Hoy la palabra nos la han puesto a huevo. No podía faltar un Día Mundial del Huevo ni su correspondiente estudio, y es buen pretexto para acercarnos a esta palabra que vino del latín «ovum», que dio en castellano una versión evolucionada, huevo, y la variante más fiel a la raíz que nos dejó ovario y ovocito, o el verbo ovar que permite a los peces desovar sin tener que deshuevarse. No hace falta explicar lo que es un huevo ni su variante léxica en la anatomía masculina. En algunos países de América con esta palabra se nombra una situación o tarea difícil, un precio asequible o a una persona tonta. Y en España, la palabra huevo nos ha dado un huevo de expresiones. Con el verbo tocar, armamos locuciones vulgares que nos sirven para referirnos a quien molesta o a quien no se molesta lo más mínimo en hacer nada, al vago. No es lo mismo tener algo «a huevo», a tiro, que hacer algo «a puro huevo», con gran esfuerzo. Y cuando hacemos algo por necesidad, lo hacemos “por uebos”. Y lo escribiremos sin hache y con b si no queremos que quien nos lea exclame, con razón, un “¡manda huevos!”.