Mujer

Madrid

Hoy nuestra palabra es mujer. Y se asombrará quien se lance a buscarla en nuestros diccionarios históricos: no la encontrará hasta 1832. No es que se las ignorase, que también, es que mujer se escribió con g hasta esa fecha. Y se asombrará también quien repase las acepciones de la palabra hoy, en pleno siglo XXI. Muchas de ellas están en desuso, pero nos indican cómo la misoginia social permeó en la lengua y cómo idénticos conceptos enunciados en masculino o en femenino significaron o significan aún cosas diametralmente distintas. Ahí siguen los antónimos de raíz genital cojonudo y coñazo, y ahí están la mujer de la calle o del partido, la mujer pública o de gobierno, que no nombran a mujeres populares o dedicadas a la política, sino a prostitutas, criadas o, en el mejor de los casos, amas de casa.

En el primer diccionario se recogían dichos que eran un verdadero manifiesto antifeminista: “A la mujer casada, el marido le basta”, “La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa”, “A la mujer bailar, el diablo se lo debió enseñar”. Pero esta caspa no la encontramos sólo en un pasado remoto. Hasta 1993, por ejemplo, no se sustituyó el término hembra por el de mujer en las partidas de nacimiento. Y en esa década de los noventa una colega, Isabel Blas, tuvo que pelear tres años para lograr que en su título de Periodismo pusiera licenciada y no licenciado. De ahí venimos y a muchos les gustaría regresar ahí. Así que convendría cuidar lo conquistado, no vaya a ser...