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Música

¿Se han convertido los festivales en una "manera enfermiza" de consumir música?

El periodista musical Nando Cruz analiza en su libro 'Macrofestivales. El agujero negro de la música' algunos de los contras que hay en estos grandes eventos musicales

La burbuja de los festivales y el tratamiento experimental del alzhéimer

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Madrid

El primer macrofestival de la historia lo encontramos en un terreno a las afueras de Nueva York, en el condado de Sullivan. Corría el año 1969, las ansias de libertad y el espíritu contracultural que se respiraba en las 240 hectáreas de Bethel convirtieron al Festival de Woodstock en parte de la historia, no solo de la música, sino de la Historia, con mayúsculas, de los finales 60 y primeros 70.

Treinta años más tarde, en 1999, Woodstock se convirtió en la antítesis de lo que había sido ese festival revolucionario. Una elipsis de cómo han acabado siendo los festivales de música. Lo que nació como un movimiento contracultural, se han convertido en parte del engranaje del capital. Eso sin contar los incidentes que sucedieron durante esos días: incendios provocados, vandalismo, abusos sexuales...

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"En Woodstock no todo el mundo iba a ver a Jimi Hendrix, no creo que todo el mundo tuviese sus discos o se supiera perfectamente sus canciones. Había gente que iba a fumar, a ligar y a escaparse de la ciudad, que ese era el plan que ofrecían los festivales", explica Nando Cruz, autor de 'Macrofestivales. El agujero negro de la música'.

En España, según los datos del Ministerio de Cultura se celebraban en 2019, 917 festivales, cifra que no ha dejado de crecer. Todos ellos tienen algo en común se presentan como la ocasión perfecta de disfrutar de actuaciones únicas, pero no es oro todo lo que reluce. Cualquiera que haya pisado un macrofestival sabe que son unos días agotadores, de continua toma de decisiones, no hay tiempo para el relax, porque te estarías perdiendo a uno de los grupos por los has pagado un abono hace meses.

"En los macrofestivales, actualmente, no hay espacio de descanso y estás onstantemente teniendo que decidir a qué escenario vas, qué grupo descartas, aunque hubieras comprado la entrada por ese grupo. Porque a la misma hora que toca tu grupo favorito 'Tres', está actuando tu grupo favorito 'Cuatro' y además es domingo, estás reventado y llevas no sé cuántas horas sin dormir", relata Cruz.

Un empacho que viene condicionado por la cantidad de grupos que actúan en un periodo corto de tiempo, ya se sabe, lo poco gusta y lo mucho cansa. "Imagínate que ahora cierran todas las bibliotecas de España y el 15 de junio dicen: 'abrimos las bibliotecas, tenéis 3 días para leeros todos los libros que hay aquí dentro y el día 18 las cerramos'. Así es como consumimos la música en vivo. Los macrofestivales es un ahora o nunca en el cual tienes que engullir toda la música que se te se te está ofreciendo, porque cabe la posibilidad de que esos artistas no vuelvan a pasar por tu ciudad o incluso por tu país", ejemplifica el periodista.

La lógica capitalista también impregna a estos festivales, motivo por el cual "hay más oferta que en la calle más comercial de a ciudad más entregada al turismo". Son espacios diseñados para que consumas sin parar, nada que ver con el planteamiento inicial. "Estos espacios no están pensados a escala humana, no hay persona capaz de disfrutar de todo eso", explica Nando Cruz.

Estela Bango

Estela Bango

Redactora en 'Hoy por Hoy' y antes en 'La Ventana'. Pasé por Mediaset e infoLibre. Graduada en Periodismo...

 
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