Perdieron a sus hijos y defienden que hablar del suicidio salva vidas: "Pensamos que podía ser un bajón. Yo no había oído hablar del suicidio en adolescentes"
Cecilia, Silvia y Elena son madres de adolescentes que se suicidaron. Son "supervivientes", han lidiado, lidian y lidiarán con la culpa y la tristeza, pero cuentan en 'La Ventana' que si no se habla de ello, la oscuridad es mayor
Suicidio adolescente, una cuenta pendiente de nuestra soceidad
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Madrid
Es disruptivo, incómodo, desconocido. Es algo que pasa siempre lejos, hasta que llega. "Nunca entras en esta opción. Yo estaba muy preocupada porque acabábamos de comprar una moto a mi hijo. Yo tenía mucha información sobre los accidentes de moto y cómo de importante era llevar un casco y cómo de importante era no quedarte en el ángulo muerto del retrovisor de un coche; pero nunca me había preocupado del suicidio". Se sigue muriendo de amor dice Cecilia, se sigue renunciando a la vida por amor. Su hijo Miquel lo hizo: "El factor que desencadenó esa conducta fue una discusión de pareja. Con 19 años, terriblemente enamorado y esa percepción la tuvo en el peor lugar, en el peor momento. No me llamó. Me envió un mensaje de despedida. No había nada que me lo hiciera presagiar, nada".
Cecilia
"Pensamos que podía ser un bajón. Yo no había oído hablar del suicidio en adolescentes". Hablar del suicidio salva vidas
Fue un arrebato. Fue un impulso. Apenas pasó una hora entre la idea y la acción, un caso extraño, poco frecuente, asegura Cecilia que además de madre es psicóloga, hecho que le hizo aumentar aún más la sensación de culpa: "Y si le hubiera dicho que, y si hubiera hablado de este tema, y si me hubiera dado cuenta de que estaba más triste. Todo nuestro dolor está condicionada por los y si y siempre estamos igual".
En este largo proceso se puede perder el control. El riesgo se extiende al entorno reconoce Cecilia: "Obviamente si has vivido un suicidio te planteas tú cómo lo harías. Es muy importante no hacer más grande el error que han cometido nuestros seres queridos. Un día tomé la decisión de seguir". Seguir por él aunque el camino no es fácil. Todos empatizamos con una persona que sufre físicamente. A alguien con el tobillo roto no le invitamos a correr; pero sin embargo no solemos validar, dice Cecilia, cuando alguien nos dice "no estoy bien". Buscamos la manera de distraerla de su dolor cuando lo que necesitan es un proceso de escucha. Con todo, eso no es lo peor. El suicidio lleva de la mano el estigma, una sombra de sospecha que se cierne sobre el que más luz necesita: "Siempre hay un pensamiento subyacente. Ha habido una muerte por suicidio así que algo pasará en esa casa. Te cuestionarán como cuidadora. Y eso lleva a que pases a ser la madre del suicida"
Silvia
Silvia pudo preguntar. Tuvo respuestas y eso es algo que muchos de los que pasan por esta experiencia absolutamente extrema no pueden hacer. Eso es una ventaja: "Yo le pregunté varias veces por qué lo hacía y ella me contestó: `mira mamá es que cuando lo hago no lo pienso, actúo. Sufro tanto que quiero desaparecer y ya está" y esos problemas de autoestima llevaron a Bet, a la hija de Silvia, a sufrir una fuerte depresión. Lo peor es que no se dejaba ayudar. Mientras fue menor sus padres la ingresaron obligada en un centro especializado. Después negociaron la tutela de profesionales sanitarios; pero llegó la pandemia y tras un mes de confinamiento Bet intentó quitarse por primera vez la vida. "Los mejores momentos de mi vida han sido casi los últimos seis meses de su vida porque ella tomó conciencia plena. Quería recuperarse, quería estar bien; pero al final no pudo ser. Hizo tres intentos y en el tercero lo consiguió y murió".
Y justo ahí se inicia un enfado eterno y una revisión de actos interminable. "Me acuerdo que decía un montón de palabrotas. Era brutal porque estaba muy rabiosa. Lo más fácil es buscar culpables. Lo más fácil es culparte a ti mismo. Preguntarte qué has hecho mal, dónde no la has ayudado. Es un machaque continuo hacia uno mismo porque buscas el porqué y a veces no hay porqué. Simplemente la persona que se ha quitado la vida no ha podido más y ya está".
