El sonido de las bombas sigue siendo permanente en ciudades como Mykolaiv, muy cerca de Jersón, algunos de los puntos más afectados por esta invasión rusa de la que se cumple prácticamente un año. Un antiguo hotel es uno de los símbolos de la destrucción de Mykolaiv, una ciudad de medio millón de habitantes donde todavía vemos a numerosos ciudadanos desplazados, también de Jersón o Mykolaiv, que vienen a recibir alimentos o productos de limpieza básicos en esta oficina de Cruz Roja improvisada en un antiguo concesionario de coches. En la ciudad poco a poco la gente va volviendo. Algunos de ellos creen que la situación sigue siendo más tranquila, pero lo cierto es que el sonido de las bombas ha sido otra vez bastante explícito durante la mañana. Aquí hemos escuchado testimonios de madres desesperadas porque sus hijos siguen en el frente y tienen miedo por ello. Algunas de esas madres tienen a sus hijos en el Donbás, en la zona más caliente ahora mismo de esta guerra. Y otros nos han contado desesperadamente cómo sus hijos fueron capturados por los rusos. Por ejemplo, en Mariupol. Es la realidad de puntos como este, Mykolaiv, como mucho más cercano al frente de guerra. Ludmila tiene 48 años. Su hijo mayor, de 25 años está en el frente del Donbás. Antes de ser llamado a filas trabajaba en una fábrica. Yulia es militar y acude con su marido Nicolai a por agua potable. Oleksandra tiene 42 años y dos hijas de 7 y 15 años. Hace cola para el reparto de comida de Cruz Roja en el centro de Mikolaiv. Desde el mes de abril, Mykolaiv tiene un serio problema con el agua potable. La destrucción de algunas de las plantas potabilizadora más importantes - estamos al borde del Mar Negro- ha dejado a miles de habitantes de toda esta zona sin ese consumo básico. Por eso aquí y en algunas iglesias muchos vecinos están viniendo a recopilar el poco agua potable que pueden reunir con organizaciones como esta de manera solidaria. Nos señala la población, que es una de las grandes dificultades, junto también con los cortes de calefacción, debido a los ataques rusos a los sistemas fundamentales de producción energética. Anastasia Khmel es decana de la facultad de Politología y profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Mar Negro: «Estoy acostumbrada a las sirenas de las bombas, pero siento miedo. Quiero que nuestra universidad tenga futuro». La profesora tiene su propia visión sobre la duración del conflicto: «Esto no va a acabar en unos meses, por lo menos será medio o un año más de guerra».