Dos generaciones bajo un mismo techo: la iniciativa social contra el problema de la vivienda en Menorca
En estas viviendas públicas conviven jóvenes menores de 35 años con mayores de 65 que se comprometen a ayudarse mutuamente y destinan un máximo del 30% de sus ingresos a pagar el alquiler
Dos generaciones bajo un mismo techo: la iniciativa social contra la falta de vivienda en Menorca
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Maó
Se construyó el edificio con la idea de que fuera un pequeño barrio en sí mismo; pero Clara Seguí, que tiene 67 años y vive allí desde marzo, siente que está "en un hotelito de lujo". Esta vecina de Maó (Menorca) ocupa una de las 40 viviendas sociales que el Instituto Balear de la Vivienda ha impulsado como una solución habitacional a los elevados precios del alquiler en la ciudad. ¿La particularidad del proyecto? Los vecinos pagarán un máximo del 30% de sus ingresos y va destinado a personas menores de 35 años y mayores de 65 que se comprometan a ayudarse mutuamente y crear "buena vecindad", en palabras de Pau Morla Florit, delegado del IBAVI.
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Sentada en el comedor de una de sus vecinas, Clara cuenta que se divorció hace 14 años, se marchó de casa "con una mano delante y otra detrás", y desde entonces se ha mudado cuatro veces. "Cuando me dieron el piso fue una sorpresa muy gorda, yo solo tenía mi cama y dos armarios porque siempre había vivido en casa de las personas mayores a las que cuidaba", recuerda con una enorme sonrisa en la cara.
Con la idea de que jóvenes y mayores convivan en un mismo bloque se pretende también acabar con el problema del aislamiento y la soledad, especialmente en la tercera edad. Por ello, la propia arquitectura del edificio, en forma de ele para que se vean todos los vecinos, ya invita a la vida comunitaria. Los pisos se distribuyen entre la primera y la segunda planta, 10 de ellos son para menores de 35 años, y 30 para mayores de 65. Todos tienen entre 46 y 80 metros cuadrados, espacio para la cocina y comedor, una o dos habitaciones, y una terraza o patio privado. Pero lo importante son las zonas comunes, como destacan los impulsores del proyecto y sus vecinas: más de 3.000 metros cuadrados donde hay una gran cocina y comedor comunitarios, baño, un cuarto de estar y una gran sala de actos.
"Para muchas personas mayores ha sido un impacto dejar sus casas de toda la vida y compartir espacio con jóvenes que no conocían", cuenta la dinamizadora social Ana Vadell, que se ocupa de hacer de puente entre los vecinos y ayudarles a diseñar actividades para conocerse. Los perfiles tan distintos de sus vecinos se refleja en el aspecto que tienen sus apartamentos, que pese a ser todos iguales, lucen muy diferentes según quien los habite. Irene de Saavedra, que tiene 31 años, por ejemplo, ha decorado su piso con muebles modernos que ha comprado en su mayoría de segunda mano. María Ángeles Hontalba, sin embargo, cargó con su casa a cuestas cuando se mudó a su nuevo apartamento. Su bien más preciado: un baúl de más de 90 años, restaurado, que utiliza como armario en el dormitorio.
Valentina Rojo Squadroni
Uruguaya de nacimiento, catalana de adopción y madrileña de acogida. Es redactora de 'A vivir que son...