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Santiago Posteguillo: "Todos a los que César perdonó acabaron rodeándole y matándole"

El autor superventas publica 'Maldita Roma' (Ediciones B), la segunda parte de la saga sobre la vida de Julio César

ENTREVISTA | Santiago Posteguillo: "Todos a los que César perdonó acabaron rodeándole y matándole"

ENTREVISTA | Santiago Posteguillo: "Todos a los que César perdonó acabaron rodeándole y matándole"

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Bibracte (Francia)

Santiago Posteguillo ha conseguido que el lugar más silencioso de Francia tenga, por unas horas, la vida que hace siglos se escuchó. Bibracte. Corazón de la región histórica de Borgoña, capital del pueblo celta de los heduos y el lugar donde Cayo Julio César comenzó a forjar a fuego lento su leyenda. En la actualidad es imposible imaginar que aquí se libró la primera y última batalla de la Guerra de las Galias. Un manto tupido de hojas otoñales oscurece la sinuosa carretera, completamente vacía; a la que se suma una niebla fina que deja vistosas instantáneas. Posteguillo ha vuelto a fabricar una novela épica que empieza en un sitio discreto. Y hasta aquí ha venido a seguir escribiendo la historia más brutal de todas.

'Maldita Roma' (Ediciones B) es la segunda entrega de la saga sobre la vida de Julio César y es el preámbulo de todo lo que el gran público ha imaginado sobre él: Cleopatra, la Galia, su asesinato, etc. Antes de lanzarse a por los galos, César vivió nada menos que un secuestro, un ascenso fulgurante en la política romana y unas cuantas batallas que serían cruciales para la historia de la capital del mundo. También de la carrera política y militar del senador.

Posteguillo arma un relato largo, como siempre, ágil y directo, tirando del dato preciso cuando es necesario y de la imaginación más verosímil en los momentos clave. Lleno de diálogos en los espacios intermedios de grandes eventos, con dosis de sangre, intrigas y forzando en ocasiones al lector a que vaya más allá del devenir puro de los hechos.

En el año 58 a.C, unos 300.000 helvecios decidieron emigrar desde el territorio de la Suiza actual hacia el sur, presionados por las tribus germánicas. Esta parte de la Galia llevaba décadas ocupada por los romanos y no le tocó a otro, sino a César, con hasta seis legiones, hacer frente a la masa humana de celtas que pretendían ocupar la Galia Narbonense (sureste de Francia) El general que comandaba a los guerreros bárbaros, Divicón, trató de alejar a César de los suministros que llegaban desde Italia, hasta que en Bibracte, en el interior boscoso y salpicado de montes de la Galia, decidió dar la vuelta a su ejército y miles de guerreros chocaron. Con esta batalla da comienzo 'Maldita Roma' y a su vez es el inicio de uno de los episodios que convertirían a César en mito: la guerra interminable para situar la frontera del territorio romano en el Rin.

La batalla de Bibracte ha quedado para quienes saben de esto como el mejor ejemplo del genio militar que era César. La historiografía no se pone de acuerdo en tratar de entender por qué Roma atacó a los galos. Los vecinos del norte habían servido casi de tapón ante los ataques que llegaban de las tribus germánicas, quizá César entendió que para quitarse el problema de los bárbaros había que conquistar la Galia, como sugiere Posteguillo. También se ha escrito sobre la posibilidad de que César quisiera aumentar su prestigio, en una siempre agitada Roma, donde nunca se hacen prisioneros. En lo que queda de Bibracte, no es posible observar los vestigios de una gran batalla, pero sin duda estos bosques han sido testigos de la historia.

El peligro constante

César podía verse rodeado de todos los enemigos del mundo en el campo de batalla, pero donde más peligro corrió fue en Roma. La novela de Posteguillo muestra la eterna pelea dialéctica y casi física con los senadores Cicerón y Catón, también el frágil equilibrio con su benefactor político: Marco Licinio Craso, al que le llegó a deber unos 685 millones de euros actuales. En un tiempo en el que el 'Mare Internum' (Mar Interno) se convirtió en el 'Mare Nostrum' (Mar Nuestro) por los esfuerzos romanos de hacer del Mediterráneo un lugar seguro, los hechos van conduciendo a César a un camino con ida, pero probablemente sin vuelta: no vale de nada ser magnánimo con tus enemigos.

En la novela se aprecia la evolución psicológica de César: pasa de ser un idealista, a un todoterreno de la política romana. Es un gestor, un buen amigo que a veces se pasa de espléndido, un gran estratega y alguien ciertamente nacido para romper las reglas. César querrá convertirse en el centro de Roma sin saber que Roma, sin nadie más, es el centro de todo. Maldita Roma.

