Para ser censura, se parece mucho al castigo que se le pone a un niño de cinco años
De vez en cuando vuelva a nuestras vidas, algo que creíamos que era cosa del pasado
Para ser censura, se parece mucho al castigo que se le pone a un niño de cinco años
Da igual el tiempo que pase y el año en el que estemos, que no falla de vez en cuando vuelva a nuestras vidas, algo que creíamos que era cosa del pasado. Volvió el vermut, volvieron las alpargatas y, ahora, vuelve la censura.
Hemos vivido pocos frascos más grandes que el del cine futurista. Hace décadas, las películas de ciencia ficción se imaginaron el siglo XXI como una época en la que los coches iban a volar y los androides serían nuestros peores enemigos. Pues bien, estamos en 2023 y resulta que hay un revival de las torrijas y nuestro peor enemigo es Lope de Vega.
Con la censura de hoy pasa lo mismo que con las croquetas de cocido: que aunque la receta sea la misma, a nuestros abuelos le salían mejor. Ellos se iban hasta Perpiñán a ver ‘Último tango en París’ y nosotros a este paso vamos a tener que ir a Biarritz a ver la próxima película de Pixar. Como sociedad hemos pasado de no poder ver una escena de sexo anal con Marlon Brando a quedarnos sin dibujos animados. Para ser censura, se parece mucho al castigo que se le pone a un niño de cinco años cuando no se termina las lentejas.
Esta censura es tan patética que ni siquiera nos va a servir para contarle batallitas a nuestros nietos. A este ritmo, como mucho vamos a poder contarles que tuvimos que fundar una radio pirata en Los Pirineos para leer ‘La villana de Getafe’ desde la clandestinidad que recurríamos al estraperlo para conseguir banderas LGTBI en el mercado negro y que nos jugábamos la vida por introducir en España libros de Virginia Woolf camuflados bajo la portada de las memorias de Rodrigo Rato.
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Diego San José
Diego San José Castellano es un guionista de...