Un tercio de las muertes por calor en las ciudades europeas durante el verano podrían evitarse aumentando la arboleda urbana hasta en un 30%, cuando la cobertura media de árboles en los municipios del continente es actualmente de un 14,9%. Así aparece en un estudio de modelización liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, y publicado este martes en la revista The Lancet. El trabajo se basa en las tasas de mortalidad de las personas mayores residentes en 93 ciudades europeas (que aglutinan 57 millones de habitantes) entre junio y agosto de 2015, y recopila datos sobre las temperaturas diarias rurales y urbanas de cada localidad examinada. Los análisis se realizaron a un nivel de alta resolución (áreas de 250 x 250 metros). En primer lugar, los autores estimaron la mortalidad prematura simulando un escenario hipotético sin isla de calor urbana. Después, calcularon la reducción en temperaturas que se obtendría aumentando la cobertura de árboles hasta un 30%, así como las muertes que podrían evitarse. Los resultados muestran que las ciudades fueron de media 1,5 grados más calientes que las áreas circundantes entre junio y agosto de 2015, y que unas 6.700 muertes prematuras pueden atribuirse al aumento de las temperaturas urbanas, lo que representa un 4,3% de la mortalidad total durante los meses de verano y un 1,8% de la mortalidad durante todo el año. De ese total de fallecimientos, algo más de un tercio (2.644) podría haberse evitado aumentando la cubierta arbórea hasta un 30% del espacio urbano, con lo que se reducirían las temperaturas. Seis localidades españolas (Barcelona, Málaga, Madrid, Palma, Sevilla y Valencia) están entre las 10 primeras de Europa con más muertes en verano debido al efecto isla de calor urbana, es decir, que hace más calor en la ciudad que en las afueras por materiales absorbentes de calor como el asfalto o los edificios. Un 4,3% de las muertes que se producen en las ciudades durante los meses de verano se deben a las islas de calor urbanas y un tercio de esos fallecimientos podrían evitarse alcanzando una cobertura arbórea del 30%. El estudio, recogido por Servimedia, señala que Barcelona es la ciudad con mayor mortalidad atribuible al efecto isla de calor en verano (14,8% de las muertes totales), seguida de Málaga (12,4%), Madrid (12,3%) y Palma (12,0%). En quinto lugar se sitúa la ciudad francesa de Niza (11,7%), por delante de Sevilla (10,5%), el municipio rumano de Cluj-Napoca (10,4%) y Valencia (10,1%). En general, las ciudades con mayores tasas de exceso de mortalidad por calor se encontraban en el sur y el este de Europa, donde están las que más se beneficiarían de un aumento de la cubierta arbórea. El estudio subraya los beneficios sustanciales de plantar más árboles en las ciudades, aunque los autores reconocen que esto puede ser difícil en algunas ciudades debido a su diseño, y que esta medida debe combinarse con otras intervenciones, como tejados verdes u otras alternativas para reducir la temperatura. «Nuestros resultados también muestran la necesidad de preservar y mantener los árboles que ya tenemos porque son un recurso valioso y los árboles nuevos tardan mucho tiempo en crecer. Además, no se trata sólo del número de árboles, sino también de cómo se distribuyen», afirma Mark Nieuwenhuijsen, director de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud de ISGlobal. Los análisis se hicieron con información de 2015 porque no se disponía de datos de población para años posteriores, pero, como señala Tamara Iungman, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, los resultados son generalizables y el trabajo proporciona información valiosa para adaptar las ciudades y hacerlas más resilientes al impacto del cambio climático. «Aquí solo analizamos el efecto de los árboles sobre la temperatura, pero aumentar las áreas verdes en las ciudades tiene muchos otros beneficios para la salud, incluyendo el incremento en la esperanza de vida, la reducción de los problemas de salud mental y mejoras en la función cognitiva de las personas», añade Iungman. La exposición al calor se ha asociado con mortalidad prematura, enfermedades cardiorrespiratorias e ingresos hospitalarios. Esto es particularmente cierto con las olas de calor, pero también ocurre con temperaturas moderadamente altas en verano. Las ciudades son especialmente vulnerables a las altas temperaturas. La menor vegetación, la mayor densidad de población y las superficies impermeables de edificios y calles, incluido el asfalto, provocan una diferencia de temperatura entre la ciudad y las zonas circundantes, un fenómeno denominado isla de calor urbana. En vista del calentamiento global y el crecimiento urbano, se prevé que este efecto empeore en las próximas décadas. «Las predicciones basadas en las emisiones actuales revelan que las enfermedades y muertes relacionadas con el calor se convertirán en una carga mayor para nuestros servicios de salud en las próximas décadas», afirma Iungman.