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"La tecnología avanza más rápido que la ley": los retos legales de la Inteligencia Artificial y la propiedad intelectual

La expansión de las obras artísticas creadas con el apoyo de esta tecnología ha hecho saltar las alarmas respecto a la protección de los derechos de autor

Inteligencia Artificial

Analizamos los retos legales que presenta el uso de la Inteligencia Artificial en la propiedad intelectual / Teera Konakan

Analizamos los retos legales que presenta el uso de la Inteligencia Artificial en la propiedad intelectual

Que la inteligencia artificial esté cada vez más presente en nuestra vida no es ninguna novedad. Las herramientas de IA han llegado para quedarse, generando una transformación total de cómo desarrollamos nuestras actividades tanto en el ámbito laboral como en el personal, desde la salud hasta la empresa. La expansión del uso de estas herramientas y su accesibilidad para la sociedad en general también ha presentado retos para regularizar su uso indebido.

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En ese sentido, en las últimas semanas, hemos podido presenciar cómo la IA amenazaba las bases de la propiedad intelectual y los derechos de autor. La escritora estadounidense Jane Friedman denunciaba en redes sociales y en su propio blog que Amazon había puesto a la venta hasta media docena de libros a su nombre que no eran suyos, sino que habían sido producidos por inteligencia artificial. Publicando contenido desde hace más de una década, la IA disponía de un amplia cantidad de información para replicar tanto la temática como el estilo de escritura de la americana.

Algo similar ha sucedido en la industria musical. A mediados de abril, el usuario de TikTok @Ghostwriter977 (ahora eliminado), publicaba una canción de Drake con The Weeknd que reconocía haber producido con la ayuda de la inteligencia artificial. La productora Universal Music Group ya exigía entonces que las plataformas de streaming como Spotify o Apple Music estableciesen mecanismos para prevenir el uso "desautorizado" de canciones cuyos derechos de autor les pertenecen para entrenar a estas herramientas de IA. El pasado 12 de agosto, observamos como se hacía viral una supuesta colaboración entre Quevedo y Rosalía, producida por IA. El videoclip de esta canción de 2 minutos y 58 segundos se encuentra publicado en Youtube, incluyendo la letra completa, y ya acumula casi 500.000 visualizaciones.

Por tanto, la inteligencia artificial presenta unas grandes capacidades tecnológicas pero unos verdaderos retos para garantizar su convivencia con la protección intelectual y los derechos de autor, y la cultura en general. ¿Hay algún tipo de legislación que regule el uso de la interligencia artificial? ¿Existe alguna consecuencia para aquellos que utilizan las producciones artísticas de otros para generar contenido sin su consentimiento? Desde la Cadena SER, hablamos con la abogada de Legálitas Raquel Rodríguez para analizar el estado actual del marco jurídico, tanto en España como en la Unión Europea.

"La tecnología siempre avanza mucho más rápido"

"Como punto de partida, nos encontramos en una ausencia de regulación de la inteligencia artificial", comienza explicando Rodríguez. La abogada de Legálitas alerta que, desde el uso indebido de imágenes personales, como ha podido ocurrir con numerosas personalidades españolas como Laura Escanes o Rosalía, hasta cualquier tipo de obra artística, ya sea literatura, música o imágenes, no existe ningún mecanismo ni ningún organismo que regule que no se produzca ese contenido que es ilegítimo.

En la actualidad, al no haber una legislación clara, Rodríguez explica que habría que analizar cada caso de forma invidividual. "Habría que ver si la influencia puede ser incluso penal porque yo estoy intentando difamar o calumniar o generar un perjuicio, como es el caso de las imágenes comprometidas; o si estoy aprovechando la fama de un artista para viralizar mi contenido y generar un beneficio económico, pero sin caricaturizar a su persona", añade.

