Vivienda, más madera

Barcelona

No hay nada más sustantivo, hoy, y todos estos días, en la política española que la cuestión de la vivienda. Con medidas concretas del Gobierno y réplicas duras de la oposición. Ya llevamos tres noticias que cada una por sí sola merecería un trimestre. El Gobierno ha alcanzado un acuerdo con sus aliados para la primera ley de vivienda de la democracia: no ha sido algo improvisado, sino una promesa electoral que andaba encallada. El presidente Sánchez le añadió un compromiso para dedicar los pisos del “banco malo” (cerca de 50.000) a viviendas en alquileres asequibles. Y hoy le suma otros 43.000 pisos financiados con 4.000 millones de euros procedentes de los fondos europeos que corresponden a España.

Algunos critican el calendario, a un mes de las elecciones. Otros cuestionan el acierto de algunas medidas. Es lógico que haya debate, en una materia tan difícil. Pero es menos lógico que la oposición del PP solo responda con adjetivos nada corteses, por decirlo cortésmente. Ayer Feijóo tildó las medidas de “fantasmadas”: cuando son factibles; quizá merezcan otros enfoques, pero no la agresividad insustancial. Hoy, su portavoz, Cuca Gamarra, ha repetido la palabreja. Pero encima le ha añadido que el anuncio de la nueva inversión es una “mentira”.

Será poca o mucha, prematura o tardía, poco o demasiado detallada, pero ¿mentira? ¿Añade esto algún valor a quienes necesitan un piso como agua de mayo? Igual ocurre que a Gamarra se le cruzan los cables cuando se mira al espejo. El 18 de febrero de 2022, seis minutos después de que el entonces líder Pablo Casado acabase su entrevista radiofónica en que aseguró que él no haría como Isabel Díaz Ayuso, que no permitiría a su eventual gobierno contratar con un hermano suyo, la portavoz le peloteaba con estas palabras: “Gran entrevista, con claridad, seriedad y verdad”. A las pocas horas se sumaba a la conjura de dirigentes que echó a Casado y entronizó a Feijóo. La verdad y la mentira son, para Gamarra, solo un cuchillo.