'Light', 'Zero', con azúcar... ¿Cuál es la mejor opción tras la clasificación del aspartamo como "posiblemente cancerígeno"?

La Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado el aspartamo como «posiblemente cancerígeno», ubicándolo en la categoría 2B (junto a productos tan dispares como el aloe vera o el gasoil), que es al que se recurre cuando existe evidencia escasa y no convincente de cáncer en humanos. Una clasificación que, según señala la dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles, «no nos habla de la peligrosidad de las sustancias, sino qué evidencia hay acerca de la relación directa entre la sustancia y el riesgo de cáncer». La OMS mantiene en 40 miligramos/kilo la cantidad diaria «aceptable» de aspartamo, un edulcorante artificial muy utilizado, desde los años 80 del pasado siglo, para sustituir al azúcar en bebidas dietéticas, chicles, gelatina, helados, productos lácteos, cereales para el desayuno, dentífricos o medicamentos. Eso, para un adulto de 70 kilos, equivaldría a entre 9 y 14 latas de refresco. Pero en el caso de un niño de 20 kilos, se rebasaría con solo dos o tres. En rueda de prensa, el director del Departamento de Nutrición e Inocuidad de los Alimentos de la OMS, Francesco Branca, ha recomendado «moderar tanto el consumo de azúcares como el de edulcorantes» y ha planteado cuál sería la mejor opción ante la necesidad de elegir entre un refresco de cola con edulcorantes o uno con azúcar: «Beber agua». Beatriz Robles asegura que «la recomendación general sería la misma para niños y adultos» porque «los alimentos con edulcorantes son ultraprocesados que no nos van a producir una intoxicación alimentaria, pero sí van a alterar nuestro umbral del dulzor, suelen estar en productos de baja calidad nutricional y también tienen efectos en la secreción de insulina, así que la recomendación es que, cuanto menos, mejor». Al preguntarle por alternativas saludables para las bebidas y productos con edulcorantes, Robles propone hortalizas, legumbres, frutos secos, huevos, pan integral, carnes blancas y también lácteos como la leche o el yogur natural, además de infusiones o agua con gas. Su recomendación, por lo tanto, es evitar los productos que llevan aspartamo en la medida de lo posible, pero no solo por el aspartamo en sí. La dietista-nutricionista Laura Saavedra señala que, pensando en los niños, «existen purés de frutas trituradas y compotas que solo contienen frutas en la lista de ingredientes», pero asegura que «hay que recalcar que el consumo recomendado de este tipo de productos es ocasional y que la fruta en trozos debe ser la opción más frecuente de consumo». Saavedra también recuerda, de todas formas, que «nadie toma edulcorantes a cucharadas, sino que se suelen tomarlos al consumir productos ultraprocesados en los que se busca conseguir ese sabor dulzón tan característico, pero sin aportar calorías», por lo que «probablemente los problemas de salud relacionados con su consumo no se deban a los edulcorantes en sí, sino a las bebidas que los contienen y al contexto en el que se consumen, generalmente junto a alimentos poco saludables». Otros expertos reconocen su preocupación sobre que esta nueva calificación del aspartamo lleve a algunos consumidores a volver al azúcar: «Cualquier idea que signifique abandonar edulcorantes y volver al azúcar es absolutamente desaconsejable, clarísimamente, con evidencia científica», subraya Francisco Botella, coordinador del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), que recuerda que sobre lo que hay una evidencia científica abrumadora es sobre los efectos perjudiciales del exceso de azúcar: «Se sabe desde hace muchos años que está asociado a la obesidad, sobrepeso, diabetes y mayor riesgo cardiovascular». Los endocrinos hacen una llamada a reducir, en general, el dulzor con el que consumimos los alimentos y que provoca adicción en nuestro cerebro: «Hay que reducir el consumo de edulcorantes por un principio de precaución, en general de todos, porque lo que tenemos es que intentar deshabituar al cerebro a que esté enganchado al sabor dulce», explica el doctor Francisco Botella. «Lo que tenemos es que intentar ir reduciendo el dulzor, el sabor dulce es muy adictivo, ya provenga del azúcar a de los edulcorantes. Habría que empezar a hacerlo desde la primera infancia o de forma progresiva y salimos ganando todos», insiste.

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