"Tenía un cierto deseo de beneficiar a la mayoría de ciudadanos de Roma. La facción popular política en la que se encontraba sí defendía un cierto reparto de la riqueza. Él también sabía que hacer determinadas acciones le daban una popularidad, que le ayudaban en su ascenso político. Hasta qué punto era eso una herramienta para un bien superior o que simplemente lo hacía por su interés propio, es algo más difícil de valorar con el paso de los siglos", reflexiona el escritor desde Chalon sur Saone, en Francia.

Mapa del Mediterráneo durante la época de Julio César, expuesto en el museo arqueológico de Bibracte (Francia) / Foto de Asís G. Ayerbé

Mapa del Mediterráneo durante la época de Julio César, expuesto en el museo arqueológico de Bibracte (Francia) / Foto de Asís G. Ayerbé

Santiago Posteguillo, de momento, no muestra el lado oscuro de César. Nunca es el malo. No es un sanguinario, de hecho elabora un discurso bien articulado -y todo sea dicho, moderno- sobre por qué la pena de muerte no sirve para nada y, en todo caso, sería mejor implementar la prisión permanente. En los diálogos que mantiene con su queridísimo amigo Labieno se respira incluso cierta idea de la división de poderes al estilo Montesquieu. "No creo que tuviera un discurso articulado sobre ello, pero sí sabía que la concentración de poder iba en detrimento de la mayoría de los ciudadanos. La República romana tardía era más una oligarquía que una república", asegura el ganador del Premio Planeta en 2018.

"La historia ha juzgado a César de forma doble: por un lado, no se le puede negar su influencia en la transformación del mundo. El mundo era de una forma antes de él y de otra después. A partir de Augusto hubo una divinización y admiración del personaje. Durante muchísimos siglos también. Ha habido una reevaluación reciente del personaje, destacando solo los aspectos negativos, que creo que no le hacen justicia. Fue un personaje suficientemente complejo como para que su evaluación no sea tan sencilla", reflexiona Posteguillo.

Los claroscuros de César

¿Era César un dictador? "Si entendemos como tal el concepto del siglo XX-XXI es aquel que aniquila a la oposición. Eso hacen los dictadores. César derrota militarmente a todos sus enemigos políticos. Ese hecho de magnanimidad le lleva a la muerte y todos a los que perdona acabarán rodeándole y matándole", argumenta el autor.

De esta segunda parte de la vida de Julio César la historia ha escrito más. Tras el exilio al que se ve sometido por el juicio contra Cneo Cornelio Dolabela (que Posteguillo cuenta en la primera novela 'Roma soy yo' (Ediciones B), César se las ingenia para volver a Roma y acabar en las filas de Craso. Juntos pacificarán la intensísima rebelión de Espartaco, el gladiador que a punto estuvo de caer sobre la ciudad y arrasarla. Después, inteligentemente, se convertirá en un buen gestor de la Vía Apia, una de las carreteras más importantes de la república. "Si César viviera, el César inicial sería un demócrata convencido, y además sería un gran comunicador y partidario de la transparencia política. Yo creo que él creía firmemente en los procesos democráticos. Con sus enemigos era implacable en el debate, pero era respetuoso en las formas, también en lo personal, incluso cuando se ve forzado a la lucha militar era magnánimo en la victoria", dice Posteguillo.

Santiago Posteguillo: &quot;No hay césares en la política española. Al joven César se le puede parecer un Zelenski&quot;

A la República Romana se le puso cara de imperio en las últimas décadas de su existencia. Como suele ocurrir con los centros de poder que irradian a miles de kilómetros a la redonda, surgieron movimientos de independencia -el caso de Hispania- o simplemente lugares que nunca aceptaron la romanización. Ante esto, Roma utilizó la mano de hierro, delegando en sus proconsules el poder efectivo sobre decenas de miles de legionarios. Tras la Guerra de las Galias se produjo un hecho que nunca más se repitió: Francia cambió de idioma. Al latín.

"Acabaron teniendo una variedad de regiones y una extensión, que va transformando el gobierno de ese conglomerado en algo muy complejo. Terminará en el Bajo Imperio, con Diocleciano, que entiende que esto tiene que ser segmentado para poder gobernarse. Acaba divivido en una tetrarquía con gobernadores, luego se dividirá en dos secciones -el Imperio Occidental y Oriental- y los imperios tiene la inercia de o aumentan o decaen. Llegada la época bajoimperial, el imperio pasa de crecer a defenderse y de defenderse a decaer", añade Posteguillo.

