De piedra de Intifada palestina se me está poniendo el corazón

Madrid

No quiero ser pesimista. Ello no obstante, lo mires por donde lo mires, aparecen por todas partes señales de retroceso. Hasta el punto de que me he vuelto a poner la primera temporada de 30 Monedas, para oxigenarme con ficción terrorífica, y he creído ver, en la Iglesia Cainita reunida al otro lado del espejo, al Partido Popular con su Josemari como Papa Negro, con un cristo boca abajo y rodeados todos por cabezas de cerdo.

Bien. Calma, me dije. Calma. Tengo que desentenderme de los hechos. Para empezar, si me muestro recatada cuando postee y repostee en el antiguo Testamento, perdón, antiguo Twitter, Jehová me recompensará convirtiendo también mi corazón en piedra.

Lo que ocurre allí (tercera persona del verbo ocurrir: no hay sujeto ejecutor, ojo al dato), allí en la Gaza, perdón, La-la-Land casi vaciada, es solo limpieza técnica, que suena igual. Realizada con un amplio blanqueador internacional, con prisas, pero sin pausas, de acuerdo con el plan establecido por quienes saben de estas cosas, y no los informadores que, obligados a permanecer en Israel, no pueden contarnos lo que ocurre sobre el terreno a vaciar. Insisto: ocurre, no hay un ejército ejecutándolo. Nadie.

Como estoy sintiendo ya el corazón tipo marmolillo, no me duele confesar que las imágenes que he estado retuiteando últimamente con niños palestinos que parecían muertos, pero estaban de parranda, eran falsas, tan falsas como las que mostraron a Jenni Hermoso sufriendo acoso, presiones y vejaciones varias.

Por cierto. Quienes tomaron estas imágenes de la señora Hermoso deberían haber sido ocurridos también en su momento, en una ida de mano así como de refilón, como han sido ocurridos los 50 y pico periodistas y comunicadores palestinos que tampoco sé de qué me está usted hablando.

O sea, de piedra. De piedra de Intifada palestina se me está poniendo el corazón.