Vanesa tiene 32 años y es colombiana pero vive desde hace un año en Tarragona. Un desengaño amoroso en su país le empujó a venir a España: «Obviamente me fue muy mal en el amor en Colombia y mi hermana se casó aquí con un español y dije ¡yo me voy! Yo quiero el amor europeo», cuenta al comienzo de First Dates, antes de que venga su pretendiente. «Yo con latinos no quiero salir más, me ha ido mal... Sí, son muy dados de dinero y todo lo que quieras pero no son fieles. Tienen sus pros y sus contras, como todos», señala. Por otro lado, considera que «los españoles son muy fieles, son muy cariñosos y tienen otra cultura: tienen su tacañería, porque son agarrados algunos, pero lo compensan con otras cosas y una les sabe llevar, yo sé enseñarles a que no cobren mitad... una les va explicando». Elsa Anka —que está sustituyendo a su hija en el programa durante su baja de maternidad— pregunta a Vanesa qué es lo que tiene que tener un hombre para que le conquiste y ella responde rápido: «Dinero», pero rápidamente dice que es mentira entre risas y confiesa que «antes sí era muy materialista pero ahora ya no». A pesar de restar importancia a su comentario sobre el dinero, pronto hace una reflexión que sigue en la misma línea: «Si tú quieres a alguien tienes que ser fiel, cariñoso, romántico pero para mí el amor no es solo eso, la parte monetaria va ligada muy del amor o dime tú, ve y vive feliz con un pobre arrastrado. No vas a poder vivir feliz. En cambio si tú tienes un hombre que te trata bien, es cariñoso y todo pero es tacaño, tampoco vas a poder vas a poder vivir feliz», sentencia. Al cabo de un rato llega Abel, su cita. Tiene 39 años y también vive en Tarragona, concretamente, en Reus, donde regenta un gastro pub. Para Vanesa, la primera impresión no es buena: «Tiene pinta de colombiano. Horrible, o sea, no. Si hubiese sido así feito como estaba pero con ropa bien pues me hubiese atraído un poco», intenta explicar. Ella es diseñadora de moda y cuenta que se fija mucho en «las uñas, la ropa... [...] y me fijo mucho en los zapatos, si van limpios...». Al contrario, a Abel si le gusta Vanesa de un primer vistazo: «¡Olé qué tía más guapa y qué buena planta tiene», dice a cámara en privado. La cena se encargará más tarde de dar la vuelta a la situación. Abel acompaña a Vanesa hasta la mesa con ella de brazo porque no puede andar bien. Tuvo un accidente del que se está recuperando, como le cuenta al principio de la cena. También comparte con él que se ha hecho varias operaciones de cirugía estética y que su pelo en realidad es negro. Pronto sale la conversación del dinero. Vanesa le pregunta abiertamente a Abel si él es de pagar a medias o si le va a invitar. «Las latinas tenemos fama de interesadas y de quererlo todo gratis», dice, pero aclara que es que «por cultura» están acostumbradas a que el hombre lo pague todo mientras se están conociendo. Eso no le gusta a Abel: «No es la mentalidad de una chica que quiero tener a mi lado», apunta. La conversación sobre dinero no acaba ahí. Vanesa, que ya ha dejado claro que le gusta que le traten «como a una reina», también quiere que se sepa que a ella no le gustan mucho los dulces así que, en vez de chocolates, prefiere «un buen perfume o un reloj». Después de la cena llega el momento de decir si habrá una segunda cita y, pese a la primera buena impresión de Abel, una vez ha conocido a Vanesa, rechaza otro encuentro. A Vanesa no le sienta nada bien, a pesar de haber llegado a decir que no le gustaba su dentadura: «Estoy segura de que tiene un puente, parece que lleva una caja de dientes».