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Un 28-M que se ganará en los penaltis

Después de 15 días de elecciones a cara de perro, el recuento de las urnas el domingo dibujará un ganador en votos en el marcador aunque el poder institucional va a depender de la suerte de los socios minoritarios | La campaña empezó en la Casa Blanca y ha terminado en Albudeite. El líder socialista se ha dedicado a vender la acción del Gobierno, el PSOE no ha querido ir a la ofensiva mientras que Núñez Feijóo ha cabalgado a lomos del antisanchismo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28M que los socialistas celebran este viernes en Barcelona. / Enric Fontcuberta (EFE)

Madrid

Se deciden los plenos municipales y autonómicos, pero ya están escritos los relatos de este 28-M en clave nacional. Quedan sólo seis meses para las generales y la de este domingo es la primera gran cita con las urnas después de la pandemia. No son una primera vuelta ni el comportamiento electoral es el mismo en todas las convocatorias, pero este recuento medirá la fortaleza con la que llegan todos los partidos a las elecciones generales, las elecciones de la reelección de Pedro Sánchez tras gobernar en minoría y asediado por las adversidades, las de la única bala de Núñez Feijóo y las del lanzamiento de Yolanda Díaz como esperanza blanca de la izquierda. Todas esas claves e intereses cruzados explican la intensidad y complejidad de esta campaña local y autonómica sacada de quicio, que empezó en la Casa Blanca y terminó en Albudeite, un pequeño pueblo murciano donde han intentado amañar votos. Después de quince días de batalla a cara de perro, queda fango e incertidumbre. La suma del voto municipal colocará a un ganador en el marcador, pero el partido, coinciden muchos, se resolverá en los penaltis. El poder institucional dependerá de la suerte de las muletas en las que se apoyan PSOE y PP.

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Cada campaña ha sido un mundo y ha tenido su propia dinámica. La del PSOE no se ha salido del guion que escribieron antes de la pegada de los carteles. Salvo en sus respuestas a Núñez Feijóo y Gamarra en el Senado y el Congreso a cuenta de las listas de Bildu, los mítines del líder socialista se han centrado en vender la acción del Gobierno con una estrategia de acompañamiento a las campañas territoriales, porque el objetivo era evitar que la política nacional eclipsara a los candidatos, sobre todo, a los alcaldes y presidentes autonómicos, la mayoría del PSOE. Pese a ello, la sensación que tienen muchos en el partido es que la campaña ha terminado enfangada, primero por el terrorismo ("ETA está viva", ha llegado a decir Isabel Díaz Ayuso) y luego por el cuestionamiento de la limpieza de los comicios. "Es trumpismo", se quejan en las filas socialistas, cuando los dirigentes populares han apuntado directamente a Sánchez por los intentos de fraude electoral.

El PSOE no ha querido una campaña a la ofensiva. A la "suelta general" de presos etarras con la que embistió José María Aznar para atraer a los votantes de Vox, respondió José Luis Rodríguez Zapatero trayendo a la memoria el 11-M, reclamado por Ferraz para animar al electorado socialista. Porque la gran preocupación del PSOE ha sido la movilización. Según el último CIS, sólo un 61% de los votantes del PSOE en 2019 tenían decidido volver a coger la papeleta socialista este domingo. El reclamo recurrente de Sánchez y de todos los socialistas en los últimos días ha sido "votar importa", votar al PSOE significa defender la sanidad y el Estado del Bienestar.

Y precisamente por el efecto desmovilizador que puede la recta final de la campaña ("vamos a votar en contra los que hacen trampas", sentenció Feijóo en su mitin de cierre), en Génova no ocultan la euforia. La "mascletá perfecta", se jactó el líder popular en Albacete, que desde que llegó a Madrid cabalga a lomos del antisanchismo. Feijóo y muchos candidatos populares han hecho de Pedro Sánchez su principal argumento de una campaña planteada en términos plebiscitarios. Los estrategas del PP consideran que el plan ha funcionado. Están convencidos de que han logrado colocar la idea de que no se puede perder esta oportunidad para castigar a Sánchez aunque sea por la vía interpuesta de los barones.

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¿Cambio de ciclo?

