Golpe

Madrid

No es fácil analizar de golpe la palabra golpe. A primer golpe de vista, el diccionario recoge una veintena de acepciones con las que nombramos desde el choque brusco de dos cuerpos hasta una ocurrencia graciosa y oportuna. También catalogan los académicos veinte tipos distintos de golpe, desde un golpe de tos a un golpe de suerte, que podría ser un golpe de gracia si no fuera porque con este desgraciado golpe se remata a un ajusticiado moribundo. Y finalmente, el genio del idioma ha fabricado otras tantas locuciones construidas a partir de la palabra golpe. Con ellas "damos el golpe" cuando algo que hacemos causa admiración, o "no damos ni golpe" cuando nos echamos en brazos de la holgazanería.

En España, cada 23 de febrero desde hace cuatro décadas recordamos un golpe muy concreto, un golpe de Estado que comenzó con un golpe de efecto, la toma del Congreso, y que se frustró por un golpe de fortuna. Y quienes han alcanzado una feliz ancianidad recuerdan el otro golpe de Estado, en 1936. Un golpe bajo contra una democracia que fue incapaz de detener el golpe. Fue el golpe de Franco, que, como saben los aficionados al fútbol o a la lengua, nada tiene que ver con un golpe franco.