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La historia del hombre que lleva 18 años vigilando uno de los volcanes más activos de Ecuador desde su casa del árbol

Carlos Sánchez, de 81 años, salvó la vida a cientos de familias tras la erupción del Tungurahua en 2006

La historia del hombre que lleva 18 años vigilando uno de los volcanes más activos de Ecuador desde su casa del árbol

La historia del hombre que lleva 18 años vigilando uno de los volcanes más activos de Ecuador desde su casa del árbol

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Cuenta una leyenda indígena ecuatoriana que la "Mama Tungurahua" vomita fuego y erupciona cada vez que tiene ira porque se pone celosa de su esposo, el "Tayta Chimborazo". Esta es una de las historias de amor entre volcanes más conocida de la provincia de Tungurahua.

Sea por celos o por simples condiciones geológicas, el volcán que da nombre a la provincia es uno de los más activos que hay en Ecuador desde su erupción en 1999. Los 18.000 habitantes de Baños de Agua Santa que hasta entonces habían convivido en paz en las faldas de la montaña, tuvieron que ser evacuados inmediatamente.

Aquel episodio marcó de por vida a los habitantes de Baños, sobre todo a uno en particular. Carlos Sánchez, exmilitar, se arrodilló ante la Virgen de Agua Santa y le prometió que mientras el volcán Tungurahua siguiera en activo se encargaría de vigilarlo para proteger a sus vecinos.

La familia de Carlos poseía un terreno sobre un acantilado con unas vistas privilegiadas tanto del flanco occidental del volcán, como de su querida Baños. Justo al borde de ese acantilado había un árbol y Carlos decidió que lo mejor para poder llevar a cabo su promesa, era construir sobre él una pequeña caseta de vigilancia. "Esto se hizo para mi observación con binoculares y esto me ha permitido transmitir inmediatamente vía radio a los vulcanólogos lo que estaba pasando", comentaba Carlos en una entrevista en 2015.

Carlos Sánchez vigilando la actividad del volcán Tungurahua (Foto: Eliot Stein. BBC)

Carlos Sánchez vigilando la actividad del volcán Tungurahua (Foto: Eliot Stein. BBC)

Durante los episodios de máxima actividad sísmica en los que había posibilidades de que el Tungurahua entrase en erupción, Carlos pasó durante semanas las 24 horas del día metido en su caseta del árbol. Su esposa Lidia llegó incluso a pensar que le estaba siendo infiel por los largos periodos de tiempo que pasaba fuera de casa. Cuando fue a la caseta a comprobarlo, lo que vio fue a un Carlos que prácticamente no había dormido y que sobrevivía a base de pan y agua. Todo por cumplir su promesa.

Los sacrificios de Carlos tuvieron sus frutos el 14 de julio del 2006. Aquel día el volcán Tungurahua entró en su erupción más fuerte de los últimos 88 años y Carlos fue el primero en darse cuenta. "El vapor seguía elevándose y eso me hizo sentir un olor fortísimo a azufre. El mismo que comienza ardiendo en la garganta, la nariz y la vista".

Tras informar de los acontecimientos, las autoridades del Instituto Geológico del Ecuador le recomendaron encarecidamente que se marchara a casa. Sin embargo, Carlos permaneció durante dos horas en su caseta, jugándose la vida y proporcionando actualizaciones en vivo de la situación de Baños. Sus informes ayudaron a desalojar a cientos de familias y salvar muchas vidas.

La casa del árbol y el columpio del fin del mundo

Al igual que la actividad volcánica del Tungurahua no ha cesado, el trabajo de observación de Carlos Sánchez tampoco lo ha hecho. Ante la soledad de su caseta, en 2008 decidió construir un columpio con la intención de que sus nietos fueran más de visita.

En el año 2014, una pareja de senderistas consiguió fotografiar el volcán justo en el momento en el que despedía una columna de cenizas de 8.000 metros de alto. Aquella instantánea se llevó el primer premio en el Traveler Photo Contest de la revista National Geographic. Desde entonces, las vistas privilegiadas que hay desde la casa del árbol de Carlos Sánchez son el objetivo de los cientos de turistas que visitan cada año el Tungurahua.

Actualmente la entrada a la casa del árbol cuesta un dólar. Eso incluye la posibilidad de subirse al llamado "Columpio del fin del mundo" que literalmente te permite balancearte sobre el abismo de un acantilado a 2.660 metros de altitud.

El &#039;Columpio del fin del mundo&#039; en Ecuador (Foto: Alami. Traveler)

El 'Columpio del fin del mundo' en Ecuador (Foto: Alami. Traveler)

Irene González-Higuera

Irene González-Higuera

Graduada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional...

 
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