Chucho Valdés: "Nunca he rebatido las corrientes de los jóvenes, porque lo hicieron conmigo cuando me gustaba Elvis"

Madrid

"Mi mano abarca una docena de octavas", bromea Chucho Valdés. Y con sus manos deslizándose por el teclado empieza la magia. El pianista y compositor, una de las figuras más influyentes del jazz afrocubano moderno, se felicita por la experiencia que le dan los años y el espíritu con el que se los toma. "Tocar el piano es uno de los castigos más sublimes que me pueden dar, mi gran amigo Michel Legrand siempre me decía: ¿Oye, Chucho y por esto pagan?". Y lo cierto es que sí, aunque lo difícil sea ponerle precio al privilegio de escucharle.

Durante la conversación se acuerda varias veces de su padre, la leyenda del piano Bebo Valdés. "Fue mi maestro, mi amigo, y después trabajé de pianista en su orquesta", enumera el músico. Bebo Valdés se fue de Cuba en 1960 cuando Chucho tenía apenas 19 años. La siguiente vez que se vieron Chucho ya había cumplido los 37, iba a tocar con su banda en el Carnegie Hall de Nueva York y, sin haberlo visto aún, se enteró de que Bebo estaba sentado entre el público. Los segundos de después los tiene grabados en su memoria: "Cuando nos vimos fue uno de los momentos más tremendos de mi vida". En tal apoteosis familiar y musical no es descarado pensar que abundaría el ron, pero Chucho cuenta que la celebración fue con "vodka con jugo de naranja: una bomba de tiempo porque al tercero las teclas dan vueltas".

Cuba y sus raíces

Antes de la pandemia hizo su última visita a Cuba. Ahora vive entre Málaga y Miami, donde se mudó desde que su padre enfermó en 2010. "Son dos amores diferentes, Málaga por el idioma y Miami porque es Cuba, ahí tengo muchos amigos y es una segunda casa", revela Chucho sobre su dupla de ciudades. Pero el peso de sus raíces le traslada con frecuencia a la isla caribeña. "La Habana es donde nacimos mi papá, toda mi familia y yo; y donde viví la mayor parte de mi vida", reflexiona Valdés. El músico asegura que si pudiera ver la ciudad ahora no reconocería muchos de los lugares. Ante el posible aterrizaje de franquicias como Starbucks, Chucho sentencia que "La Habana es La Habana, y sin La Habana no hay Habana".

A sus espaldas tiene más de diez premios Grammy y aspira a sumar uno más en la próxima edición que se celebrará en Sevilla. Su laureada carrera se retrotrae a cuando tenía tres años y su padre le dio un piano como primer juguete. A los nueve ya estaba encima de los escenarios. En su ADN hay ritmo, jazz y Cuba. El pianista apunta que la música cubana es "una mezcla de África y Europa, pero también de España, con todos sus ritmos, y eso lo demostró mi papá con El Cigala en Lágrimas Negras, una fusión de flamenco con los ritmos cubanos. Para mí es uno de los discos más importantes que se han hecho".

Reggaeton, la música de las nuevas generaciones

Sus hijos bien podrían ser youtubers o influencers, pero de los seis todos se dedican a la música. Chucho Valdés es curioso y mantiene una actitud de constante aprendizaje con las nuevas tendencias musicales. Explica que él intenta no juzgar y que "las tradiciones se rompen aunque cuesta trabajo". "Nunca he rebatido las corrientes de los jóvenes, porque lo hicieron conmigo cuando me gustaba Elvis", dice sobre el reggaeton. Pero añade que hay algunas letras que le parecen ofensivas y reiterativas. Si bien advierte que "los viejos siempre están queriendo imponer sus tiempos y los tiempos cambian". Él prefiere dejarse llevar y, si le pilla con el teclado en sus manos, mucho mejor.

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