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Cannes 2023 | 'Fallen leaves', el regreso magistral de Kaurismäki, el director que dignifica a los perdedores

El director finlandés vuelve a la sección oficial del certamen con una historia de amor en medio de la precariedad y la conflictividad del mundo en la entrañable y divertida 'Fallen leaves'

Fotograma de Les Feuilles mortes de Aki Kaurismäki presentada en el Festival de Cannes / CEDIDA

Cannes

En los pases de prensa del Festival de Cannes suele haber pocos aplausos. Son más bien fríos. Se entra corriendo, se ve la película, se sale pitando hacía otra proyección o a la rueda de prensa o al directo. Tampoco vale mirar el aplausómetro, método que ha puesto de moda la prensa especializada en Estados Unidos, que calcula los minutos de aplausos después del estreno de gala, con la presencia del equipo del filme en cuestión, en el Gran Teatro Lumière. Dicen que la ovación más larga fue la que recibió El laberinto del fauno, la película española de Guillermo del Toro que se fue de vacío, por cierto. Una de las que ha recibido aplausos en la gala y excepcionalmente en la sala de prensa es la nueva obra del cineasta Aki Kaurismäki.

Les fuilles mortes ('Fallen leaves', en inglés), título tomado de la canción de Yves Montand compuesta por Joseph Kosma y Jacques Prévert, es todo un disfrute. Lo mejor del cine de Kaurismäki está en ella. Hay amor, hay misterio, hay dignidad de los perdedores, hay humor y hay mucho cine. Kaurismäki pinta un mundo donde hay paro, jefes déspotas y precariedad, pero donde el amor, la solidaridad, la esperanza y el respeto mutuo hacen que los personajes salgan adelante, vivan con dignidad y sean felices. La maldad se combate con buenas personas, parece decir el director en cada una de sus películas que, a pesar de los años, no se ha vuelto cínico, sino que sigue confiando en los grandes valores de la humanidad.

Es la quinta vez que el director viene a Cannes donde ganó el Gran Premio por El hombre sin pasado en 2002. En esa historia ya ahondaba en una historia de amor dificultada por el contexto y las malas casualidades, un hombre al que le dan una paliza y pierde la memoria, no recuerda ni a su mujer. Algo que repite en su nueva película. Es ese amor a primera vista que, sin grandes dramatismos, es capaz de esperar a que amaine el temporal, como ocurría en la obra maestra del director Le Havre, donde el amor era importantísimo, el amor de pareja y el amor a ese niño migrante cuyos acompañantes han muerto en el mar. En esta ocasión, un trabajador alcohólico y una joven trabajadora, dependienta en un supermercado que acaba de ser despedida, se encuentran en un Karaoke.

A partir de ahí tendrán varios encuentros esporádicos, pero la mala suerte -él pierde el papel con el número de teléfono de ella- hará que no vuelvan a cruzarse, tras ver en el cine Los muertos no mueren, la película de zombies de Jim Jarmursch. Ellos son los actores Alma Pöysti y Jussi Vatanen que captan a la perfección el aura de esos personajes del cine del director, aguantando los planos fijos con la mirada. Recorriendo las calles de la ciudad, trabajando mecánicamente en la fábrica o reponiendo la comida del supermercado.

El cine aparece en varias ocasiones. Hay homenaje a Bresson, Ozu, David Lean, a Godard, fallecido este mismo año, de quien Kaurismäki tomó cierta forma de componer los decorados, de usar el rojo, el azul y el blanco en sus películas. Hay homenaje a Chaplin, a John Huston, a Luccino Visconti que aparecen viejos carteles en los decorados del filme. Una sala de cine es el único reducto de belleza, dijo una vez el director finlandés y siete años después ha venido a demostrarlo, a seguir gritándolo en un festival de cine que ha hecho de su apuesta por las salas su banderas estos últimos años. Un homenaje al cine y a la clase obrera, esa que no tiene patria, como demuestra en su filmografía, pero tiene sentimientos y buen corazón.

Una tragicomedia divertida, en la que el director aprovecha para mostrar el estado de un continente, Europa, con la guerra de Ucrania colándose en las casas de los personajes. En ambos apartamentos, el estado de los bombardeos y las muertes se escuchan constantemente de fondo en las noticias. Kaurismaki se ve obligado ahora más que nunca a hacer una película que celebre la vida y el amor, no la guerra, ya que tal vez estos dos últimos puedan finalmente encontrar el alma gemela que nunca han tenido. Cuando todo se desmorona, lo que importa es a quién tenemos al lado, parece decirnos el director.

La desintegración de la clase obrera, el ascenso social frustrado: cada una de estas películas, tan desesperadas como cálidas, aborda un tema social, y se esfuerza por desmantelar cualquier aspiración de autorrealización. Una clase obrera que disfruta del cine, que disfruta de la música, que bebe, tremendo el plano de hombres de mediana edad solos, callados, bebiendo en un bar, como si la bebida fuera la única manera de salir de un entorno de alienación capitalista. Como si la bebida fuera el premio tras una larga jornada de trabajo. Pero no todo está perdido. La emancipación es posible, con humor -finísimo y exquisito- y con amigos. Solos es más difícil. Por eso Kaurismaki dota sus películas de pequeñas familias que se ayudan. Compañeros de trabajo o de farras, perros que acompañan a sus dueños en los peores momentos, en las ciudades industriales del norte de Europa, donde el frío a veces da paso a un clima apacible, donde la vida dura a veces es también placentera.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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