Goleada

Madrid

La eliminatoria de la Copa del Rey de ayer nos dejó alguna notable goleada. Una palabra que no necesita mucha explicación y que forma parte de la familia de términos futbolísticos que se fueron colando por la escuadra del diccionario desde 1927, un año antes de que se pusiera en marcha la primera Liga en España. Ese año entró la palabra madre, futbol, que fue aguda hasta que en 1950 se le colocó la tilde para convertirla en llana. El término entró entre corchetes, por ser de origen inglés y por las dudas sobre el futuro de aquel fenómeno nuevo, supongo. Para contrarrestar el anglicismo, en el mismo diccionario los académicos incluyeron otro neologismo con un ADN más español, balompié, que se ha extendido con menos éxito.

El gol tuvo también descendencia propia: la goleada, el goleador o goleadora y en el otro lado del Atlántico, el golero o la golera, que es como llaman en Uruguay a quienes defienden la portería. Son términos tan populares que se han ido colando en la lengua coloquial. Así, se ganan por goleada elecciones o el festival de Eurovisión, se marca un gol en propia meta quien hace algo que se vuelve contra él, y te cuelan un gol cuando alguien consigue algo de ti, a veces con engaño. Mucho me temo que alguna de estas metáforas se va a usar en los próximos días y no para hablar precisamente de fútbol.