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Las fábricas de artículos fraudulentos que amenazan todo el sistema de publicaciones científicas

El Ministerio de Ciencia y tecnología del 'Hoy por Hoy' entrevista al catedrático Alberto Ruano, que ha investigado los "paper mills" que publican decenas de artículos fraudulentos al día

Volver a caminar gracias a un implante neuronal y el escándalo de las (falsas) revistas científicas

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"Publica o muere". Esta es la disyuntiva a la que se enfrentan muchos investigadores. Porque el éxito de un científico no se mide tanto en pacientes curados, en nuevos conceptos, o en nuevas soluciones a problemas... sino en publicaciones en revistas científicas de prestigio, revisadas por pares. El problema viene cuando hay dudas sobre qué es una revista, qué es el prestigio, que es una revisión por pares y, en última instancia, qué es publicar. Y estas dudas podrían llegar a poner en cuestión la institución misma de la ciencia.

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Cuando el sistema de publicaciones científicas funciona bien es muy eficiente: un artículo sobre una investigación se publica tras ser revisado por los mayores expertos en el asunto. Que te revisen tus rivales es una gran garantía, como observa Nuño Domínguez. Pero el problema aparece cuando el volumen de publicaciones es tan gigantesco que no te lo puede revisar el mejor en tu campo, sino otro investigador que a lo mejor no sabe nada del asunto. "La aparición de cientos de miles de revistas que en principio eran quincenales y ahora pueden sacar hasta seis números especiales al día suponen un volumen de información tan brutal que es imposible saber qué es genuino y qué no. Y si a eso le sumamos el potencial de la Inteligencia Artificial para hacer un estudio de cinco páginas con cinco palabras clave, entonces ya..." El sistema de publicaciones, tal y como estaba concebido antes, es sofisticado y necesario para que la ciencia avance. "El problema es cuando falseamos ese modelo y se convierte en la única métrica", ha apuntado Jaime García Cantero: "la productividad de un científico no depende de cuántas vidas salva, sino de cuánto publica en una revista. Y ahí, hecha la ley, hecha la trampa". Es el problema de solo usar un factor para validar una carrera investigadora, y contar los artículos al peso.

Tras esta exposición de las líneas generales del problema que han hecho los "ministros" Nuño Domínguez y Jaime García Cantero, Ángels ha saludado al catedrático de medicina preventiva y salud pública de la Universidad de Santiago, Alberto Ruano, que lleva tiempo investigando lo que llaman "las fábricas de papers", y alertando de cómo la mala praxis y la falta de ética en investigación puede afectar no solo a la carrera de los investigadores sino, en última instancia, a toda la sociedad. "El sistema de publicación se basa en la adecuada selección de los revisores. Las buenas revistas suelen seleccionar a muy buenos revisores. En cambio estas otras fábricas de artículos, que en realidad no son revistas sino que son compañías que se dedican profesional y fraudulentamente a publicar artículos fraudulentos, lo que hacen es tratar de publicarlos lo más rápidamente posible y vender su autoría a todos aquellos investigadores que estén dispuestos a pagar un dinero para que aparezca su nombre en ese artículo publicado". Y esos artículos son fraudulentos porque siguen todos un mismo patrón, no corresponden a investigaciones reales, en parte están realizados por técnicas de Inteligencia Artificial y en muchos casos son "copia pega" de artículos previos en los que se cambian datos numéricos, alguna escritura, alguna tabla. Y esto es lo que se ofrece para que los investigadores interesados lo compren y aumenten su currículum".

