José Carlos Otero, biólogo: "No existe ninguna duda de que el cambio climático provoca una mayor resistencia de las plagas"
Las arañas y las lombrices, entre muchos otros insectos, actúan como animales parasitoides o depredadores capaces de controlar las plagas
Plagas de insectos y fármacos psicodélicos
Madrid
El cambio climático y la subida de temperaturas cada vez más pronunciada tendrán graves efectos en la propagación de plagas que amenazarán la supervivencia de muchas plantas. Cada año hasta un 40% de la producción de cultivos globales son destruidos por estas plagas, según asegura la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Esto repercute en la economía mundial, a la que las plagas de insectos le cuestan un total de 70.000 millones de dólares anuales. Aunque la propagación de estos animales suponga un peligro para nuestros ecosistemas, son precisamente los insectos los que permiten que el mundo vegetal vaya creciendo y floreciendo.
El entomólogo, biólogo y profesor "ad honorem" por la Universidad Santiago de Compostela, José Carlos Otero, está llevando a cabo un proyecto de investigación y asesoramiento en el estado de Chiquimula, en la parte oriental de Guatemala precisamente para combatir y amortiguar los efectos de las plagas de insectos. Esta iniciativa llevada a cabo por la Universidad de Jaén, la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad de San Carlos de Guatemala y la ONG Acción contra el Hambre, cuenta con la subvención de una agencia andaluza de cooperación. El estudio, que lleva en marcha tres años, se centra en comunidades con problemas de subsistencia alimentaria de la Sierra del Merendón.
Otero asegura que “el cambio climático produce una deforestación brutal, y esa deforestación produce a su vez cambio climático y a su vez se genera pérdida de biodiversidad” y, por tanto, “no existe absolutamente ninguna duda de que el cambio climático provoca una mayor resistencia de plagas”. Para acabar con esta problemática han llevado hacia estas comunidades los “árboles de lluvia”, dispositivos que permiten almacenar el agua de las precipitaciones que la planta no absorbe directamente de manera que se convierten en una especie de despensa de agua.
Sin embargo, existen muchos insectos parasitoides o depredadores capaces de controlar las plagas ya existentes. Según Otero, ya desde el neolítico, los principales reguladores de las plagas eran los insectos: “A la gente que se dedicaba a la agricultura, los únicos elementos que les ayudaban eran las arañas y las lombrices. Siempre se desprecia la existencia de estos dos animales, pero las arañas son extraordinarios controladores biológicos y las lombrices conforman un suelo mucho mejor para las plantas”. El principal problema es que poco a poco están desapareciendo muchos de estos animales que contribuyen a controlar la propagación de plagas, a lo que se le suma el uso de insecticidas que “no son un buen sistema para combatir los insectos por la cantidad de sustancias que se desprenden y acaban en las cadenas alimenticias”, explica Otero.