En el libro queda claro que César era un adelantado a su tiempo. "Él veía el cambio y el mundo mucho más adelantado a lo que sus contemporáneos podían intuir. Todo está en constante transformación, pero es complicado que el ser humano acepte esto. Nuestras inercias van en la línea de amoldarnos a una serie de costumbres y actuaciones diarias. Nos cuestan los cambios. Por otro lado, el ser humano siempre ha sobrevivido a la capacidad de adaptación y César supo ver eso", afirma el autor.

Y hablando de cambios. Es la primera vez, según comenta, que el filólogo ha tenido que pedir una excedencia en la Universidad de Valencia, donde imparte clases de literatura, por la carga de trabajo que rodean a su propia producción literaria. "Me resultaba incompatible. No ya escribir y la enseñanza, sino las promociones de las novelas que publico con la universidad. En cualquier caso, espero no haber cambiado en mi naturaleza humana", asegura.

Posteguillo ha emprendido un largo viaje de seis novelas sobre César. Para hacerlo "bien", la previsión es fundamental. "Siempre sé el final de las novelas porque si no, no sé cómo empezar. Hay dos formas de escribir: con brújula y con mapa. Por ejemplo Juan José Millás sabe muy bien escribir con brújula, él tiene unos personajes y no sabe dónde le llevarán, pero lo hace excelsamente. Yo me veo obligado a hacerlo con mapa porque es novela histórica y está basado en unos hechos que no puedo obviar", dice el profesor.

Cuenta, por otra parte, una frase que le dijo el genial George R. R. Martin, autor de la saga de 'Juego de Tronos': "Santiago, nunca te recordarán por que entregaras tus novelas a tiempo, sino por si están bien o mal. Yo creo que eso es lo que uno tiene que priorizar. Entregar las novelas cuando uno cree que tienen que estar".

La tranquila Autun

En el sitio arqueológico de Bibracte, al que nos hemos desplazado junto al autor, hay un completísimo museo que guarda, entre otras cosas, reproducciones de los Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César, o restos de cascos romanos de la época. Al contrario de lo que la ficción ha contado, en la tardía República Romana, los soldados utilizaban protecciones de la cabeza menos sofisticadas, de hecho apenas cubrían el cuello. Tampoco usaban estribos en las unidades de caballería, que eran escasas y normalmente entraban en la batalla para barrer al enemigo en retirada. Poco a poco fueron incorporando estos pequeños-grandes avances, que literalmente copiaron de los celtas y otras tribus bárbaras.

Cerca de este lugar mágico, se desparrama la pequeña ciudad de Autun, que coge el nombre de su fundador: Augusto. 'Augustodunum' se convirtió entonces en la capital de los heduos una vez pacificados, en sustitución de Bibracte. A los romanos siempre les interesó más tener ciudades en cruces de caminos y en llanos bien conectados.

Las desiertas calles de Autun en el otoño francés guardan una interesante catedral románica y gótica, un desgastado teatro romano y el vestigio de una puerta amurallada también de época romana. Pero Autun oculta con celo una historia interesante: es la única ciudad de Francia donde estudiaron los tres hermanos Bonaparte: Napoleón, Luciano y José, del año 1779 al 1784. Una placa sombría lo recuerda justo al lado del Liceo Bonaparte.

Santiago Posteguillo en el hall de un hotel en Chalon sur-Saone (Francia) / Foto de Asís G. Ayerbé.

Santiago Posteguillo en el hall de un hotel en Chalon sur-Saone (Francia) / Foto de Asís G. Ayerbé.

Posteguillo tiene la habilidad de completar los vacíos que la imaginación ha creado sobre Julio César. Por ejemplo, la enorme diferencia de edad que había entre Cleopatra y César, que nace en Egipto cuando el senador ya es un avezado político. O que Bruto, su verdugo, realmente era el hijo de una de sus amantes, Servilia. También detalles que poca gente sabe: el general era epiléptico (o al menos tenía una enfermedad parecida a la epilepsia según los registros históricos) que le atacaba en los peores momentos. Sin ir más lejos, en mitad del campo de batalla. El éxito es indiscutible: 300.000 ejemplares vendidos en 2022 y más de 4 millones desde su primera trilogía.

El autor de 'Maldita Roma', en su paseo por Bibracte, vuelve a ponerse en el papel de guía ante los periodistas que, fascinados, escuchan sus explicaciones. "El propio César, en su proceso de ascenso político, se le va a exigir por parte de Roma algo que él no quiere dar. Antes del exilio, la ignominia, cualquier cosa antes que eso. A lo que su madre le dice: con Roma no se negocia. Yo debería decir 'bendita Roma', pero César en su día seguro que maldijo".

Alejandro Becerra

Alejandro Becerra

Redactor de 'Hora 25' desde octubre de 2020. Previamente estuve en la web de la Cadena SER. Graduado...

 
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