Ni soporto ni tolero las lonas que anuncian sentencias de muerte

En su momento fui muy fan de una peli del 59 titulada ‘Quince bajo la lona’ de la variedad patriótico-festiva con que el franquismo amenizaba algunos de nuestros sábados. Yo era pollita, salían guapos actores y, qué le vamos a hacer... No me avergüenzo. Os cuento mis antecedentes penosos para que entendáis que mi afición por las lonas viene de lejos. Desde las de Beirut, ciudad especialista en empaquetar sus carencias para no perder atractivo, a las de la publicidad que admito como parte del paisaje urbano.

Las lonas electorales también me gustan, forman parte del juego democrático. Siempre que cumplan con los requisitos precisos: coñas, ironías, denuncias, promesas, fanfarronadas... lo que sea, pero bien puesto. Allá cada cual con lo suyo y yo con mi capacidad de discernimiento y decisión.

Lo que no soporto ni tolero son las lonas que anuncian sentencias de muerte: muerte a las libertades, muerte a la inteligencia, muerte a la diversidad sexual, muerte al feminismo, muerte a los avances sociales, muerte hasta el aire digno de respirarse. Muerte y más muerte.

Así es la lona que el partido que no quiere nombrar ha instalado en Madrid. Y es de suponer que, si nadie lo impide, también instalará en aquellas demasiadas localidades en cuyos municipios gobierna. Pasta gansa de las subvenciones públicas tienen de sobra para hacerlo. Y, si no, siempre podrán realizar un crowdfunding entre sus amigos del PP y el “divorcio duro”. No es una película, ni siquiera es todavía una pesadilla, es ya una realidad muy trágica esta del género patriótico-repulsivo.