"El mismo que te acosa por detrás será amable en la cola del pan": el preocupante aumento de la agresividad en la carretera
El problema es cuando identificamos el coche como una segunda piel. Cuando sentimos más empatía por la máquina, que por el ser humano que conduce al lado nuestro
"El mismo que te acosa por detrás será amable en la cola del pan": el preocupante aumento de la agresividad en la carretera
El estudio más específico sobre agresividad al volante hecho hasta la fecha en este país asegura que 1 de cada 10 conductores reconoce ser altamente agresivo cuando se pone al volante (estamos hablando de unos 3 millones de automovilistas): intimidación, bloqueo a otros coches, gritos, insultos, el famoso dedo (es decir, peinetas). Cualquiera que circule (sobre todo cerca de ciudades) se da cuenta del aumento de este tipo de conductas que multiplican hasta 30 veces el riesgo de sufrir un accidente con heridos graves.
Autovía al este del país. Carril de la derecha. Velocidad en torno a los 100 kilómetros por hora. "Tengo un tipo detrás pegado que no le veo ni los faros. Por mucho que me quite no se puede quitar ni el de delante, ni el siguiente, ni el siguiente. No se puede andar así". Fer recorre con su coche de empresa en torno a 2.000 kilómetros a la semana y le hemos pedido que relatara las situaciones de agresividad en el momento que se producía. Nos sobraron 6 días. "¡Me acaba de adelantar un tipo en línea continua y ahora quiere adelantar un camión!", exclama Fer mientras de fondo se escuchan fuertes pitadas.
No deja huella
No lo cogerán. Buena parte de esta agresividad al volante queda impune porque no existe un medidor al que soplar como ocurre con las drogas o el alcohol. Quienes investigan los accidentes de tráfico intuyen la sombra de la agresividad hasta en el 15% de los siniestros en los que trabajan, pero no lo pueden hacer constar. Juan Manuel González-Carbajal preside la Asociación de Investigadores de Accidentes de Tráfico: "¿Cómo pruebas que hay agresividad?; porque cuando llega la policía o la guardia civil el accidente ya pasó. No hay forma de comprobar el proceder de los conductores. No hay marcas en el coche ni en el suelo. ¿Podemos afirmar que hubo agresividad?. Salvo que haya testigos, no. Si no tienes una prueba razonable, no debes ponerlo (en el informe)". Y de ahí la falta de estadística de un fenómeno que todos apreciamos. "Rondas de ciudades y circunvalaciones. Las zonas de polígonos industriales entre cinco y media de la tarde hasta siete y media u ocho es donde más se nota la gente que parece que la va la vida en ello. De estos que les dejas de ver hasta la matrícula. Presionando seriamente". Incluso el presidente de los investigadores está pensando en poner una cámara en su coche después de varios sustos en los que un acosador llevaba el volante del coche de atrás.
El control de impulsos y la gestión de emociones es la tarea pendiente de todos. Vivimos la era de la prisa, de la ansiedad y del estrés y todas estas aptitudes tienen su reflejo en la carretera.
32 años y gran cilindrada
Según los estudios estamos ante un varón de 32 años de media y es fácil que además conduzca un coche de gran cilindrada (o si no, prácticamente lo está quemando), pero hay más (algo que no dicen estos informes y que constatan quien intenta rehabilitarlos): casi nunca reconocen su responsabilidad. Emilio imparte cursos de sensibilización y de pérdida de puntos en la Autoescuela 2000: "Hemos tenido casos de gente que ha perdido todos los puntos hasta cuatro y cinco veces y siempre le echa la culpa a la Administración o al resto de los usuarios. Para que una persona se pueda reinsertar lo primero que tiene que hacer es saber cuál es el problema, pero la gente que es agresiva no se da cuenta que es agresiva en la conducción. Esa gente que se te pega atrás en el coche y que con la mano le tienes que pedir que se separe. Eso en la cola del pan no lo hacemos y es la misma persona la que está en la cola del pan y la que va detrás de ti en el coche".