Tanto PSOE como PP aseguran que ganarán en votos. Para que así sea, los socialistas necesitan activar su principal federación, Andalucía, que superó al PP en 2019 pero recibió un durísimo varapalo en las autonómicas de hace un año. La recuperación en ese territorio es clave para, sumando la fortaleza del PSC, compensar la gran diferencia que, previsiblemente, le sacarán los populares en la Comunidad de Madrid. En la valenciana, las encuestas pronostican un empate en sufragios.

Sánchez respiraría con una superioridad en votos y podría frenar el mensaje de cambio de ciclo que quiere imponer el PP. Desde 2016, en las últimas generales de Mariano Rajoy, el PP no ha ganado una cita de ámbito nacional así que una primera victoria tras la llegada de Núñez Feijóo a Génova tendría un fuerte efecto en el ánimo el partido de cara a las próximas elecciones generales. El expresidente de la Xunta aspira a sacar al PP del suelo en el que lo dejó Pablo Casado vía absorción de Ciudadanos. Otra cosa son las mayorías para gobernar y ahí, midiendo el poder institucional, el bloque de la izquierda da por seguro que reeditarán el acuerdo Botanic en la Comunidad Valenciana, la conquista que Génova ha subrayado en rojo por su relevancia cualitativa: fue feudo popular y el desalojo de Ximo Puig sería todo un símbolo.

El barrizal de los últimos coletazos de la campaña lleva al PP a acariciar la idea de que pueden conseguirlo, de que recibirán el empujón que necesitaban. Sería siempre de la mano de Vox. A excepción de la Comunidad de Madrid y quizá Murcia, cualquier opción de gobierno para el PP pasa por aliarse con la ultraderecha, tanto si gana (creen que pueden conseguirlo en la Comunidad Valenciana y en Aragón) como si pierde, como prevé que suceda en el caso de Extremadura y Castilla-La Mancha, donde sólo la entrada de Vox en el Parlamento daría opciones al PP. Guillermo Fernández Vara cuenta con que si no llega a la mayoría absoluta se quedará muy cerca y sumando más que la derecha. Emiliano García Page está convencido de que la tiene, pero las urnas aún no se han abierto. Se dan por amarradas las presidencias socialistas de Navarra y Asturias; en Baleares la van a pelear en un puñado de votos, muy pendientes del comportamiento de los socios, y está el caso de La Rioja, que fue socialista por la ola favorable de hace cuatro años y ahora necesitaría de una mayoría absoluta en un territorio muy conservador para que Concha Andreu repita cuatro años más. Si entra Vox en el reparto, la derecha podrá gobernar.

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Consciente de las alianzas con la ultraderecha pueden lastrar su carrera a la Moncloa, Núñez Feijóo se ha preparado una coartada con su oferta de que gobierne la lista más votada. La ha discutido sin dudarlo Isabel Díaz Ayuso, que en estos días ha desafiado la estrategia de Génova cada vez que lo ha considerado oportuno. El presidente popular no se presenta a las elecciones hasta diciembre, pero tiene que conseguir un buen resultado y arrebatar feudos al PSOE para consolidar su liderazgo, entre otras cosas porque Díaz Ayuso está condiciones de sumar mayoría absoluta. Hasta ahora, Feijóo ha disfrutado de un partido cohesionado y una relación estable con la presidenta madrileña y del 28-M depende en gran medida que el equilibrio se mantenga.

Equilibrio ha sido la palabra más repetida en la campaña de Yolanda Díaz, sobre todo, porque a partir del domingo se abren unas negociaciones que se prevén muy conflictivas para la configuración de Sumar. La vicepresidenta ha hecho malabarismos para compensar a sus aliados, algunos rivales en las urnas este 28-M, fundamentalmente, en las comunidades de Madrid y Valencia. A Podemos no le ha gustado en absoluto que Díaz haya querido sorber y soplar, no ha habido foto de Yolanda Díaz con Ione Belarra e Irene Montero, pero las tensiones han estado contenidas. La vicepresidenta se ha volcado con Ada Colau, porque la fuerza electoral de la alcaldesa será la suya en Sumar. Los morados confían en mantener la llave de los gobiernos progresistas y llegar con capacidad de hacerse valer en esas conversaciones que, también en este caso, dependerá del resultado del 28-M. Todo está en manos de los más de 36,5 millones de ciudadanos con derecho a votar este domingo.