Asimismo, la detección de las personas que mandan las intrucciones, que se encuentran detrás de estas piezas generadas con el apoyo de la inteligencia artificial, Raquel Rodríguez reconoce que "es complicado". "En temas que salen, especialmente, en redes sociales, es relativamente fácil ocultarse detrás de perfiles falsos, lo que hace la persecucción bastante compleja", comenta. "Es muy difícil parar la difusión y parte un poco de la educación poblacional", reconoce Rodríguez. Como hizo la escritora estadounidense, en muchas ocasiones, lo más efectivo es hacerse eco en redes y medios de comunicación, explicando que lo que se está difundiendo "es mentira".

Aunque, de igual manera, van viendo la luz herramientas que nos permiten detectar, por ejemplo, si un texto ha sido producido por inteligencia artificial, esto sigue siendo insuficiente ya que limita su beneficio a aquellas personas que tengan acceso o conocimiento de dicha herramientas. Es decir, dicho de otra forma, no frena la distribución del contenido producido por IA, por lo que no permite controlar a cuántas o a qué personas llega, y si estas disponen de las herramientas adecuadas para detectar que se trata de un producto producido por IA. Tal y como sucede con las 'fake news'.

La IA, ¿puede ser 'autor'?

"La tecnología siempre avanza mucho más rápido de lo que avanza la legislación", dice la abogada. Los estados tienen por delante un reto complicado, ya que son los responsables de salvaguardar los derechos de autor de los artistas, pero, a su vez, enfrentarse a la velocidad a la que se desarrollan los avances con este tipo de tecnología, explica Raquel Rodríguez.

Desde el punto de vista legal, "en España no es obligatorio inscribir en el registro de propiedad intelectual las obras que uno realiza, pero es recomendable". Al hacerlo, en caso de que se lanzase una obra que no está registrada bajo el nombre del autor, tal y como le ocurrió a Jane Friedman, se dispone de una protección añadida. Por su parte, Raquel Rodríguez incide en la importancia de proteger el contenido con intrumentos como marcas de agua.

La creación de productos mediante la inteligencia artificial también ha suscitado dudas sobre si estos pueden ser registrados por la persona que dio las instrucciones para que tuviese lugar. "¿Se puede proteger una obra que se ha producido por inteligencia artificial? ¿Podemos lucrarnos a costa de la IA?", son algunos de los interrogantes que Raquel Rodríguez plantea. Por el momento, la posición de España se asemeja a aquella de la resolución de la Unión Europa sobre los "Derechos de propiedad intelectual para el desarrollo de las tecnologías relativas a la inteligencia artificial", que emitió en octubre de 2020. En ella, se recoge que: "las obras producidas de manera autónoma por agentes artificiales y robots no deben poder acogerse a la protección mediante derechos de autor, a fin de respetar el principio de originalidad, que está unido a una persona física, y puesto que el concepto de «creación intelectual» conlleva la personalidad del autor."

El camino hacia la regularización

Ante la actual incertidumbre respecto al uso de esta tecnología, queda esperar a conocer los planes de actuación de las distintas autoridades, tanto nacionales como internacionales. Dentro de su estrategia digital, el Parlamento europeo ya ha manifestado su compromiso para regular la inteligencia artificial con la Ley de Inteligencia Artificial, la primera del mundo, que podría empezar a aplicarse a partir de 2026.

Desde el Gobierno de España, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital trabaja en la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial (ENIA) tiene como objetivo proporcionar un marco de referencia para el desarollo de una IA inclusiva, sostenible y centrada en la ciudadanía. Esta estrategia es uno de los pilares fundamentales de la Agenda España Digital 2026. "Hay un interés para abordar el tema, pero de ahí a que sepamos que existan unas bases, algo más concreto sobre el papel... De momento, no hay mucho, tenemos que vivir con la incertidumbre", zanja Raquel Rodríguez.

Laura García del Valle

Laura García del Valle

Periodista y SEO. Viví en Londres durante 5 años, pero la COVID me obligó a hacer las maletas y volver...

 
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