Política contra la inteligencia
Algunos políticos están convirtiendo la política en un batido de apio: sabemos que nos puede hacer mucho bien, pero qué poco apetece
Política contra la inteligencia
Madrid
A medida que la política se aproxima cada vez más a la religión y lo que se cree pasa a tener más importancia que lo que de verdad ocurre, uno va perdiendo la fe en ella. Es una lástima porque, como afirma el periodista norteamericano Ezra Klein en su libro Por qué estamos polarizados, lo que determina el éxito o el fracaso de un estado es precisamente la política. La política marca, a fin de cuentas, la diferencia entre ser un país como España o una dictadura del tercer mundo. Aunque haya quien esté empeñado en hacernos creer que somos lo mismo.
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Sin embargo, algunos políticos -muchos y de todo signo y condición- están convirtiendo la política en un batido de apio: sabemos que nos puede hacer mucho bien, pero qué poco apetece.
Una de las cuestiones de las que se ocupa Klein en su ensayo es cómo la política vuelve estúpida a la gente inteligente. Según algunos estudios, ante determinados debates el ser humano no quiere encontrar la respuesta correcta sino ganar la discusión. Experimentos llevados a cabo para indagar sobre este asunto han demostrado que aquellos mejor dotados intelectualmente suelen utilizar esa superioridad no para aproximarse a la verdad sino para favorecer la posición que defienden.
Es decir que, por ejemplo, alguien con un talento excepcional para solucionar el problema de la sanidad podría estar empleándolo no para mejorar la sanidad sino para defender las tesis sobre la sanidad del partido al que pertenece. Y así está la sanidad. Ayer entré en Google para buscar los síntomas del infarto y me ha dado cita para responderme el 15 de julio.
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