Zombi

Madrid

Seguimos la estela de la noche de Halloween y en el inframundo de la lengua tropezamos hoy con la palabra zombi, que nos llegó antes de ayer al diccionario, en términos históricos. Y no sabemos si el 'Thriller' de Michael Jackson tuvo algo que ver, porque lanzó su canción y su vídeo zombi en enero de 1984 y la palabra apareció en 1985 en un diccionario manual de la RAE. Entró entre paréntesis, que es la forma que tienen los académicos de expresar gráficamente la prevención sobre su uso. En aquel diccionario se registró con la doble grafía: zombi y zombie. Porque la palabra, de origen africano, llegó hasta Haití y la recibimos después previo paso por el inglés. Hoy zombi, sin la e final, es la forma asentada y recomendable en nuestro idioma.

Zombi es la persona que se supone muerta y que ha sido reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad. Y sus andares patosos han servido para llamar también así a las personas atontadas que se comportan como autómatas. Sucedió también con la palabra fantasma, que nació en Grecia y llegó al primer diccionario con el dígrafo ph, 'phantasma'. Un término con el que nombramos a las personas muertas que se aparecen a los vivos, pero también a personas muy vivas, envanecidas y presuntuosas. Y para los superfantasmas se acuñó el superlativo fantasmón, que alguno pensará que es un neologismo reciente, pero que está en el diccionario desde hace tres siglos. Lo que demuestra que fantasmas y fantasmones los ha habido toda la vida y en todos los sitios.