Las personas que se suicidan, subraya Silvia, no quieren morir. Se quitan la vida porque no encuentran una salida.
Elena
Hablar del suicidio es importantísimo; hablar salva vidas: "Tres meses antes de morir nos juntó a su hermano y a mí y nos comentó que no se le iba la idea del suicidio de la cabeza. En ningún momento se nos ocurrió que eso fuera posible. Que eso que decía iba a ser verdad. Se nos ocurrió que podía ser un bajón. Yo no había oído hablar del suicidio". Eso de que "quien tiene pensado quitarse la vida no lo dice" es falso, es un mito. Confesar que piensas en el suicidio es, dice Elena, una señal de alerta como una casa: pero no lo sabía y todos los apoyos y toda la comprensión se volvieron insuficientes y de ahí la peor y la más inhabilitante de las sensaciones: "Cuando me dan la noticia de que se ha suicidado; en ese mismo momento, en ese mismo instante me sentí responsable. A veces la gente dice que exagero, pero yo me sentí su asesina. Ésa es la culpa. Ésa es la culpa" insiste.
Y la culpa mata, dice Elena, como el dolor: "Es un dolor que nos va matando poco a poco. Conocemos unos niveles de sufrimiento tales que entonces decimos ¡ah dios mío, esto estaba sufriendo él! Son unos niveles de sufrimiento que no puedes ni estar vivo".
Su hijo Markel era sociable, querido, con éxito en los estudios. Pero "no conseguía aprender a vivir" con algo que duraba ya cuatro años y que la familia mantiene en la intimidad. Todo lo dejó escrito. Justo ahí comienza el duelo. El más largo y devastador, cuentan, de todos los duelos. "Es un duelo que asusta. Viví una Elena que no reconocía. Las emociones son muy intensas, te invaden. Como un títere en un tsunami. Te invaden y te tiran por los suelos".
Pero se sale. No se supera porque para ellas es pasar página. En realidad se aprende a vivir con ello, a integrar lo ocurrido. ¿Sigue el dolor y la culpa? Sí, responden, pero ya pueden vivir con ellas.
"Ahora mismo, por desgracia, es demasiado frecuente que lleguen casos de adolescentes de 12 y 13 años con intentos de suicidio"
El 024, el teléfono de ayuda al suicidio, lleva 9 meses habilitado. Desde entonces se han registrado más de 90.000 llamadas. De estas, una de cada tres corresponde a menores de 30 años. Los datos confirman que la relación de los adolescentes con el suicidio es cada vez más estrecha.
Arancha Ortiz, psiquiatra de infancia y adolescencia en el Hospital Universitario La Paz de Madrid, señalaba el año 2010 como fecha clave en el incremento de estos casos. Desde hace una década los intentos autolíticos en menores aumentan. Además, la edad de estos pacientes es cada vez más baja. "Ahora mismo, por desgracia, es demasiado frecuente que lleguen casos de adolescentes de 12 y 13 años con intentos de suicidio", señalaba Ortiz. La psiquiatra mencionaba todo un cúmulo de factores para explicar esta situación. "Es muy importante que todos nos impliquemos con estos chavales" sentenciaba.
Internet puede alimentar la frustración. Pero lo más problemático es que el uso excesivo de este último anula la socialización necesaria para amortiguar el sufrimiento. Por otra parte, Adela Molina, periodista de la Cadena SER, ha destacado la importancia del entorno académico en muchos casos de suicidio en adolescentes. En los últimos años se han realizado muchos avances en este campo. Entre los cuales destaca la figura del Coordinador del bienestar en los centros escolares. No obstante, los profesionales del ámbito educativo aún denuncian la ausencia de recursos.
Toni González, presidente de la Federación que agrupa a los directores de Centros Educativos Públicos, ha explicado la importancia de contar con expertos en colegios e institutos, así como de formar a los propios adolescentes para que sean capaces de dar la voz de alarma. Cecilia, Silvia y Elena perdieron a sus hijos a causa del suicidio. Ahora ellas quieren concienciar sobre esta problemática.
La Ventana a las 16h | ¿Cómo prevenir el suicidio?
Toñi Fernández
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