Infancia detenida en Ucrania
Celia Zafra, de Save The Children, Belén de Vicente de UNICEF y Sofía Arroyo, de World Vision, explican el impacto de la guerra en la infancia ucraniana cuando se cumple un año de la invasión rusa
La infancia en Ucrania. Un año de invasión
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Niños ucranianos de todas las edades han sido condenados a vivir e ir al colegio bajo tierra, en búnkeres, por la guerra rusa contra su país. Todas las escuelas que ahora abren sus puertas están obligadas a tener un búnker en el subsuelo.
“Son sitios bastante lúgubres. Huelen a humedad, hace frío, tienen una fila de un banco pegado a la pared o a veces tienen sillas muy desparejadas. Y tienen una pila de mantas a la entrada, donde cada niño conforme va entrando, cuando suena la sirena, deja su mochila y coge una manta para seguir su lección, igual que hacía en el piso de arriba”, describe Celia Zafra, responsable de comunicación de Save The Children.
Su equipo ha visitado esos centros de los que, dice, también hay otros muy bien acondicionados. Recuerda uno que visitaron en una ciudad dormitorio cerca de Kiev que “estaba pintado pensando en los niños. Tenía hasta una pequeña sala de cine. Era como un colegio subterráneo, pero la mayoría no son así”.
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En otras muchas ocasiones ha sido el metro el que ha hecho de refugio. Aun así, más de 5 millones de niños y niñas ucranianos se han quedado fuera de la educación.
La semana previa a que Save The Children llegara a la capital ucraniana, las alarmas antiaéreas llegaban a sonar hasta cuatro veces en una sola mañana. Aun así, siguieron sus clases, dice Zafra sorprendida por la capacidad de los estudiantes de “normalizar esa vida ahora”.
Desde Dnipro, Sofía Arroyo, coordinadora de Alianzas de World Vision, añade que desde el domingo han tenido ocho alarmas antiaéreas en esa ciudad del este de Ucrania porque para “esta semana se esperaban muchos ataques”. “Aquí a veces miras a tu alrededor y parece que la gente ya no escucha la alarma e intentan hacer vida normal”. Solo cuando hay un ataque masivo la gente acude a los búnkeres.
Los datos recogidos por UNICEF indican que hay al menos 438 niños muertos, casi mil heridos y más de cuatro millones de niños que necesitan ayuda humanitaria por la guerra en Ucrania. Aunque su responsable de comunicación, Belén de Vicente, explica que probablemente estas cifras oficiales sean mucho más bajas de la realidad.
UNICEF calcula que hay 1,5 millones de niños y niñas afectados con problemas de salud mental. “Es un conflicto, muchos de ellos no conocerán otra cosa. Y no parece que esto vaya a parar. Entonces, el trauma que sufren, la situación de no poder hacer una vida cotidiana, de ver a su familia, la separación de muchos niños y niñas de sus familiares cercanos, de sus amigos, también impactan directamente sobre ellos. Y la respuesta es un trauma, un dolor, una herida profunda que costará tiempo recuperar”, lamenta de Vicente.
Ansiedad y abuso de sustancias entre los niños
Celia Zafra cuenta que Save The Children ha calculado que los niños en Ucrania han pasado en este último año más de 900 horas de su vida metidos en un búnker, más de un mes. Y asegura que muchos de los menores con los que habló la semana pasada “se despiertan por la noche, tienen pesadillas, miran hacia abajo”. Al preguntarle a uno de ellos qué quería ser de mayor, le dijo: soldado. “Son las referencias que tienen ahora. Ese es el mundo en el que viven. Es imposible que eso no les deje huella”.
Su vida, en la incertidumbre permanente, está toda marcada por la guerra, desde las paredes que los rodean marcadas por la artillería a sus escuelas destrozadas. Zafra asegura que hay 3.000 escuelas afectadas en Ucrania, 420 completamente destruidas. “Muchas de ellas han sido utilizadas como almacenes de armamento, algunas como cuarteles”.
En los estudios de World Vision sobre los efectos en la salud mental de los menores han encontrado casos de agresividad y ansiedad en niños y adolescentes, incluso de abuso de sustancias. “Vienen de una pandemia, es una generación que ha sufrido mucho a nivel mental”, explica Arroyo, por eso trabajan con terapias que les permitan socializar.
Las temperaturas que soportan las familias llegan hasta los 20 grados negativos. El trabajo de las organizaciones también es el de “abrigar a esa población” y arreglar los tejados y ventanas de sus casas destruidas. Pero además de la reconstrucción de edificios e infraestructuras, insiste Belén de Vicente, “la reconstrucción interna de cada persona, de cada niño, de cada niña, es de años”.