Llega otro año más la fiesta más terrorífica del año que desde hace varias semanas ya es protagonista de prácticamente todas las campañas de publicidad de los principales establecimientos. Una vez finalizada la temporada de verano, las tiendas sacan su artillería pesada con las decoraciones y los complementos más aterradores para celebrar la conocida como «Noche de los Muertos». Aunque Halloween es una de las festividades marcadas en nuestro calendario más esperadas del año, sobre todo para los más pequeños, esta efeméride no está incluida en los calendarios laborales, por lo que no se contempla como un festivo. Sin embargo, Halloween se celebra la noche del 31 de octubre, siendo víspera de un festivo, el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos; lo que permite a niños y adultos disfrutar de la noche temática sin preocuparse por madrugar al día siguiente. En sus inicios, sin embargo, era una festividad conocida como Samaín (Samhain, que literalmente se traduce como «fin del verano»), celebrada por las culturas celtas para marcar el inicio del año y suponía el fin de la temporada de cosechas, dando la bienvenida al otoño. La cultura celta relacionaba la caída de las hojas con la muerte, por lo que estas noches eran para recordar a los difuntos. Se llevaban a cabo rituales que giraban en torno al regreso de los muertos al mundo de los vivos, por lo que los pueblos dejaban comida y bebida en la entrada de las viviendas a modo de ofrenda y velas encendidas para guiarles en el camino. La tradición de disfrazarse también remonta a esta época, en la que los celtas se vestían con pieles y máscaras durante sus rituales para tratar de ahuyentar a los malos espíritus. En el siglo IX, el catolicismo fijó el día 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, con la intención de poner fin a la celebración de estas ceremonias paganas. De ahí que la palabra Halloween proceda de la expresión en inglés «All Hallow Eve», que significa víspera de Todos los Santos, mucho más cercana a la fiesta que hacemos en la actualidad. La tradición cruzó el océano y se adaptó en Estados Unidos con la emigración de los irlandeses al país en el siglo XIX. La fiesta adoptó un tono mucho más comercial y se expandió a todos los rincones del mundo creando toda una revolución en el mundo del entretenimiento.