Más información
La amabilidad se pierde al volante. Las aulas de recuperación de la Autoescuela 2000 (como las del resto) están vetadas a cualquier mirada ajena. Así que les vamos a contar hasta donde podemos: unos 15 alumnos (de 18 a 70 años); otros tantos ordenadores y cascos. Todo se asemeja a una clase más, salvo por dos variantes: casi todos los asistentes son hombres (ahora, y esto es nuevo, suele haber una mujer por clase) y las ventanas están selladas para proteger su identidad. Existe otra particularidad: casi ninguno de los asistentes piensa que ese curso es para él. "Vienen a la defensiva. Muchos vienen rebotados. Muchos", reconoce Gema, psicóloga durante una única hora en un curso de 24 (obligados por la DGT cuando la pérdida de puntos ha sido total o la pena supera los dos años de cárcel). Gema intenta sensibilizar a esos conductores con pecados mezclados, aunque cada vez más la agresividad es la causa de su presencia en esta aula: "No suelen controlar bien sus emociones e impulsos. Tienen baja percepción del riesgo y exceso de confianza a la hora de conducir". Esta psicóloga recuerda como uno de los conductores a los que intentaba sensibilizar justificó un atropello en un paso de peatones con un "es que se me tiró encima". Textual.
La pérdida de eficacia de las imágenes impactantes
Hay algo más. El curso va plagado de vídeos lo suficientemente duros y explícitos como para tocar la conciencia de estos infractores/delicuentes (según el caso), aunque en numerosas ocasiones no tiene el efecto deseado: "Muchas veces se ríen de la situación. Ellos no se identifican con lo que están viendo. Otros no, otros agachan la cabeza". Esta psicóloga aprecia cierta desensibilización debido al consumo excesivo de vídeos violentos fuera de las aulas y subraya también que cuando los alumnos se han visto envueltos en un accidente grave y lo cuentan en el aula (porque es voluntario) ahí sí. Ahí asoman hasta las lágrimas.
El resultado es la explosión
No existe un club de agresores. No son conscientes del acoso y las situaciones de riesgo a las que someten al resto de conductores. Pero sí hay quien, como Camino Verdugo, experta en Seguridad Vial, estudia qué tienen en común este tipo de personas: "En situaciones de atasco o estrés, los conductores rompen. Crujen en agresividad. El efecto de la inmediatez, del querer aprovechar el tiempo, de simultanear tareas. También hay cierto egocentrismo. Hay que sumar el anonimato porque estás entre coches que no vas a volver nunca y entre personas a las que no pones cara".
Además todo se produce dentro un coche que muchos consideran una extensión de sí mismos, una especie de segunda piel. Nos identificamos más con la máquina que con el ser humano que tenemos al otro lado del cristal: "Hay despersonalización. Dejamos de estar en un entorno humanizado. Nos convertimos en un complemento del vehículo y sobre todo no caen en la percepción del riesgo. Siempre está eso como hilo conductor", subraya Camino Verdugo.
Dos finales
El desenlace de este reportaje tiene dos finales. Uno teórico y otro práctico. Uno en el aula porque Gema y Emilio reconocen que a la mayoría estos cursos no les sirve para cambiar sus hábitos. "Transformados no salen" -aclara la psicóloga- "luego se les olvida. Hay gente que sí que les toca, pero a la mayoría no". Emilio recuerda que el último día sus alumnos le dicen "ya he aprendido. Aquí no vuelvo". Lo malo es que quien pronuncia esa frase ya ha pasado por sus manos tres veces y el profesor se despide pensando en si no le verá una cuarta vez.
El segundo final transcurre en la carretera: "Esta vez he sido yo. Después de 6 kilómetros detrás de un coche que no se quitaba, le he dado largas y le he adelantado por la derecha". Al menos, lo reconoce.
Toñi Fernández
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