Nanni Moretti: "Me preocupan las posiciones ideológicas indefendibles"
El cineasta italiano nos sumerge en la historia del Partido Comunista italiano en 'El sol del futuro', donde se ríe de las plataformas como Netflix y de sí mismo, un director al borde del colapso
Madrid
Desde sus cortometrajes en superocho, cuenta Nanni Moretti que tuvo claro que iba a contar su mundo, su ambiente, su generación sin dejar nunca de usar la ironía. El director italiano regresa con una película que es un homenaje al cine y que abarca, lo que ha intentado a lo largo de su carrera, contar la crisis existencial de un director y la historia política de Italia. El sol del futuro es una película luminosa, que evita el cinismo, la idealización del pasado, la nostalgia o mostrar una visión catastrófica del presente. “No me resigno”, dice Moretti en una entrevista desde Roma, mientras se prepara para dirigir, por primera vez, dos obras de teatro. Serán textos de Natalia Ginzburg que estrenará en octubre.
“No me gustan las personas que en sus libros y películas nos dan una visión solamente negativa del futuro. Lo que me gusta es transmitir esperanza y que las ideas de progreso puedan salir ganando”, explica el director italiano, que tira algún dardo a la extrema derecha. “Lo que me preocupa son determinadas posiciones ideológicas que son indefendibles. Por ejemplo, ¿Cómo se puede ser negacionista frente a la crisis climática? Esto es lo que no puedo entender, este tipo de posiciones fáciles e irracionales, pero por desgracia este tipo de ideas han permitido que Trump sea presidente en Estados Unidos”.
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Ganador de la Palma de Oro con La habitación del hijo, el director vuelve a la comedia en un claro homenaje a dos de sus películas más celebradas: Caro diario y April. Hasta en el cartel de El sol del futuro, Il sol dell'avvenire en el título original, hay un claro homenaje a esas películas en las que un director de cine en crisis, interpretado por sí mismo, que se propone a rodar una película sobre la historia del Partido Comunista Italiano. Ahí está el primer gag del filme, cuando los trabajadores de la película, mucho más jóvenes que el director, ni siquiera saben que un día, el PCI estuvo a punto de gobernar, que tuvo mucha adscripción en un país en Italia y que cambiar el mundo estuvo a un suspiro.
En April, el alter ego de Moretti, preparaba un musical sobre la Italia de los años cincuenta, mientras participaba en un documental sobre la política italiana justo cuando Berlusconi era el favorito para ganar las elecciones. De esa película es la frase, "D'Alema, dì qualcosa di sinistra!", donde el personaje veía un debate electoral y gritaba al candidato del equivalente al Partido Socialista, y le pedía que dijera algo, lo que fuera, de izquierdas. En Caro diario, Moretti homenajeaba a Pasolini, a Morricone con la música de Battiato y mostraba las obsesiones del creador a bordo de su vespa. Ahora en El sol del futuro, Moretti es un director que va a rodar un musical sobre la historia del Partido Comunista Italiano.
Una historia del cine dentro del cine, como tanto le gusta al director romano, donde Giovani rueda este filme, en el cual Silvio Orlando -habitual actor del cine del realizador, es Palmiro Togliatti, el secretario del PCI que, en los años 50, recibe a un circo húngaro de gira por Italia, en plena Primavera de Praga. En ese momento, el partido debe decidir si ponerse de lado de la URSS y de Stalin, o cuestionar lo que había pasado en Budapest. Pero el rodaje es un horror, el productor francés, fabuloso y divertido Mathieu Almaric, es un fraude, y solo podría salvar la película el dinero de Netflix. A todo esto, su mujer está a punto de abandonarle por ególatra y algunas cosas más.
