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Opinión

La cara oculta de la luna

"Antes que las plazas duras, con ese barro se hizo la democracia. Así vi cómo todo sale de la tierra, hasta el votar"

La cara oculta de la luna

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El otro día me encontré a Rafa Panadero en la piscina y le dije: “¿Rafa, Rafa, tú te acuerdas de Pink Floyd?”. Y Rafa Panadero extendió su toalla del Equipo A, y soltó una carcajada, y exclamó: “¡Sé por dónde vas, Andújar!”. Por culpa de Pink Floyd, más que de reflexión, soy de refracción. Todo depende del prisma con que se mire. Una vez miré la luna con unos prismáticos y vi claramente sus cráteres. La hacían más adolescente, si cabe. De chaval, yo también tuve la cara así. Mi padre los llamaba barrillos. Aquellos barrillos eran de barro de las calles. Y también eran barro vivo de los alfareros de Raíces. Lo llevábamos pegado a los zapatos y todavía era tierra sin especular. Antes que las plazas duras, con ese barro se hizo la democracia. Así vi cómo todo sale de la tierra, hasta el votar. Entonces, no teníamos cara oculta de la luna. Eso era rock sinfónico. Sólo teníamos luna, y una farola, a lo lejos. ¿Recuerdan la oscuridad? Con una cartulina negra bastaba para representarla. Eran clavadas, la noche y la cartulina. Ahora ya no hay noche, la hemos echado de las ciudades. La gente se cree que está dentro de las discotecas, pero la noche es como el okapi, en cautividad se muere. Antes, la noche también salía de la tierra, esto se notaba más en invierno, cuando jugábamos a la lima, y alguien clavaba la lima muy hondo en el suelo blando de lluvia. Entonces la noche salía por ese agujero, y empezaba a subir agarrándose a las fachadas como una cartulina negra que se estira sobre la mesa del comedor. Y la luna tomaba nombre de calcetín y se convertía en un punto blanco. El maestro nos decía que fuéramos reflexivos y, era el frío de la lima en la mano lo que nos hacía tomar conciencia de que el trabajo existe, y de que éramos nosotros quienes vivíamos en la cara oculta de la luna.

 
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