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Céline Sciamma: "El cine es el único arte que celebra olimpiadas cuatro veces al año"

La directora francesa rechaza el aspecto competitivo del cine y reivindica la mirada ética como algo revolucionario en el cine de hoy

La directora Céline Sciamma recibiendo premio en el D'A de Barcelona junto a Carla Simón / Dani Cantó

Barcelona

Céline Sciamma es una rara avis en el cine francés. El suyo ha sido un cine centrado en las ausencias, en aquellas historias y aquellos personajes que no han requerido atención hasta ahora. Los niños trans, las adolescentes negras parisinas, las lesbianas del siglo XVIII o la infancia de nuestras madres. Temas en los que la directora francesa ha ido indagando con un estilo realista y poético y con una determinación: la ética de la mirada como elemento totalmente revolucionario. Por ese trabajo, ha recogido en Barcelona, el premio que otorga el Festival D'A.

"Los premios son gestos de amor", dice sobre este reconocimiento que la ha emocionado y que le entregó Carla Simón, ganadora del Oso de Oro con Alcarràs el año pasado. Sin embargo, Sciamma dice estar cansada de la competición en el cine que generan otro tipo de premios cada temporada o los propios festivales. "No quiero participar en esa falsa democracia", explica. "No veo el cine como una competición, pero lo es. Estoy en una cultura, donde la competición existe porque el cine es el único arte que tiene Olimpiadas cada cuatro años. A mí no me interesa", dice la autora de Petite mamam.

Hay en su cine tres grandes luchas, la cuestión de género, la identitaria y la cuestión de clase. Son precisamente luchas que han peleado autores literarios franceses como Annie Ernaux, la flamante premio Nobel, o autores como Didier Éribon o Édouard Louis, que han hecho de su condcsión homosexual y de clase obrera la base de sus obras. La directora ha tratado eso en su cine: ha dado espacio a las mujeres, ha hablado de la diferencia sexual y ha evidenciado las dinámicas de poder basadas en el dinero. La diferencia de clase estaba en Retrato de una mujer en llamas, donde esas tres mujeres, la señora, la pintora y la criada, eran retratadas con la cámara en igualdad. Pero va más allá, para ella el cine y los festivales hacen que el cine entre en una rueda capitalista.

"Hay una burbuja especulativa en torno a los festivales. El coste, el dinero, la exposición de la temporada de premios... todo es muy capitalista. Tengo la suerte de haberlo vivido, he tenido éxito. He hecho dinero con mis películas. De acuerdo. Pero no quiero hacerlo más así. No me parece correcto. No es una decisión amarga, es bastante racional", reflexiona Céline Sciamma sobre por qué no le interesa volver a certámenes como Cannes o Berlín, donde ha logrado estar en el palmarés. "Ahora estoy en una posición donde creo que no necesito esa exposición para atraer a la gente a que antes por mis películas. Creo que debería dejar ese espacio a otra gente para que tenga éxito y esa experiencia. No sé por qué no preguntáis eso a los que vuelven una y otra vez, porque parece que lo único que quieren es ganar la Palma de Oro".

La autora de Girlhood y Tomboy asura que ahora mismo está en un momento de huelga. Así lo dijo en la masterclass con alumnos y alumnas de cine en el marco del certamen. No es que se haya retirado es que está pensando cómo seguir haciendo cine. Los éxitos de sus últimos filmes también han generado en ella una reflexión sobre la propia industria, la forma de hacer películas también tiene que ser ética con el mensaje que proponen. "El cine es muy hierático", confiesa. "No reo que podamos separar el cómo son las películas y el cómo se hacen. Si ruedas una película de ocho millones de euros sobre la clase obrera, ¿qué significa eso? ¿Qué reproduces la lucha de clase en el rodaje? Creo que parte de la alternativa es equilibrar la balanza de poder en el set de rodaje".

Esa desigualdad de clase está en otro lugar en la industria, no solo dentro del rodaje, sino también en el propio sistema de distribución. "Lo que está ocurriendo es que hay grandes películas con mucho dinero, y luego está el cine independiente cada vez más pobre. Eso es una guerra de clase", afirma. Como solución, la directora cuestiona los parches. "No creo que podamos salvar el sistema. No creo que estemos cerca de hacerlo bien, para nada. Creo que necesitamos una revolución. Es exactamente lo mismo que ocurre en las calles de París", dice tras dedicar el galardón a los que están en las calles francesas luchando contra la reforma de las pensiones.

Sobre la representación de las mujeres, Sciamma ha reflexionado mucho. En Retrato de una mujer en llamas contaba una historia de amor, cambiando esa mirada masculina que denunciaba la teórica Laura Mulvey. "No creo que sea difícil dejar de objetivar a las mujeres, creo que es fácil objetivarlas en la cultura del cine porque forman parte del placer. Mis películas son un camino hacia la afirmación porque no me da miedo ser seducida con el lenguaje del cine patriarcal. Es difícil en un plano materialista, en conseguir financiación y demás, pero no en un plano estético, si quieres hacerlo solo tienes que pensar en cómo".

Una de esas maneras es cambiar la manera de provocar el erotismo en el espectador. "Lo que es erótico lo da el tiempo y espacio, por ejemplo, el tiempo antes de un beso o después de un gesto", nos dice. "Lo que recordamos como momentos eróticos que han ocurrido en nuestra vida son eso. Al final, una relación es tiempo y espacio y piel. Y el cine no está siendo muy valiente e innovador ni experimental en términos de sexualidad y de romanticismo. O es demasiado tímido o es demasiado bruto. Está esa idea de que no hay erotismo sin conflicto que no es cierta, el consentimiento también es erótico. Por eso quise hacer una escena muy sexy con dos personas queriendo lo mismo a la vez".

Sciamma da cabida a escenas y momentos que suelen escapar de lo cinematográfico. Partos, abortos, juegos, una mujer comiendo con placer, paseos, miradas... Influencia de la cineasta belga Chantal Akerman, cuya película Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles ha sido considerada por la revista Sight and Sound como la mejor de la historia, con la pataleta de algunos críticos muy masculinos. "Ha sido una gran influencia, porque ella reflexionó mucho sobre el lenguaje del cine. Creó un personaje femenino pleno y creo un nuevo lenguaje cinematográfico. Para mí eso es la vanguardia. Mirar con integridad es revolucionario", insiste la directora de Water Lilies. "El hecho de mirar a una mujer pelando patatas fue una de las imágenes más sorprendentes del cine, que nos habla de cómo el cine puede crear un espacio y un tiempo y ser bello a la vez. Y de que la representación de la mujer siempre ha sido tan superficial y destructiva. Lo hizo simplemente representando las cosas que pasan en el día a día".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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