Y todavía algunos lo llamarán 'fanatismo climático'

Canarias. El Gobierno anuncia la suspensión de las clases en todos los niveles educativos por culpa de las altas temperaturas. Canarias. Donde nunca hace frío ni calor. Las islas afortunadas a las que huimos los que no nos soportamos a nosotros mismos con más de 30 grados de temperatura. Encadena desde hace más de una semana la décima ola de calor en un mes de octubre desde 1975.

Hoy, no se avanzará en primero de bachillerato con los sofistas ni se resolverán operaciones combinadas de fracciones en segundo de la ESO. Demasiados desmayos y demasiados golpes de calor. No son precisamente la generación de cristal, más bien son alumnos incapaces de aguantar exceso de grados en unas instalaciones poco o nada preparadas para este cambio, que es una nueva vida.

Hay precedentes. En mayo, la Junta de Andalucía aprobó un protocolo que incluye la posibilidad de que los alumnos dejen los centros docentes a las 12 de la mañana con autorización familiar en días de calor extremo.

Málaga. Son las tres y pico de la tarde de un jueves laborable, en concreto, de la semana pasada. Un taxista resopla más de la cuenta. Uff, repite entre audio y audio de WhatsApp. Demasiado trabajo para ser principios de octubre. “El aeropuerto está ahora más lleno que en agosto. Es mucho más barato, pero es que además, ¿se da cuenta del tiempo que hace?”, dice. Las terrazas están llenas, el maquillaje cuartea a la mínima. El buen hombre, que empezó la carrera vendiendo la calidad de vida de la capital de la Costa del Sol, acabará confesando cinco kilómetros después que la cosa, en general, es insoportable. Los precios del alquiler, el atasco permanente, el turismo que abruma. El calor, el maldito calor.

Me da por pensar en cosas festivas. El Festival de Teatro en Mérida, el de Almagro, los Sanfermines, las romerías de la virgen que cambiarán de fecha y de hora para evitar lipotimias de los que procesionan. Las vacaciones escolares y las del resto.

Y también pienso en el fútbol. Una vez adjudicado el Mundial de 2030, una vez iniciadas las reuniones de la Real Federación Española de Fútbol con las candidatas a ser sede, una se pregunta si basta con que Zaragoza tenga un nuevo estadio para celebrar un partido, o conviene fijarse no sólo en las instalaciones, sino en el calendario. Ya puestos, si estaremos vivos en 2030.

Esto ha sido así siempre, dirán algunos. La vida es eso que oscila entre el abrigo y el vestido vaporoso que no se pega al cuerpo. Entre el radiador y el chorro de aire acondicionado. Decían que teníamos que cambiar de modelo productivo y lo que tendremos que hacer es cambiar de vida. Lo que no consigan los fondos europeos lo hará el calor. Y todavía algunos lo llamarán fanatismo climático. Ignorantes.

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