tipo, pero una cosa sí me queda clara: mi misión después de haber sobrevivido este infierno de mi infancia es hablar a las generaciones venideras sobre lo bello que es la vida. Que nunca olvidemos. Que sepamos hablar cuando hay necesidad de hablar porque callar es aceptar la realidad.
Con todo lo que ha vivido, con lo que ha visto ¿hay algo que hoy le preocupe especialmente o ya no se sorprende por nada?
La guerra entre Rusia y Ucrania. Estamos repitiendo la Historia. ¿Dónde vamos a llegar? No permitan otra guerra, respeten las opiniones de otros, seamos humanos… Valoremos la vida porque la vida es bella, yo os lo digo.
Es sorprendente que haya que mandar este mensaje a las nuevas generaciones
Para las generaciones venideras, para los jóvenes, es incluso más necesario. Yo me voy a morir dentro de cinco, siete, diez años como máximo. ¿Quién va a seguir hablando mi voz? ¿Quién va a seguir con el mensaje? Por favor, no perdonen, pero no olviden; sigan hablando y llevando mi voz y pásenlo a las generaciones venideras.
Ojalá tarde en llegar ese momento, pero incluso en ese caso su vida ya está recogida en un libro
Y el final es un final feliz. Tengo dos hijos maravillosos. Tengo siete nietos, súper maravillosos, que llenan mi vida y mi espíritu. El final es un final feliz porque yo soy la superviviente. Yo he sobrevivido el infierno. Yo vencí a Hitler.
Rafa Panadero
Ha desarrollado casi toda su carrera profesional en la Cadena SER, a la que se incorporó en 2002 tras...