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Por eso hay científicos que publican más de un estudio al día, una productividad imposible de lograr desde la ciencia llevada a cabo con ética. En internet hay subastas de posiciones de autoría y parte de estos investigadores (un porcentaje pequeño, como ha insistido Ruano) acuden a estas subastas y compran la presencia de su nombre en el artículo. En un estudio anónimo que está aún en fase de publicación, Ruano y su equipo han entrevistado a 400 investigadores españoles y en torno a un 2 ó 3% reconocían haber acudido a estos "paper mills". Todo el negocio está muy tarificado. Se mide el factor de impacto de la revista en cuestión y también la posición de autoría: salir como primer investigador cuesta más caro. "Yo por lo que he visto de algunas de estas subastas, una posición de primera autoría en una revista importante puede costar en torno a 500 o 600 dólares. En revistas un poco peores, 100 o 150 dólares". Pero para las revistas, o más bien los "paper mills", esto supone ganancias ingentes. Ruano cita al investigador norteamericano John Ionannidis para contar que la publicación editorial científica se sitúa dentro de uno de los negocios más rentables de la actualidad. "Esto a su vez urge a que proliferen numerosas revistas cuyo único objetivo es publicar sin límite, cuanto más rápido mejor. Porque una vez que hayan publicado, los autores van a tener que pagar además unos gastos de publicación. Los beneficios anuales de estas editoriales, que muchos denominan editoriales depredadoras, se han situado en torno a un 40%. Es una barbaridad."

Un dinero que parece que tiene que ver con la ciencia, pero en realidad, y lamentablemente, no es más que corrupción.

Hay manzanas podridas (sobre todo la editorial china MDPI) pero puede afectar a la totalidad de la ciencia, a pesar de que la mayoría de los investigadores "somos honestos", dice Ruano. Pero hay prácticas que pueden abrir una puerta al fraude: plazos de revisión de artículos del todo insuficientes, por ejemplo, y encima para una labor que normalmente no está remunerada. Y el sistema de filtro editorial falla a veces, y artículos fabricados por paper mills acaban en revistas buenas. La cultura de "publica o perece" es muy peligrosa: "el 50% de los investigadores médicos chinos reconocen haber realizado prácticas fraudulentas para conseguir publicaciones. Y esto es una información tremenda, porque hace 2 o 3 años que China ha superado en publicaciones científicas a Estados Unidos." Cosa diferente es la aportación científica que hayan hecho, pero se trata de la única manera de promocionar en su carrera científica.

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¿Y cómo afectan estas trampas a los que no hacen trampas? En el día a día investigador tal vez no mucho, pero a la hora de evaluar un currículum, por ejemplo, "duele ver a candidatos que tienen muchos artículos publicados en editoriales predadoras, que parece que han hecho mucho más esfuerzo porque han publicado mucho más, pero lo han hecho en revistas que son una coladera de publicaciones. Es injusto para la mayoría, que hacen mucho esfuerzo y a quienes les cuesta publicar en revistas de calidad."

A esto se suma el caso de Arabia Saudí, que, para subir en los ránkings internacionales, paga a investigadores por decir que su principal centro de investigación está ahí. Cinco investigadores españoles que habrían aceptado pagos de hasta 70.000€ al año de dinero saudí han sido esta semana sancionados por el CSIC: un paso en la buena dirección, según Ruano, porque la universidad y la investigación española debe acostumbrarse a visibilizar y premiar lo bueno, cosa que ya hace, pero también vigilar castigar las malas prácticas investigadoras. Es importante saber en qué gastan el dinero los investigadores, pero también controlar la ética, como hace Estados Unidos con su oficina de ética en investigación. Ahí vigilan las publicaciones, escuchan a los denunciantes anónimos y, llegado el caso, sancionan, cortando el acceso a financiación a quienes lleven a cabo malas prácticas. "También la formación es importante, y los docentes tenemos un papel importante en difundir la ética en las publicaciones científicas".

La precarización por supuesto también juega un papel en todo este sistema, aunque afecta sobre todo a los más jóvenes. Pero todos, según Ruano "trabajan dentro de grupos de investigación y son conscientes de cómo y en dónde se debe publicar y lo que es una publicación ética y responsable."

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La clave estaría en publicar menos pero con más calidad. Las agencias investigadoras lo saben y están intentando implementar la Declaración de San Francisco, por ejemplo, que intenta huir de estas métricas establecidas, de más y más publicaciones para subir en la lista de las mejores universidades . "Los rankings están estropeando muchas cosas", concluye Alberto Ruano. El objetivo del "crecimiento del conocimiento global no se puede conseguir con ciencia fraudulenta."

Eva Cruz

Eva Cruz

Redactora en el magazine de 'Hoy por Hoy' desde 2017.

 
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