Las vidas que caben en un libro

Madrid

Este domingo se cerró la Feria del Libro de Madrid, una Feria en la que la gente ha tenido un protagonismo muy notable por encima y por debajo de las tormentas, los chaparrones y las fuertes rachas de viento. En los libros cabe mucha vida, y eso lo comprueban todos los años los autores y los lectores cuando en el tiempo de una dedicatoria se cuentan la vida en forma de recuerdos, detalles de actualidad e ilusiones, uniendo lo que por necesidad está unido, la política y la poesía, el argumento de una novela y una mirada sobre lo que pasa, lo que nos pasa.

En la Feria del libro, agradecido por el encuentro con mucha, mucha gente, he tenido la sensación de que en Madrid caben muchas, muchas ciudades, muchas formas de ser, muchos recuerdos e ilusiones que tienen poco que ver con la caricatura reaccionaria a veces dibujada por los detalles de la actualidad. Aquí hay sitio para todos y todas, también para mucha, mucha gente que no participa de ninguna ola reaccionaria.

He sentido, además, que la vida es muy poderosa. Sin duda hay políticos que llegan o se despiden, escritores que renuncian a sus antiguas ideas y se convierten en viejos cascarrabias, pero la vida sigue, está ahí, en la mente de la madre y el padre que levantan a sus hijos para llevarlos al colegio, en los médicos que salen del hospital después de una guardia o en las personas solitarias que se hacen el desayuno después de dormir sola y antes de acudir a trabajar. Van a dar las ocho de la mañana. La vida no renuncia a sí misma, configura su propia lista de necesidades. Por eso es necesario tomarse en serio la política que recuerda y se ilusiona con el bien común.