El viernes es una teología de la liberación
Quizá todo empiece hoy viernes con una siesta de estricta observancia para a continuación recorrer la mañana del sábado como la extensión de una promesa y, al fin, bautizar el mediodía con espuma de cerveza o salpicaduras de vino blanco

Ignacio Peyró: "El viernes es una teología de la liberación"
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Madrid
Algún año de estos cumpliremos con ese viejo sueño humano que es dedicar cuatro días al trabajo y tres a la holganza, pero mientras llega el milagro de la conversión de los "findes" en puentes, se hace imposible no vivir cada viernes casi como una teología de la liberación. A mí me encanta hablarles este día porque uno rema a favor de la indulgencia general, y les imagino en el coche con esa media sonrisa con que anticipamos lo bueno por venir, porque en materia de santificar las fiestas no tenemos rival. Y alguna importancia tendrá lo de santificar las fiestas cuando, recordemos, es el tercer mandamiento -y no el veintiocho o el ochenta y cinco- en las tablas de la ley.
Quizá todo empiece hoy viernes con una siesta de estricta observancia para a continuación recorrer la mañana del sábado como la extensión de una promesa y, al fin, bautizar el mediodía con espuma de cerveza o salpicaduras de vino blanco. Este fin de semana nos permitirá volver a esa novela arrumbada en la mesilla, discutir entrañablemente en la tienda de muebles o pagar el tributo social de ir a ver a los Plómez. Y aunque la tarde de los domingos tenga mala prensa, resulta idónea para explorar los límites del único pecado infinito: la pereza.
Ya luego volveremos al tiempo ordinario, a los puertos de primera de lunes y martes, el llaneo fatigoso del miércoles y el esprint del jueves en pos de la esperanza del viernes. Entonces volveremos a encontrarnos. Mientras, recuerden que la vida es un fin de semana y que el fin de semana nos da -o nos devuelve- algo de esa vida.