El alegato contra la plataforma, a la que cita directamente, dice Moretti, que no es venganza, sino un retrato de la crisis actual del cine. “Evidentemente, digo Netflix en la película, porque no me apetecía usar un nombre ficticio, tipo Starflix. Pero eso vale para representar a todas las plataformas, como Amazon, Disney, etc…”, dice sobre una escena en la que este director en apuros se encuentra con los ejecutivos de la todopoderosa plataforma, que le insisten en buscar un momento What the fuck! En referencia a ese giro de guion que hace que nadie salga de la reproducción. “Buscaba hacer una película que sorprendiera al espectador, películas diferentes de todo lo que todos los días tiene el espectador en su casa, en la televisión o bien en el ordenador. Creo que la crisis del cine ya llegó con las plataformas, luego con la pandemia, y que sobre todo recae sobre el cine medio, porque mientras siempre hay un motivo para ir a ver el cine pequeño de autor y también esas películas espectaculares, las películas de nivel medio se quedan ahí”.
Antes espectador que director, Moretti dice que su cine es inseparable de la concepción del cine de autor de los sesenta. Las primeras películas de Bellochio, Bertolucci, Fellini, Pasolini, Ermanno Olmi, Ferreri, la nouvelle vague, los primeros filmes de Polanski y Skolimowksi, el free cinema en Inglaterra. “Estoy ligado a ese cine de autor, porque era un cine que suponía el problema del cine, de un nuevo lenguaje cinematografía y de una nueva posible sociedad. Era un cine que refuta el cine de nuestros padres y que refutaba la sociedad recibida por la generación anterior y podía imaginar un nuevo cine y una nueva sociedad, con nuevas relaciones entre las personas. Se interrogaba a sí mismo en esa búsqueda de un nuevo mundo”. El propio Moretti creó un cine en su ciudad para poder proyectar las primeras películas de Ken Loach.
La de Moretti es una película que nos lleva por la emoción, la risa, la lágrima y también la reflexión. En un momento, detiene la escena de otro director por cómo está retratando la violencia. Uno de los grandes debates en el cine que él zanja así: “Si es la violencia de Brian de Palma en Vestida para matar, que es una película maravillosa, la violencia tiene sentido, no es gratuita. Lo mismo ocurre con esta película iraní de un serial killer como es Holy Spider. Creo que, de nuevo, como espectador y como director, la violencia que no me gusta es la violencia como producto de consumo, de esos directores que no se dan cuenta de lo que están haciendo. No soy un fundamentalista contra la violencia en el cine, no, para nada. No soy tan tonto”.
Y es que, en estos momentos, donde parece que nada importa, nada tiene reflexión y todo vale, el cine del italiano se centra en mostrar la complicidad de cineastas, actores, actrices y también espectadores, con los relatos que acaban modelando lo que somos. El cine cómo arma para contar la vida, para cambiar la historia. "Stalin no aparece en mi película", sentencia el autor en una divertida escena en la que recrean una sede comunista de 1956. Homenaje a Gramsci y también a Trosky y, por supuesto a todo el cine italiano, porque el cine, parece decirnos Moretti, es la única patria capaz de salvarnos. Ocurre en una maravillosa escena final, nada fácil de rodar, en ese Paseo del Foro, que construyó Mussolini, que rodea al foro romano y al Coliseo.
“En el guion estaba solo escrito que en ese final pasarían el embajador polaco y mi hija en la película. Solamente. Pero mientras rosaba esa escena, que no era al final del rodaje, nos quedaba todavía una semana entera, me di pregunté por qué solo esos dos personajes, que en realidad quería que pasaran más, el productor y todos los personajes de El sol del futuro. Así que retomé ese rodaje, algo que no es nada fácil conseguir en ese Foro Imperial, cerca del coliseo y el Palacio de Venecia. Pero volvimos a rodar con todos. Luego empecé el montaje, cuando llegué al final, me volví a preguntar por qué solo los personajes de El sol del futuro, que también quería a todos los actor de mis películas anteriores. Los llamé a todos y volvimos a la zona del Coliseo a rodar todos juntos”, dice sobre ese final en el que suena 'Fischia il vento' (Sopla el viento), una canción partisana italiana que, junto con 'Bella Ciao', es una de las canciones más famosas de la Resistencia. Hermosa metáfora de esta película sobre la voluntad de seguir adelante, aunque los vientos sean contrarios, de oponerse a las modas -cinematográficas, políticas o personales- y seguir remando hacia adelante. La utopía comunista es posible, a pesar de que el PCI desapareciera en Italia.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...