Un peso que no hay muro que lo soporte

Muy cerca de la iglesia de San Lorenzo, en Milán, hay un muro del que cuelgan decenas de muñecos de peluche. Es una pared con cierto aroma y aspecto tétrico, porque el paso del tiempo ha eliminado los colores de esas muñecas y ahora lucen un aspecto gris y sucio.

Il muro delle bambole es uno de los muchos murales repartidos por el mundo que nos recuerdan los zarpazos del terrorismo machista. Que nos recuerdan que en este preciso instante hay un hombre que planea matar a una mujer. Pero es en esta pared de Milán donde se recuerda a los huérfanos. A esos a los que no ponemos nombre ni cara. A esos de los que solo sabemos la edad, y poco más. Esos 39 que en España han perdido a sus madres en lo que llevamos de año.

Algunos han sido testigos directos del asesinato y han tenido que avisar a la policía y a los vecinos. Se han quedado sin madre, y sin mucho más, porque ese vacío tendrá consecuencias y acarreará un montón de decisiones. Quién se ocupará de ellos, quién asumirá los cuidados, los gastos que conlleva la vida de cualquiera.

Cuenta Isabel Valdés en un artículo de El País que a nivel neurológico, la violencia machista afecta a todas las áreas del cerebro de esos hijos. Qué es muy probable que asome la indefensión, la depresión, el estrés y la baja autoestima. Que la orfandad les trastocará desde la amígdala hasta el hipotálamo, esa zona que regula la temperatura corporal, el hambre, la sed y los estados de ánimos.

Son 39 huérfanos en España en lo que llevamos de año. Un peso que no hay muro que lo soporte.