Nadie nos puede quitar la patria

Madrid

Hagamos el esfuerzo de decir buenos días y de pensar en el bien humano, aunque el mundo nos duela y nos haga daño con guerras y barbaries. De Europa, llega el dolor de Ucrania; de Centroamérica, la barbarie de Nicaragua. Los emperadores invaden fronteras y las dictaduras confunden su país con una propiedad privada. Eso es lo que hacen, y son ya muchos años, Daniel Ortega y Rosario Murillo. El 9 de febrero le quitaron la nacionalidad a 222 presos políticos. Unos días después, pensaron que sobraba más gente y le quitaron la condición a otros 92 nicaragüenses, entre ellos los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, ya exilados.

Hay poderes tan miserables que no se contentan con el aquí mando yo. Se consideran con el derecho de borrar una nacionalidad. Es cierto que las fronteras no suelen llevarse bien con la dignidad universal del ser humano, pero hay extremos que superan no ya la tristeza o el dolor, sino el espanto. En Nicaragua se cierran Universidades (18), se cancelan organizaciones no gubernamentales (más de tres mil) y se prohíbe la entrada del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Debajo de la prepotencia, claro, está el robo, la intención de quedarse con la propiedad de los expulsados.

Nadie nos puede quitar la patria. Personas como Gioconda Belli y Sergio Ramírez son y serán nicaragüenses. La solidaridad, que está siendo mucha, no puede por desgracia cerrar la herida. Te amo patria de mis sueños y te llevo conmigo, escribe Gioconda. Mientras más Nicaragua me quitan, más Nicaragua tengo, escribe Sergio. La nacionalidad sí se concede. Sus libros y su dolor nos hacen a todos nicaragüenses.